¡Señor llévame pronto! Hoy hago la jaculatoria al principio. Después de lo que veo a diario, nos hace falta el meteorito para partir de cero ya.
Voy a la radio a hacer mi programa de literatura – les hablaré de una protagonista estratosférica- y escucho que Sánchez tiene un asesor dedicado específicamente a estudiar los textos publicados en los que recibe insultos. Oscar Puente, ese ministro de Valladolid – un respeto que me pegué dieciséis meses de mili en el arco del ladrillo como artillero- al que llaman cromañón, como a mí. También ha usado a asesores públicos para fichar a los columnistas que le dedican improperios. Preguntado si es de interés público que alguien contabilice si le han llamado hooligan del sanchismo, responde que para él sí lo es, pero lo pagamos todos. No me extraña. Cuando yo no era aún un anciano inútil, suspirando por entrar preso para ahorrarme el asilo y dejar algo a mis descendientes, veía cómo todos los políticos lo primero que miraban cada mañana era el resumen de prensa, que un fámulo “ad hoc”, como la ley de amnistía, le preparaba al amanecer con todo lo publicado relativo a él y a su área de mando. No se asusten, cojones, no se me solivianten, que eso es más viejo que el tráfico de influencias.
He escrito mil veces en artículos y en conferencias – repito cuando aún no era un anciano inservible que vive de la caridad estatal, llámese seguridad social, que me paga por lo tributado y me cobra como si fuera un rendimiento del trabajo- mil veces he dicho que, desde los atentados en África – véanse los cometidos por Al Sabah en Somalia y en Kenia, o en dependencias policiales en Mozambique, por ejemplo, aunque son mucho menos nombrados que los habidos en el primer mundo-. Desde los de las Torres Gemelas, la Estación de Atocha, Londres, la sala Bataclan en París e incluso hace unos días en Moscú, hay que tener claro que no hablamos de hechos aislados. Ben Laden creó una marca y le crecen como hongos los imitadores y los que siguen esa bandera. Es una auténtica guerra mundial. La tercera.
Es imposible ponerse de acuerdo en la definición de terrorismo – no tengo tiempo de intentarlo entre centenares de autores, porque La Parca llama a mi puerta reiteradamente y antes tengo que escribir las Memorias, exhortado varias veces por mi gran amigo Juan Eslava Galán, maestro donde los haya-.
Lo que para unos es terrorismo, para quienes lo practican es legítima defensa. Siempre hablan de una opresión y una injusticia previa que legitima el uso de la violencia, que siempre es de respuesta a una que ellos sufren con anterioridad – más de quinientos etarras me han dado ese argumento cara a cara-. Por eso se les cataloga como delincuentes por convicción. Hablan, por tanto, los “terroristas” – imposibles de definir- de una “guerra asimétrica” porque nunca puede haber un enfrentamiento directo contra potencias que superan casi infinitamente su capacidad en todos los terrenos. Vean mi libro “Criminalidad organizada. Los movimientos terroristas”, aunque paso de hacerme propaganda porque no necesito dinero. Mi boutique es el mercadillo de Babel y mi menú favorito, como el de mi Casilda, los bocadillos de mortadela de aceitunas y, para eso, la pensión es suficiente. Hace unos años fui a Francia en una excursión organizada – nos desviaron a Lourdes sin avisar y cantaban el Cara al Sol en el autobús con el menor motivo. ¡Qué desastre! Comimos tanto pollo con hormonas y salsa “gachuleta”, que al fin de la excursión tuve que ponerme sujetador. Detesto la comida francesa si es así. Tal vez por eso y por la foto del paraguas de colores hallado en mi maletero, me preguntaba Laura Conesa – modelo de portada del 357 Magnum. Por ti me juego la salvación, preciosa de Carolina Roca-, si me he hecho gay. Dios me libre.
Pongámonos serios. Si la tercera mundial – haría falta Eslava para contársela a los escépticos- está en marcha desde hace treinta años, damos por falsas las teorías de Francis Fukuyama en su obra “El fin de la historia y el último hombre”. La caída del muro de Berlín y la desintegración soviética no fueron más que una anécdota. El enfrentamiento mundial, el ansia de poder, el expansionismo político y económico y los grandes lobbies, entre los que están las fábricas de armas que tienen que dar salida a su producción, siguen existiendo. Es la condición humana. Pura antropología. Ya lo decía clarito Miguel Delibes en Las guerras de nuestros antepasados: “lo que hay fuera, ya lo sé. Mira, los unos contra los otros”. Así ha sido y así seguirá, siendo. La historia no acaba hasta que caiga el meteorito.
Sin contar los conflictos armados y la violación de derechos en África – Somalia, Sudán, Mali, Nigeria y así hasta aburrirnos-, ahora mismo hay dos conflictos armados que nos pueden conducir – lo están haciendo- a la cuarta guerra mundial.
