Universidad de Alicante. Novela negra y … la rubia del jaguar

Comparte ese artículo

Tengo que citar por fuerza a mi editor, Gori Kerrigan. Hablando con él de literatura,  afirmó algo que no he olvidado: La gente no lee. Todos se creen – cuando escriben- que son Cervantes y, como no leen, lo que escriben es generalmente una mierda. Creo que cito textualmente, que me perdone si la memoria, como la próstata, la tensión, los glóbulos rojos y la hemoglobina, los marcadores tumorales, la resistencia en general,  las erecciones a tiempo y todo lo demás,  falla con la edad.

Líbreme Dios – ese que no existe- del que los obispos, sacristanes, pelotas asociados, ayatollas, imanes y demás vividores del cuento, se consideran portavoces y depositarios de su palabra y su voluntad, como Patxi López de Sánchez, que ahora ha salido con que quiere  aprobar “ un plan de acción por la democracia que emana de la Constitución, del Parlamento y de la Comisión Europea. Antes de Sánchez no había democracia. Lo dice por los periódicos  y me recuerda a la ley de prensa de Fraga.  Esto tiene que ver con la máquina del fango y con querer controlar el cotarro. #mecagoentoloquesemenea

 Líbreme Dios de creer que escribo bien, que solo soy un tuercebotas esforzado en hacer literatura negra e histórica, como mi QUIJOTE, el de El Pedernoso, NEGRO E HISTORICO.

En la Sede Universitaria de Canalejas, Esplanada de Alicante, imparto hace años – sin cobrar, que los jubilados no podemos- un taller literario de novela histórica. Han salido de él, con decenas de coautores, dos novelas: El barbero de Godoy y La hija del barbero. Ambas repasan la historia de este país desde 1780 hasta 1826. Dos reyes, inútil el primero, Carlos IV, cornudo consentido e irresponsable comilón y traidor. Malvado el segundo también cornudo, Fernando VII que explotó al pueblo y vendió al país como nadie lo había hecho hasta entonces. El día que yo mande, como Sánchez ha sacado a Franco del Valle de los Caídos – bien hecho-, sacaré a ese cenutrio de El Escorial para enterrarlo en cualquier cementerio, sección malvados.

Seguimos nuestro trabajo “escritoliterario” y estamos metidos de lleno en la tercera: “Pecado, política y perdón. Los confesores reales”. Los poderes fácticos de siempre, con guerra entre franciscanos, dominicos y jesuitas, enredados en la lucha por el poder y aprovechándose de puestos estratégicos. La presentaremos en la Sede Universitaria, el día de los enamorados, para glosar a tantos confesores solicitantes y que se la pelaban inquiriendo a fondo los pecados contra la castidad de feligresas y niños de internados.

Con esta novela sobre confesores  acabamos, por ahora y si antes no nos lleva la Parca, con el quehacer histórico, y empezamos a escribir novela negra.

Raymond Chandler decía que “la novela negra es la del mundo profesional del crimen”. ¿Cómo es posible que haya tantos autores de novelas que se llaman negras, que retuercen realidades para matar gente  – te apuñalan a traición, te trocean, violan los trozos y luego los guardan en el congelador para hacer estofado y regalarlo a los vecinos- y que estos autores que se publicitan como excelsos, no hayan visto jamás un criminal de cerca? No critico. Ya lo hice bastante refiriéndome a los criminólogos de salón, maestros en criminología sin haber olido nunca a un delincuente, y me dieron ostias hasta en el carnet de identidad. No hay nada mejor que emitir informes y pontificar sobre  “esquemas de personalidad desorganizada”, “distorsiones cognitivas”, “valoraciones erróneas del otr@”, “submundos del subconsciente” y demás gilipolleces, sin tener ni puta idea. Como dicen en mi Graná, “apollardaos” por los grupos de poder y de capacidad de colocación.

Sin  ánimo de ejercer de maestro omnisciente, ánimo que me convertiría en un imbécil de inmediato, propongo  a los que se vayan a apuntar en ese curso la siguiente novela que comienza como sigue y se sumerge en el mundo del crimen de lleno. No hacemos fango, hacemos crimen.

  1. YO SOY EL ASESINO.

Amor:

Aquí me tienes, ensangrentado. Sentado en la acera, esperando que llegue la Policía y pensando en ti.

En la hija de puta que tengo detrás no pienso. Ni siquiera la miro ni me compadezco. He liquidado el problema tal y como ella se ha merecido.

Ahora pienso en ti y no puedo dejar de imaginar tu reacción. Te va a costar, pero sé que lo entenderás. La Justicia no funciona. Es una mierda y he tenido, yo, que poner las cosas en su sitio. A mi pesar, que no me ha supuesto ni un poco de placer ponerlas. Nunca he disfrutado con la sangre y ahora tampoco a pesar de que esta sabandija me tenía no harto. Hasta los mismísimos.

Ella ha pagado, pero ni aún así, con el cráneo roto y el cuello apuñalado y perdiendo la vida por la herida, paga suficientemente por el daño que ha hecho.

Ya empieza el remolino de gente. Me ven ensangrentado, miran de reojo aterrorizados y no se acercan. Piensan que soy un asesino peligroso y que a  ellos les va a tocar algo. Se mantienen a una distancia más que prudencial. Ella, la sabandija, el paradigma de la maldad, está en su lujoso Mercedes, especialista en robar como era, con la cabeza doblada hacia la izquierda, con la sangre que encharca su cuerpo muerto y el del coche. La ventanilla está destrozada, como su cráneo, con el primer martillazo.

