España se ha convertido en un país donde se coacciona la libertad de expresión. La corriente ideológica dominante señala a quien levanta la mano.
Dominante no lleva implícito que sea mayoritaria. Palabras como comunismo, fascismo o machismo han dejado de tener el significado acogido en la RAE, para desvirtuarse y convertirse en todo lo que molesta o gusta a un sector que controla la opinión.
Hace escasas horas escribí un artículo que envié a una persona con alta responsabilidad en la Policía Municipal de Madrid. “Vivimos con miedo” añadí con el enlace, haciendo referencia a la opinión expresada en el mismo, “por lo menos que no se nos note” contestó.
Opinar o expresar con libertad un pensamiento sobre temas como la inmigración, delincuencia, sexualidad o política, supone la posibilidad de ser insultado. Del mismo modo que exponer la idea de que la igualdad entre hombres y mujeres está lograda, supone ser acusado de machista.
Palabras como “micromachismo”, “heteropatriarcado” y derivados, sirven a culturetas tuiteros para señalar y presionar hasta el acoso, a quien difiere lo más mínimo de su pensamiento.
Vivimos en una sociedad polarizada entre el bien y el mal, rojos y azules, machismo y feminismo, en beneficio de los controladores de opinión.
El fascismo ha desaparecido y el machismo es una garrulería que camina también hacia su desaparición. No hace falta que nadie la empuje, la evolución social es suficiente.
El hombre que me enseñó valores, se levantaba a las seis de la mañana y volvía reventado después de trabajar todo el día a casa, donde mi madre cocinaba, mantenía el orden, me ayudaba con los deberes y enseñaba disciplina. A quien se atreva a llamarlos conservadores, machistas o patriarcados, le suelto una hostia a mano abierta. Creo que así ganamos todos libertad, aunque me llamen fascista.
Gedeón Pérez