Trump, Sánchez, Mazón, Ábalos y Koldo

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Los abuelos caóticos del balneario andamos  – es un decir lo de andar- con una expresión entre el asombro y la tristeza, entre la estupefacción y el hundimiento. Unos con el carro de ruedas para inútiles, otros con el carrillo de ayuda con asiento inverso para hacer paradas de recuperación cada diez pasos, pero todos acudimos, como clavos, al salón a la hora del telediario. No sé si nos hemos vuelto masoquistas, pero allí estamos pegados al barro, a los desguaces de coches y a las explicaciones ingenieriles que nos enseñan cuestiones de las que jamás habíamos oído hablar sobre meteorología, sobre cauces y barrancos y sobre emergencias en pantanos y presas  y su resistencia a la presión del agua.

No tengo ni puñetera idea de informática, ni de internet ni de inteligencia artificial. Soy de los que sigue pensando que  – descubriéndome  ante la potencia y versatilidad de los ordenadores- donde se ponga un buen fichero de cartulinas, que no se cae, que no se apaga, que no se transmite sin querer, que no te lo puede espiar ningún hacker colándose en tu aparato  – con perdón-. Donde se ponga un buen fichero de cartulinas, que se quiten todos los cibernéticos del mundo. Ayer me saltó un anuncio sin buscarlo. Lo mismo que me saltan chinas de Hong Kong que quieren casarse o señoras maduras y menos maduras que buscan una relación estable con herencia a ser posible. Me saltó un anuncio que decía: “aproveche su experiencia profesional para tener un título universitario”. Ahora regalan las carreras y así nos va. Recuerdo cuando en la facultad   – con Franco vivo y mandando fusilar gente aún- había comisiones de apuntes. Si un día faltabas a clase, te partías los cuernos buscando alguien que hubiese ido y fuese bueno tomando notas. Ahora no. Ahora el profesor tiene que “subir los apuntes a la nube” porque si no los sube, los alumnos lo evalúan mal y va al paro echando leches. Así nos va.

Yo he propuesto en este asilo balneario, aprovechando el anuncio para sacar títulos inservibles, que tomemos nota de los partes meteorológicos, de cómo se forman las borrascas, de las teorías sobre edificabilidad en barrancos y del discurrir del agua en avenidas salvajes por los cauces selváticos, y que nos saquemos en una tacada la licenciatura en físicas y el doctorado en ingeniería de caminos, canales y puertos. Si alguien se pone gilipollas pedimos que nos den también el título de arquitectos y hacemos presión para que quiten las mascletás de la plaza de los luceros  – hay que llamarla “Dels Cavalls”-  porque con tanto terratremol se están cargando la escultura del año 31.

Vamos a hablar en serio que no está el horno para bollos. A mí, anciano que no vale  ni para tacos de escopeta, me trae al fresco casi todo, pero aun conservo un toque de sensibilidad para entristecerme con la tragedia que ha machacado a los valencianos. Conozco perfectamente esa zona. En mi etapa de director carcelero de la prisión de Picassent, pasé mil veces por la pista de Silla, comí en Beniparrel y Benetuser y anduve por los cauces nada caudalosos del Turia y del Júcar. Todo ha quedado arrasado como si hubiese sido bombardeado por un Putin o un Netanyahu, furiosos ambos.

Los políticos, después del intento fallido de foto por aquello de que hay que escenificar la cercanía al pueblo y a sus desastres, andan echándose las culpas unos a otros a ver quién tuvo que dar la voz de alarma, quién debió decirle a la gente que se quedara en casa  – muchas casas han sido anegadas por lo que se habrían ahogado dentro-, quién es responsable de que se construya en zonas inundables  y quién tendría que haber sacado al ejército en el minuto cero. Mazón estaba con una periodista proponiéndole que dirigiera la

televisión valenciana, la consellera tenía miedo de molestarlo,  el jefe de las emergencias  andaba con asuntos taurinos y Sánchez no sé si había vuelto ya de la India. Una cosa es clara: ante un desastre de esa magnitud, el presidente de un gobierno serio tiene que coger el mando y poner a todo el mundo marcar el paso pidiendo, como Churchill, sangre, sudor y lágrimas para afrontar la situación con un par. No valen excusas. Tiene que dar permiso el conseller, tiene que dar permiso el cabo furriel, tiene que notificarlo el obispo de Trajanopolis. Eso, como dicen en Granada, son pollas. Ha quedado sobradamente demostrada la incompetencia. Unos por otros, la casa sin barrer.

