Casilda, el amor de mi vida… Sánchez y yo
Andábamos, Casilda y yo, como ovejas sin pastor, nos dimos una vuelta en la moto y fuimos a aterrizar en una terraza en la que había buen café y napolitanas de chocolate. Casi – yo entiendo sus ladridos aunque nunca ha ladrado y ahora a la vejez le ha dado por hacerlo- pidió tres lonchas…