Llegamos así a la tercera y última entrega de la novela. Nuevamente, agradecemos la participación a todos los lectores que nos han hecho llegar sus frases. Esperamos que hayáis disfrutado de ello tanto como nosotros y os animamos a seguir haciéndolo en próximas ediciones.
Sonata interior
(Tercera entrega)
Sentía mi mente y mi cuerpo flotar… en una pesada somnolencia, en la que veía aparecer ante mí imágenes confusas, sonidos apenas audibles… Una voz familiar me increpó y llamó mi atención poderosamente:
(1) —Es momento de enfrentarse a las 12/13 personalidades diferentes del protagonista en las oscuridades de su subconsciente…
A continuación, me pareció distinguir ante mí la figura de una mujer con melena rubia, vestida de blanco, que me miraba atentamente con una sonrisa que me era familiar. De repente, la imagen se desvaneció y se convirtió en un armario y a su lado apareció de la nada un perro pequeño de color marrón. Yo conocía a ese perro… era Toni, mi perro, el perro que me acompañó en mi infancia y al que amé con locura.
Sentí mi cuerpo descender… y empequeñecerse. Mis piernas, mis pies, mis manos… adquirieron un tamaño infantil, y la piel suave, renovada de un niño…
A lo lejos, (10) cerca de un lago, estaba un niño y su perro, cuando sintieron un grito en el otro extremo…
—¡Frank…, Frank…! —alguien gritaba mi nombre. Mi yo adulto llamaba al niño que fui, intentando convencerlo para que lo siguiera. Así hice. Me hallaba en el salón familiar, junto a mi madre que, ensimismada en sus pensamientos, se alzaba frente a la vitrina intentando alcanzar una pequeña sopera de estilo oriental que había pertenecido a mi abuela.
(2) —Parece que he vuelto a ser niño. Y delante mío, un perro. Pero… antes no era un perro, ¿no? ¿Y la señorita? ¿Dónde se fue? Solo queda un armario en su lugar.
Todo se oscureció. Yo miraba por la ventana. Mi madre ya no estaba en la sala. (3) Afuera, la gente se agolpaba a la entrada de los cines, como cada viernes. Mis ojos observaron distraídos la figura de una joven que cruzó la acera a toda prisa, despareciendo poco después entre el gentío. (4) A continuación vi el coche nuevamente, pero esta vez era distinto… Mientras sonaba mi canción favorita, el Mercedes negro se iba desvaneciendo como si lo envolviera una niebla húmeda y espesa, sin dejar rastro de él.
(5) El bullicio del ambiente retumbaba en mis oídos… me hería con su sonido estridente y discordante… Decidí apartarme rápidamente de la ventana.
De nuevo la oscuridad… me encontraba en (6) un largo y angosto pasillo. Por un momento, sentí miedo. De repente, una enorme carcajada, seguida de lo que parecía ser el sonido de una radio, rompió el silencio. Volvió a oírse una estrofa de Unchained Melody. Una explosión de luz estalló en mi cerebro… (7) A lo lejos se divisaban luces, parecía una ciudad. A medida que avanzaba pude distinguir miles de luces de neón de todos los colores, en una ciudad llena de bullicio, rascacielos, hoteles de lujo, casinos….
—¡¡¡Dios mío!!! ¿Dónde estoy ? Esto es… es… ¡¡¡¡¡Tiene que ser Las Vegas!!!!!
¡¡¡No puede ser!!! ¡¡¡¡Estoy frente al International Hotel y va a actuar Elvis Presley!!!!
¿¿¿¿¿Pero, en qué año estoy?????
Las luces se apagaron y borraron todo cuanto había a mi alrededor, me sentía flotar en medio de una silenciosa oscuridad… Tuve miedo, cerré los ojos. Al abrirlos, vi ante mí, la camilla de mi psiquiatra.
—Son 350 euros, páguele a mi secretaria —volvió a informarme el loquero.
—Así lo haré. Hasta la vista —contesté. Y sin pararme siquiera a hablar con la señorita, abrí la puerta de la escalera y descendí hacia la portería.
(8) Cada vez que acudía a la cita ocurría lo mismo, pero en esta ocasión, al salir a la calle no apareció el coche. Percibí que algo o alguien me observaba, y eso me produjo cierto desasosiego.
