La depresión, esa enfermedad tan en boga en la actualidad, ese sayón silencioso que se esconde en lo más profundo del ser humano y que es capaz de llevarte al borde de la muerte muchas veces, cuando no lo consigue, está aún lejos de ser aceptada socialmente (considerada por todavía por muchas gentes como una excusa para no trabajar, no hacer tareas o mandados). Tiene una repercusión e impacto social digna de su estatus de enfermedad médica diagnosticable y reconocida.
Los hechos que desencadenan este escrito suceden el día 29 de mayo del presente año en la vetusta ciudad de Córdoba. A eso de las 21:59h, estando entre otros, el indicativo Zeta 260 de servicio, a través de la Sala Operativa CIMACC 091, son comisionados para que se dirijan a la mayor brevedad posible a la Avd. Virgen de las Angustias, donde según aviso recibido a través del 112, se puede observar a una persona en la cornisa de un bloque de pisos, con cierta propensión a arrojarse al vacío, para terminar con su vida.
Dan el recibido como respuesta a la Sala; con los medios prioritarios puestos, y haciendo gala del buen conocimiento de la ciudad, se personan en el lugar rápidos y prestos a actuar.
Se bajan y observan que lo relatado por la emisora era cierto pues allí estaba ella, llamémosla Ariadna, en relación con el hilo rojo de su mismo nombre que aún la unía a la vida y quien a sus veintisiete años y con una mochila de problemas a sus espaldas y en su cabeza un martillo que no cesa de golpear estaba decidida a culminar ese fuero interno que la había guiado hasta ese lugar.
Las piernas colgaban sobre la cornisa y sus brazos se apoyaban en el saliente, esperando esa última señal, ese impulso fatal que no acababa de llegar para precipitarse al vacío. La señal que no llegaba era la vida misma aferrándose a un último hálito, a una esperanza, a un mañana mejor y quizás, a una providencia divina que impidiese una desgracia mayor.
Ante la gravedad de la situación y ya fuera del vehículo policial, proceden a dar aviso urgente a la Sala Operativa a través de sus pockets para que comisionen en el lugar, con la mayor celeridad posible, indicativos de ambulancia y bomberos, para acto seguido prorrumpir en el portal picando a todos los inmuebles a través del telefonillo para que les abrieran el portal, permitiéndoles de ese modo el acceso al mismo, para alcanzar la azotea.
La adrenalina corría disparada por el cuerpo de ambos componentes policiales, que a grandes trancos subieron las escaleras declinando la opción del ascensor, hasta llegar a la terraza, notando como las gotas de sudor escurrían por sus espaldas y frentes debido al frenesí del momento y al calor de la urbe.
Cuando logran acceder a la azotea consiguen llamar su atención y empiezan a tener y mantener contacto visual con ella, identificándose en todo momento, para que supiera que la Policía había llegado, que la Policía es buena y que sólo buscan ayudarla.
Aquí es donde nadie te prepara ni policial, ni académica, ni formativamente nunca. Lidiar con una persona que lo da todo por perdido y dos personas que pretenden hacerla cambiar de parecer diciéndole que la vida merece la pena, que la vida es maravillosa, que todos los días sale el sol y que siempre hay un motivo para creer.
Por ello y debido a la gravedad de la situación, los agentes, temiendo que la misma pueda llevar a término su pensamiento primigenio, la imploran para que se retire del borde y se acerque a dónde están ellos, quienes lentamente se habían ido acercando a ella, pasando un campo de minas sin saberlo, puesto que temían no llegar a tiempo de socorrerla en caso de que decidiera acometer su plan y cada paso que daban era estar un poquito más cerca de ella pero siendo conscientes que si lo hacían demasiado rápido podrían precipitar unos acontecimientos fatales.
Tras unos minutos de tanteo y conversaciones que parecieron horas, con el crepúsculo ya sobre ellos, Ariadna se levanta y parece acceder a las súplicas de los Policías, empero, en vez de allegarse a ellos y tender su mano hacia los mismos para salir de ese callejón sin salida, ella piensa en entregarles sus pertenencias (teléfono móvil y llaves), para nuevamente encarar y enfrentarse a su destino fatal, colocándose nuevamente en el borde de la cornisa.
Justo en el momento en el que ella les entrega las pertenencias, a la hora del ángelus, precisamente, un Ángel Custodio, el oficial que componía el indicativo, la traba fuertemente del antebrazo siendo éste a su vez asido por su binomio comenzando un forcejeo entre los tres, puesto que sus ideas autolíticas no se habían desvanecido, en el borde de la azotea.
Finalmente, y tras unos segundos que parecieron horas al borde del abismo, los dos agentes consiguen alzarla por el pequeño murete que separa la cornisa de la azotea, quedando ya todos en un lugar seguro y a resguardo.
Así pues, tal como pueden ver estimados lectores, una depresión, algo invisible para la mayoría de la sociedad, puede acabar en un momento dado con tres vidas. Sin embargo, gracias a la rapidez y determinación de estos valerosos Policías, que no dudaron en exponer su vida por salvar la de esta joven mujer, consiguieron evitar su muerte.
Los problemas vitales de esta mujer la llevaron al límite, al igual que a los Policías actuantes, implorando finalmente la misma, que fueran sus salvadores quienes la acompañaran al hospital para que la valoraran médicamente y la trataran, para de este modo y durante el trayecto seguir dándoles las gracias por evitar que hubiera cometido un error fatal.
Ese reconocimiento y agradecimiento, que les profesó la muchacha, y el ciudadano que llamó al 112, (el cual hizo entrega de un mensaje de agradecimiento en dependencias policiales) es el mismo que espero no les nieguen sus jefes ni superiores, considerando que todo lo aquí relatado no fue algo baladí y sin mayor relevancia.
A ellos les dedico las últimas estrofas del poema de Ulises de Alfred Tennyson un espíritu ecuánime de corazones heroicos,
One equal temper of heroic hearts,
made weak by time and fate, but strong in will
to strive, to seek, to find, and not to yield.Un temperamento único de los heroicos corazones,debilitado por el tiempo y el destino, pero fuerte en voluntad para esforzarse, buscar, encontrar y no ceder
Finalizo el artículo reflejando lo expuesto al principio de este artículo, y es que por mucho que ignoremos el problema de la depresión, éste sigue ahí, entre todos nosotros.
Sin palabras!! Muchas gracias policías, sois nuestros ángeles.
Gracias por vuestra empata. Y la gran labor siempre. Pero en este caso. Hasta la propia afectada les pidió que la acompañase. Y los gestos personales de agradecimiento por parte de la persona implicada.