El pasado lunes 15 de julio en el CIE de Valencia ocurrió un hecho indeseable para cualquier policía, un interno bajo custodia policial perdió la vida.
Durante la semana después se han sucedido protestas de los grupos parlamentarios vinculados a los colectivos anti-CIE, también de aquellos que buscan una criminalización de la Policía sin importar el contexto y sin importar el cuerpo pero que cargan especialmente contra los cuerpos estatales a través de sus medios de comunicación afines.
Es necesaria la crítica constructiva porque nos hace mejorar, la investigación de estos hechos no es ningún drama, pero la normalidad no vende periódicos. En Una Policía para el Siglo XXI (1PSXXI) nos gusta defender el trabajo policial más allá de la corporación, defender a los policías más allá del cuerpo en que trabajan, más allá de los sindicatos frente a la Administración o ante los tribunales, nosotros además entramos en la batalla mediática porque si no atacas te comen. En la batalla mediática el arma no dispara balas, tampoco es jurídica, el arma dispara palabras y tanto sirve para decir una cosa como la contraria, se trata de la retórica. No podemos permitir que quienes pretenden atacarnos y destruirnos estén mejor armados que nosotros.
Algunos partidos políticos y medios que le dan tratamiento sensacionalista al asunto y mencionan hipótesis como si fueran hechos comprobados, arrojan conclusiones pretenciosas y sobre todo atacan porque si no hay sangre, hay que hacerla, el mercado lo reclama. Emiten interpretaciones subjetivas como: – Se añade que hay nuevas restricciones en los horarios de las visitas, “la opacidad terrible” de la policía…” o ponen de relevancia que “dos internos se han autolesionado” justamente tras la muerte de otro para hacerlo coincidir en tiempo y lugar, dando pábulo a fantasías conspiranoicas de todo tipo; alimentando el imaginario de quien cree que vale más la vida del delincuente que la del Policía, que Otegui es un hombre de paz, que ETA es una ONG, que las violaciones cometidas por ciudadanos extranjeros son anecdóticas pero las cometidas por españoles son terrorismo machista.
Es común el uso de tiempos verbales impersonales para eximir de responsabilidad a quien inicia un acto ilegítimo, como un ataque. Esto ocurre en la sentencia judicial de Borja cuando el juez dice que “se produce un forcejeo” en lugar de decir quién lo inicia o por qué. Diferenciar entre un tiempo verbal impersonal y otro en segunda persona, permite cocinar una sentencia que juzga hechos presentados como si no guardaran conexión. El tiempo verbal permite sacrificar a quien hace lo correcto y santificar a un ladrón, no es un hecho bíblico, es real.
En la pregunta parlamentaria formulada por la diputada Marisa Saavedra cuando pregunta “qué ocurrió en el centro para que el inmigrante fuera encerrado en una celda de aislamiento.” En lugar de preguntar “qué había hecho el interno”, la pregunta da por hecho que había ocurrido algo que había afectado a todo el centro y ese algo no era un conflicto protagonizado por el interno, pretende crear un escenario global donde hay un hecho particular en un sitio concreto, así se dispersa la responsabilidad del interno y la concentra sobre los policías.
Los tiempos verbales merecen mucha atención, sobre todo cuando son formas impersonales y voces pasivas, porque sirven para eximir o atribuir responsabilidad y para cambiar el orden de las cosas, para decir que, si un manifestante incendia un coche, “se ha declarado un incendio o un coche ha ardido”, en lugar de decir que “un pirómano ha incendiado un coche”. Esta manipulación del lenguaje es necesaria para disociar al autor respecto al hecho. Para separar un hecho en dos capítulos y juzgarlos por separado como si no guardaran relación, tras eliminar el vínculo entre el principio y el final de los hechos y crear una correlación de dos hechos independientes. Una vez separados el precedente y el consecuente ya no hay relación de causa y efecto, ya tenemos barra libre para construir acusaciones. Esto ocurre en la ficción jurídica creada por el Fiscal en el caso de Casimiro Villegas y en la historia inventada por el juez en la sentencia del caso de Borja. En la industria del cine no tendrían precio como guionistas.
Otras veces la pregunta lleva implícita una respuesta deseada. Cuando en la misma pregunta la diputada pide explicaciones sobre “la actuación de la Policía para evitar el conflicto”, la pregunta da por hecho que la Policía tiene la capacidad de evitar cada conflicto que se produce en el CIE de Valencia como si hubiera un funcionario por cada interno. Lo paradójico es que la propia diputada se responde a sí misma, cuando en la pregunta anterior cuestiona por qué la Policía aísla al interno. No hace falta ser catedrático para entender que si hay un conflicto y un interno es aislado, el conflicto es precedente y el aislamiento es consecuente. Cambiar una relación de causa-efecto por una de efecto-causa es jugar sucio.