Comencé a correr y correr sin rumbo durante un buen rato, sin mirar atrás hasta quedar totalmente exhausto. Al llegar cerca del mar, sentí su (9) suave brisa acariciando mi cara, mis piernas se negaron a continuar corriendo y se pararon de golpe, como si alguien hubiera tirado del freno de mano de un coche. Tomé aliento, aspiré aire a pleno pulmón y observé con el interés de un crío pequeño todo cuanto me rodeaba.
—Frank…, Frank… —escuché.
Reconocí la voz de mi psiquiatra. Abrí los ojos. Él y su secretaria me sonreían, parecían felices.
—Frank, todo ha terminado, ha sido un milagro, considera que has vuelto a nacer. Ha sido un placer para nosotros haber podido compartir todo este tiempo contigo —me dijeron.
—Te deseamos —prosiguió la secretaria—, la mejor de las suertes y esperamos no tener que volver a verte más. Recuerda que en la vida lo único importante es dar amor, eso te hará feliz siempre.
—¡Sé feliz! —manifestó de nuevo el psiquiatra, con la voz entrecortada.
—¡Hasta siempre, querido amigo! —dijeron ambos.
De nuevo la oscuridad me rodeó por completo. Noté cómo mi cuerpo levitaba y comenzaba a moverse hacia adelante… primero despacio, después… cada vez más deprisa. Atravesé nubes que se convirtieron en niebla y niebla que desembocó en un firmamento plagado de estrellas. Vi toda mi vida como un espectador de lujo, desde que era un niño hasta… ¡Luz! La oscuridad se está desvaneciendo, veo luz a lo lejos, voy hacia ella a toda velocidad.
—¡Está volviendo!, ¡está volviendo! ¡Enfermera, rápido! —escuché a mi lado.
Después un pitido intermitente y el llanto de personas próximas… Abrí los ojos… Frente a mí se hallaba un médico. Con expresión de alegría presionaba mi pecho. A continuación, agarró mi muñeca…
—Ha sido un milagro, pero a veces los milagros ocurren —le oí decir.
A su lado había dos personas. Eran mi mujer y mi hijo que, abrazados uno a otro, lloraban y reían a la vez.
—Frank, ¡has vuelto! He rezado tanto… —escuché decir a mi mujer, sin poder contestarle.
—¡Papá, papá! —Era lo único que atinaba a decir mi hijo entre llantos.
Ambos se abalanzaron sobre mí, fundiéndonos los tres entre besos nerviosos y abrazos.
Hubo de pasar un tiempo, antes de que pudiera comenzar a pronunciar alguna palabra, me encontraba intubado, por lo que no podía vocalizar, solo emitir sonidos con mi garganta.
—¿Qué… qué… ha… pasado? —pude preguntar al fin a mi mujer.
—Un accidente horrible —me dijo con voz entrecortada—. Has estado en coma hasta hoy.
En ese momento un escalofrió recorrió mi cuerpo.
— ¿Qué… día es hoy? —le dije.
—Veintisiete de octubre —me contestó.
—¿De… qué año? —quise saber.
—Estamos en el 2037.
En ese momento me eché a llorar.
—¿Qué… me pasó? —pregunté.
—Tuviste un accidente, te atropelló un coche y quedaste en coma hasta hoy.
—No… recuerdo…
—Salías del banco, habías ido a pagar una multa. Llevabas días muy enfadado porque eran 350 euros y lo considerabas un robo.
Volví a sentir de nuevo escalofríos.
—Continúa —le pedí.
—Según las personas que lo presenciaron, cruzabas la carretera distraído… Un coche se aproximaba… no pudo frenar… todo sucedió muy deprisa.
La persona que iba al volante viene a verte cada día. Se alegrará mucho cuando vea que has despertado.
—¿Qué… qué coche era?
—Un Mercedes de esos tan grandes, de color negro.
Mis pulsaciones se aceleraron al escucharlo y la máquina que tenia a mi lado comenzó a pitar cada vez mas rápido.