No entiendo muy bien qué pasa en Ucrania. Putin, imperator, quiere emular a los viejos zares rusos y deshacer la tarea de Gorbachov, al que considera un traidor y un cobarde, quería una Rusia sola, pacífica y potencia por sí misma. Invade Crimea porque quiere un puerto en el Mar Negro – vean la situación estratégica- y, a la vez necesita un pasillo para llegar a esa península. Me mosquea que en mitad de una guerra en la que Ucrania lleva las de perder, Alicante esté lleno de cochazos ucranianos. ¿Me lo puede explicar alguien?
Europa y América se acojonan porque si cae Ucrania, al lado está Moldavia, también Polonia y…los demás del antiguo telón de acero. La OTAN vigila y Putin deja caer que él tiene armas nucleares. Ahí está el lío y las industrias armamentísticas frotándose las manos por el aumento de dividendos. El holocausto nuclear les importa un huevo porque dicen tener preparados sus refugios seguros. No sé qué cojones hace uno con una nevera llena de latas de conserva metido en un agujero en un mundo devastado.
Vámonos a otro gran lío que es aún más antiguo. Los míticos relatos bíblicos – míticos. No históricos. Fabulillas para cohesionar un pueblo entre otras cosas que ponían en boca de Dios para tener aún más fuerza. Un Dios, esencialmente injusto como la ley de amnistía, pues escoge a un pueblo como enchufado permanente por puro capricho-. Los míticos relatos bíblicos ya hablan de la tierra prometida que entrega a los judíos sin tener en cuenta a la gente que ya vive allí. Los filisteos, por ejemplo, antecedentes de los palestinos.
Historia sagrada aparte, tras el Holocausto nazi, precedido de decenas de persecuciones contra los judíos, incluidas las que tuvieron lugar en España, las potencias occidentales – léase Estados Unidos-, son pragmáticas políticamente. Buscaban una cuña en oriente medio tras la caída del Imperio Otomano para controlar a ese Oriente. Crean el estado de Israel a mediados del siglo XX. Eso fue en el año 48 y no se acuerdan porque los que vivían en esa época ya se acuerdan de muy poco.
Los judíos, procedentes de Sudamérica, de Europa y del resto de mundo, van llegando y expandiéndose. Hoy, esos judíos sudamericanos y rusos y polacos, tienen menos sangre semita que nosotros. La actual Cisjordania – Palestina- está llena de poblaciones de colonos judíos que acogotan y oprimen al pueblo palestino sin dejarlo siquiera moverse en su territorio. Yo he recorrido esa tierra durante un tiempo, con mi profesora y amiga Lola Bañón. Nada de viaje organizado por el párroco para ver el monte Calvario y la Vía Dolorosa mientras cantamos hacia ti morada santa vigilados por un sacristán chivato, como uno que conozco. Cenamos una noche en Jenin – el pueblo de los hombres bomba- en casa de unos de Hamás. Yo pensé que no saldríamos vivos. Nos trataron como a príncipes. Querían buena publicidad en España.
El llamado “problema palestino” se ha invocado en todos los atentados “terroristas” que conozco, desde la Olimpiada de Múnich en 1972. Allí hubo una masacre ocasionada or Septiembre Negro que bautizó la operación como “Ikrit Biram” en honor a dos aldeas palestinas cuyos habitantes habían sido expulsados por la Haganá, o eso dicen. Ya tenemos aquí el inicio de la dinámica terrorista: Acción- Reacción. Tu actúas y yo respondo en una espiral interminable y demoníaca si es que el demonio existe.
En octubre – a los golpistas parece gustarle octubre, salvando las distancias- los terroristas de Hamas – chiitas y alimentados por Irán-, atacaron sorpresivamente mediante cohetes y drones a Israel y en una incursión en el sur, apresaron a unos cientos de personas, muchas de las cuales siguen como rehenes. Netanyahu – no entiendo el apoyo de occidente sin tener en cuenta lo que son evidentes crímenes de guerra- para responder a un acto terrorista, comete otro acto elevando el terrorismo a la enésima potencia y ahí vemos niños muertos y heridos, hospitales destruidos, gente sin agua y sin comida, usando la técnica fascista de Espartero que decía que el problema de Barcelona se solucionaba bombardeándola cada cincuenta años. O la técnica también fascista de quienes, cuando ETA, afirmaban que el País Vasco lo arreglaban también con bombardeos. La población civil, apoye a quien apoye, es siempre inocente ante los tanques de cualquier ejército.
No puedo entrar en la autora estratosférica: Evelyn Mesquida, a la que hoy he entrevistado con su obra “El cementerio de los locos”. La vida de un gran psiquiatra catalán, el doctor Francesc Tosquelles. Maravilloso personaje. Yo no quiero bombardear Cataluña. Tampoco la quiero privilegiada injustamente, que ya lo estuvo ella igual que el País Vasco, cuando Franco.