Yo no quiero la Igualdad

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Isabel Sobrino Vaz. Policía Nacional. Licenciada en Psicología clínica. Máster en Psicología General Sanitaria.

Yo no quiero la igualdad.

Hay historias que aún nos consiguen sonrojar, a pesar de ser ésta una sociedad en  permanente estado de anestesia frente al dolor ajeno, y si esta historia es una de ellas, merece la pena que sea contada, aunque el argumento y los personajes se repitan una y otra vez en el espacio y a lo largo del tiempo.

Siglo XXI, en plena ola del movimiento feminista. Policía en prácticas, embarazada. Se convierte en madre soltera. Su condición de policía en prácticas no es compatible con la maternidad, ya que no puede completar su período de formación por motivos obvios. Le ofrecen como solución la posibilidad de repetir todo el proceso de prácticas, perdiendo la antigüedad policial y otros derechos, como la asistencia sanitaria y el paro retribuido; vamos, lo mejor que te puede pasar tras haber dado a luz: sin médico y sin dinero. La crisis personal ante una situación así puede ser mayúscula. Lo sé por experiencia (tengo dos hijos) y por ciencia (he estudiado ampliamente lo complicada y frecuente que es una depresión posparto, que puede incluso desembocar en psicosis). Sumado a esto, es bien conocido lo estresantes que son los primeros meses con un bebé, que  ponen a prueba la estabilidad mental de cualquier persona.

Si nos vamos a la otra cara de la moneda, comprobamos que si es un funcionario de policía el que ha sido padre y se encuentra todavía en período de formación, en idéntica situación que la chica, la cosa cambia, y mucho. No se ve obligado a repetir todo el proceso de prácticas, tampoco le son retirados sus derechos sanitarios, ni su condición de funcionario, ni la antigüedad, ni mucho menos el sueldo. Simplemente, para asombro de todos, puede disfrutar de 6 semanas de permiso de paternidad y volver a incorporarse a su plantilla. El agravio comparativo es tan exagerado que genera incredulidad.

Existe un vacío legal que no contempla esta situación, y que parece que a nadie le interesa resolver. Ni siquiera a los que se dedican a gestionar la política de igualdad, que tantos recursos materiales y personales consume, ni a los que de ello hacen su bandera y nos intentar convencer de que la policía es una institución paritaria mediante publicidad (engañosa) y posters de mujeres policía artificialmente felices inundando todos los despachos.

En este caso, el dicho es al revés, no sólo hay que aparentarlo, hay que serlo. Y serlo, desde la perspectiva de una policía para el siglo XXI, significa otra cosa. No se trata de sufragar carteles donde se ve a funcionarias de policía sonrientes, desempeñando especialidades policiales de lo más variopintas; eso funcionaba antes, en los tiempos del NODO; se trata de detectar situaciones como ésta y saber atajarlas antes de que ocurran y que no sea el vacío legal el que se imponga por ausencia de regulación, dejando en un lugar muy comprometido tanto a la institución policial como a la administración general, y evidenciando lo arcaico de esta situación, donde una mujer por ser madre es gravemente penalizada. Se trata de que las políticas de recursos humanos sean eso, de gestión de seres humanos únicos e irrepetibles, no de números.

Por lo tanto, yo no quiero la igualdad, porque no somos iguales. Yo no quiero los mismos derechos, quiero más en el ámbito que aquí nos atañe, porque cuando nace mi bebé, la que lo gesta, lo pare y lo amamanta soy yo, mujer, no ellos. Repito, estamos en el siglo XXI, en plena ola del movimiento feminista. Queda mucho por hacer.

 

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