Volví a revivir en mi interior todas las imágenes que me habían tenido atado a esa cama durante el tiempo en que había durado el coma. Intenté reponerme de la impresión, mirando despacio cada rincón de la habitación para no pensar en nada durante un momento. A mi lado, sobre la mesita, había un tebeo en el que no había reparado; era un tebeo antiguo, doblado por la parte de atrás. Señalé débilmente con el dedo hacia él.
—Te he leído tus tebeos favoritos muchas veces, papá; sobre todo el que tanto nos gustaba de Maguila gorila, —dijo feliz mi hijo.
Pedí que acercaran mi cama a la ventana; me sentía muy cansado y terriblemente confuso.
La puerta se abrió y aparecieron, raudos, dos enfermeros que apartaron mesas, sillones y otros objetos y empujaron la cama hacia la ventana. Sobre una silla, distinguí un antiguo lector de Cd portátil que brillaba bajo el reflejo de un rayo de sol.
—Esperad… parad… la cama —dije como pude a los enfermeros. Estos enseguida obedecieron y me dejaron que pudiera observar lo que había llamado mi atención.
—Qué es…eso…? —pregunté a mi mujer.
—El médico nos dijo que te ayudaría escuchar música, así que cada día te poníamos los auriculares para que pudieras oír tu canción favorita, Unchained Melody. Teníamos la esperanza de que, al hacerlo, no te sentirías solo.
Eché una ojeada por la ventana… Sin saber por qué, sentí la necesidad de volver a escuchar la canción que me había acompañado durante todo este tiempo. Esta vez sí, dejando que sonara su melodía por los auriculares.
(11) Los ríos solitarios fluyen hacía el mar, hacía el mar, a los brazos abiertos del mar. Los ríos solitarios lloran… —cantaba Elvis acariciando mi alma con su voz. (12) Ocurría que, cada vez que oía su música, su danza, mi piel sentía ese cosquilleo del amor y me hacía estar más cerca de Dios.
Era de noche y el mundo dormía. (13) Aunque esta vez la oscuridad era menor con la luz de la luna llena, que alumbraba el cielo negro de mis recuerdos.
– Fin –
Para quien desee acompañar la lectura de la novela con la música que sonaba de fondo mientras la escribía, os dejo a continuación el enlace,
(1) Abbey (2) Daniel Fernández Monparler (3) Inma (4) Gemma (5) Maddy (6) Carme (7) Matf (8) Roser Boj (9) Carmen Mortesino (10) Montse Catalán (11) Begoña (12) Mireia (13) Sandra Perucha
MAGNIFICA…….el hilo conductor mantiene la intriga hasta el final…simplemente maravillosa
¡Brutal! Sinceramente me he emocionado. He recordado a mi primer perro, también de la infancia, Sultan; a los trece dïas que pasè en coma debido también a un accidente con dieciocho años, ; a los conciertos de las Vegas que veïa de pequeña con mi padre en el salòn de casa con un televisor en blanco y negro, cantaba Liza Minelli o Franck Sinatra y las veces que he visto con mi hermana Charo la pelïcula de Ghost… No sè cómo lo has hecho pero gracias por esta experiencia tan grande.👏🏾👏🏾👏🏾👏🏾❤️🐾
Comentarios como los vuestros me dan alas para seguir escribiendo.
Gracias a vosotras por leer mi novela y participar en ella.
Un abrazo fuerte.
Una novela de lo más original y sorprendente. Me parece sublime la manera en que el autor consigue atrapar al lector en una especie de juego de pistas falsas en el que, al final, nada es lo que parece… y lo que empieza siendo una novela de intriga, se transforma en algo completamente diferente sobre el paso del tiempo: cómo, a medida que recordamos, transformamos e incluso distorsionamos lo vivido y en base a ello creamos la visión que tenemos de nosotros mismos y de nuestra vida… ¡Simplemente genial!
Enhorabuena al autor; y al periódico, por la iniciativa. ¿Para cuándo la siguiente? Saludos.
Ha sido tremendo 🤩 con un poco mas de extensión merece el premio de best seller asi que ya sabes, escribe mas!!! No me voy a perder nada de lo que hagas 👀
Me ha encantado sobretodo esta última parte. Es genial poder participar en algo tan divertido y a la vez de tanta calidad como esto. Con ganas de ser parte de alguna historia más como esta.