Aquí hay gente que se ha arruinado para los restos, hay bastantes más de doscientos muertos y todo el mundo se está sacudiendo las pulgas para que no le pille la responsabilidad. Un desastre de organización. No hay que tirar pegotes de barro al rey, la reina parecía sincera en su llanto, no hay que  darle palos al coche del presidente del gobierno, eso está claro, pero me salta otro chiste en redes: no pudieron detener a Puigdemont que se paseó dando mítines y al tío de la escoba lo han metido en el calabozo al día siguiente. ¡Tiene cojones el asunto!

Con esta desgracia solo ha quedado un espacio para noticias que no sean  riadas  y embarramientos. El ultraderechista Trump ha ganado las elecciones americanas. Que el señor nos coja confesados porque ya sabemos que los americanos son el gendarme mundial. Con Trump mandando no voy a hacer la Ruta 66 ni loco. Tras palmarla tendré que esperar a ver si es cierto eso de la reencarnación para hacerla unos siglos después.  La primera medida que he oído ha sido que cerrará la frontera con Méjico. Para cerrar tres mil doscientos kilómetros de frontera… ¿ Cuánto ejército va a necesitar?

Las riadas y el salto a la presidencia americana han oscurecido toda otra actualidad. No se acuerda la gente ni de Errejón. Nadie habla ya de Koldo y sus chanchullos. Un servidor, que en el asunto terrorista ha tenido un puesto similar al de este individuo  – yo funcionario un par de décadas antes y él creo que nunca-, sin atentar contra la presunción de inocencia y por lo que he leído en miles de periódicos, voy a hacer una afirmación solemne. Dos puntos.

A instancias de la rubia del Jaguar, inmensa, estratosférica, intramuscular en sus pantalones y sus camisetas, preciosa hasta reventar las costuras, con el pelo arreglado como para comérsela viva y entera, a instancias de ella que se presenta en el asilo con piscina, preguntando, afirmo: es imposible que un asesor de un ministerio maneje esos chanchullos por su cuenta, a su libre albedrío y “a su bola” como parece deducirse de las informaciones. Yo he estado unos cuantos años en un puesto similar, dedicado al terrorismo etarra  – pregúntenle a Belloch en sus memorias o a Margarita Robles- y todo el dinero que he movido fueron diez mil pesetas de la época, en una cena con un etarra, en un lugar lóbrego, oscuro, lluvioso… como el hotel de Psicosis, en la que no pude tragar bocado, porque los tenía de corbata, esperando que, de un momento a otro me dieran un tiro en la cabeza y por la espalda. ¿Qué cojones de contratos millonarios, ni  alquiler de pisos de novias, ni mascarillas de sanidad, ni chalets lujosos en las playas del sur ni hostias? Esto solo se puede hacer con el conocimiento o el encargo del jefe. Presumamos la inocencia y esperemos declaraciones en altísimas instancias.

Maldita sea la pasta que crea tormentas psíquicas hasta perder la vergüenza, la dignidad y cualquier cualidad exigible a un trabajador público. Rubia de mis entretelas, rubia que me tienes descosidas las paredes del corazón. ¿Has leído hoy lo de ese policía al que han encontrado veinte millones emparedados en sus casa?   Si lo has leído porque tú eres lista, voraz  y descubridora nata. Ese hombre es tonto. Directamente. El preso aquel, viejo, que hace muchos años me decía: “ el dinero es como la hermosura, no puede estar oculto”. Uno de los principales problemas que tienen los narcos es el blanqueo. Si te entra un chorro de dinero ilegal, tienes una catástrofe como la de Valencia. ¿Cómo haces para meter ese chorro de dinero en el tráfico jurídico legal? ¡Gilipollas! Te pillan fijo. No hay mejor retrato de una persona que su cuenta corriente.

Rubia, amor, dame un beso con todos sus aditamentos y vámonos a dormir que es tarde.

Manuel Avilés, escritor y director de prisiones jubilado, columnista de h50 Digital

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