Solo han sido dos. He querido hacer algo rápido, quirúrgico, sin ensañamiento. Solo han sido dos golpes rápidos y secos, el primero en el parietal izquierdo y el segundo en el occipital, cuando doblaba el cuello, no sé si ya muerta o en los segundos del tránsito al más allá.

La puñalada posterior en el cuello no ha sido ensañamiento.  Solo he querido asegurarme. No fuese que se hubiera aturdido por los golpes o desmallado o qué sé yo, que estos malos bichos tienen más vidas que los gatos y parecen que se han ido, y resucitan.

Solo quería asegurarme, cuando hendía ese cuchillo de película en su pescuezo maldito.  Ha sonado como a carnicería. Esta ya no hace más daño. Ni a Álvaro ni a nadie.

La escena la van a calificar de dantesca. Ni a mi me parece agradable, aunque sea yo quien ha tenido que llevarla a cabo. No tardarán en venir los fotógrafos, los plumillas y las televisiones. Cómo no, vendrán los de las radios buscando adjetivos sensacionalistas como si estuvieran narrando un partido de fútbol importante. Buscarán adjetivos sensacionalistas y pelearán a ver quién encuentra el más impactante.

Para impacto el que se ha llevado esta basura de la manera más inesperada y fulminante. Un virus letal  menos. El mundo, desde hoy, es un poco mejor.

Como si estuviera viendo a los comentaristas de salón, psicólogos, psiquiatras, criminólogos y jueces de pacotilla: violencia machista, violencia vicaria, psicópata desalmado, enfermo mental, criminal peligroso, monstruo sin sentimientos…

 No se les acabarán los adjetivos ni las calificaciones, que me importan una mierda a estas alturas. Como he oído decir mil veces a los delincuentes: me he buscado la ruina. Ahora yo soy uno más de ellos. No quiero desatarme. Ya lo he hecho y a mi lado, en ese coche que con tanto afán se quedó ilegítimamente, está el resultado. Ya con la escandalosa sangre coagulada, con la cabeza maquiavélica destrozada. Ahí está para no volver.

La gente sigue arremolinándose en torno al espectáculo, pero no se atreve a acercarse. Unos cagados. En cierto sentido es lógico. La sangre, una  mujer que parece muerta, un coche destrozado. Pero los gilipollas de los móviles, todos  en posición disparen, no paran de sacar fotos desde todos los ángulos. He saltado a la fama en tres segundos. Estoy tranquilo. Lo tenía todo preparado  y ha salido perfecto. Ha salido perfecto porque lo difícil de un crimen es cometerlo y perderte, desaparecer y que no te identifiquen y te cojan. Si te da igual que sepan que has sido tu y te detengan, es bastante fácil.

¡Ostias! Me estoy dando cuenta de que estoy escribiéndote una carta de amor. Una carta de amor con una mujer-sabandija muerta a un metro de mí. Sé que lo vas a entender, mi vida. Nunca he comentado nada porque no he querido involucrarte. No voy a declarar nada ante nadie. Ni policía, ni juez, ni fiscal ni ante el espíritu santo que baje en forma de paloma  – ¡qué ridiculez eso de la paloma!-.

Siguen los fotógrafos aficionados disparando sus móviles con fruición y mandándome de golpe a la fama. Disparan desde ocho o nueve metros por precaución y porque aún mantengo el martillo que compré ayer y el cuchillo de monte que compre hace unos meses en cada una de mis manos. Bien asidos. Ya los soltaré visiblemente cuando llegue la Policía para que vean que estoy en son de paz, que no quiero hacer más daño a nadie. Lo de la arpía ya está hecho y  no hay más.

Tienen todo el otoño para trabajar a ver por donde me salís. Ya trataremos del esquema y la organización de la misma. La rubia del Jaguar me dejó  – todo mi respeto a su libertad-. No ha vuelto a aparecer por el balneario.

SE CUMPLEN 51 AÑOS DEL ASESINATO DE VICTOR JARA POR EL DICTADOR-ASESINO, GENERAL PINOCHET. MUCHOS DE LOS QUE SE ERIGEN EN LUCHADORES CONTRA EL FRANSQUISMO NO ESTABAN ALLÍ, JOSE ANTONIO PEREZ TAPIAS Y YO SI CORRIMOS ANTE LOS GRISES  Y NOS LLEVAMOS ALGUN GOMAZO EN LAS ESPALDAS. FRANCO, AFORTUNADAMENTE, ESTABA EN LAS ULTIMAS.

Manuel Avilés escritor y director de prisiones jubilado

Un comentario sobre “Universidad de Alicante. Novela negra y … la rubia del jaguar

  1. Enhorabuena, Manuel. Te vengo siguiendo desde hace algún tiempo, ya que formo parte del grupo de policías escritores. Yo no soy policía, soy psicóloga del C. Técnico de prisiones. Jubilada hace unos años y dedicada a lo que siempre me gustó: escribir. Y lo he conseguido, he publicado tres poemarios y una novela, y aquí sigo. Te doy la enhorabuena porque creo que lo haces fenomenal, siempre consigues sacarme como mínimo una sonrisa. Cuéntame con mas detalle lo del Curso que diriges. La novela en la que ando metida, pretende ser novela negra… ya veremos. Un abrazo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

error: Contenido protegido por derechos de autor c) 2021 h50. Está expresamente prohibida la redistribución y la redifusión de este contenido sin su previo y expreso consentimiento.