El orden de los factores es muy importante. Para contestar a preguntas capciosas que llevan implícitas una respuesta, a menudo hay que reformular las preguntas y ponerlas en el orden correcto para no caer en trampas. Siempre hay un orden cronológico, cambiar el orden de los factores y colocar el consecuente primero en lugar del precedente es otra nueva manipulación que no respeta el orden cronológico de los hechos, parece que el interno fue aislado sin un motivo y que además la Policía no hizo nada para evitar el conflicto. Todos sabemos que esto no responde a ninguna lógica, primero la causa y luego el efecto, no al revés. No se aísla primero al interno y luego se evita el conflicto.
Casos como el actual son la oportunidad perfecta para arrojarse autoridad moral y quitársela a quien tiene autoridad real, el Diario Levante da protagonismo a un grupo de manifestantes contra la muerte del inmigrante frente al CIE de Valencia, en el enlace aparece un vídeo en que los manifestantes muestran pancartas donde la palabra más repetida es HUMANO, atribuyen legalidad o ilegalidad al ser humano cuando la legalidad o ilegalidad recae sobre las conductas y no sobre las personas. Humanizan objetos o en este caso instalaciones cuando dicen “Los CIES matan”. Es importante estar alerta a la humanización de cualquier cosa que no sea una persona, siguiendo la lógica de estos supremacistas los hospitales también matan y habría que cerrarlos.
El manual de la retórica de todo victimista dice que hay que hablar de derechos humanos, los derechos humanos lo soportan todo y todo lo que no sea derechos humanos, automáticamente es todo lo contrario y los ataca porque es fascista, el siguiente paso es atacar al fascista que se opone a los derechos humanos. Lo bueno de usar los derechos humanos como argumento, es que también sirven para defender la pena de muerte, igual que hablar del bien común sirve para repartir miseria. Hoy en día al que no llaman fascista, no es nadie.
También está todo lo que se omite, que son la mayoría de los hechos que no consiguen clics, no aumentan el share y no consiguen anunciantes, o sea la normalidad. En el caso del CIE de Valencia, estos medios no hablan de los cero muertos en cinco años desde que se abrió, el trabajo bien hecho no vende noticias. No se mencionan los internos conflictivos que han sido aislados para evitar conflictos y no se han suicidado. No dice que en el CIE hay presos condenados por delitos violentos esperando a ser expulsados y que algunos padecen trastornos mentales. Tampoco se habla de la atención médica permanente y de la presencia de Cruz Roja como testigo externo con acceso continuo a los internos, ni las visitas diarias de las ONG y familiares, ni la libertad de los internos para disponer de teléfono móvil para comunicar las torturas a que son sometidos, para poder comprar por Amazon o para consumir pornografía.
Hablar de la excepción omitiendo la regla permite confundir la parte con el todo. La realidad mediática está formada por excepciones y dirige la agenda política, en consecuencia, la realidad política se guía por las excepciones y se olvida de la regla salvo en periodo electoral.
A pesar de lo anterior los medios hablan de las “restricciones en los horarios de visitas y la tremenda opacidad de la Policía”, la Policía es opaca, luego tiene algo que ocultar y además esa opacidad no es normal, sino que es “tremenda”. Los adjetivos ambiguos son motivo de alarma porque pretenden comunicar la opinión subjetiva de alguien.
No vende noticias decir que la policía está obligada a guardar sigilo por un caso en manos de la Justicia ni que las restricciones en los horarios de visita, tengan algo que ver con cualquier cosa diferente al suceso o que el CIE tiene más cámaras que Gran Hermano.
La propaganda es parte de la guerra. No importa que un titular no guarde relación con el contenido de una noticia como ocurre en este artículo sobre el relativismo mediático. Lo bueno del relativismo y de la propaganda es que son herramientas al alcance de todos. Gracias a que hemos empleado un titular escandaloso, usted se ha leído un artículo sobre retórica en pleno mes de julio. 1PSXXI apuesta por la formación continua en base a hechos reales y es más probable que un policía sea condenado por hacer bien su trabajo, a que un yihadista intente apuñalarlo.
Hay más recursos literarios que sirven para meter en la cárcel a un inocente o dejar libre a un criminal y cada vez son más necesarios para defenderse de atacantes cuando son cocineros de verdades oficiales. Este trabajo tendremos que seguir haciéndolo desde fuera en nuestro tiempo libre mientras los departamentos de prensa prefieran evitar problemas, ser políticamente correctos, no enfrentarse a la autoridad para quitarle la razón cuando no la tenga y prefieran seguir defendiendo la doctrina oficial de cada momento en lugar de los datos.