Rubia, ¿estás huyendo?, el gran lio

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La realidad se impone. Creo que he conocido por fin a la rubia del Jaguar. Ha sido un espejismo, una pasión desordenada – como todas- ajena y contraria a toda razón. Ha sido un trastorno mental transitorio, como los que antes eran causa eximente en los procedimientos penales. Yo ya no sé qué es eximente ni atenuante , viendo las cosas que he visto, porque parece que hay que tener varios diputados sujetando a los poderosos en los sillones para que las leyes cambien  de golpe  – perdón por la palabra golpe, pero no se me ocurre otra- y el mismo que te ponía en busca y captura, tiene que pedirte perdón porque una amnistía atípica te ha dejado limpio de antecedentes, inmaculado como el bautismo hace con esa gilipollez que se llama pecado original y que nos tragamos sin rechistar porque el espíritu crítico lo tenemos abducido por el obispo y el sacristán de la concatedral.

La rubia, después de bailar pegados – como cantaba Sergio Dalma-, de bailar arrebujados aquello de seré tu amante bandido, no ha quedado contenta y me ha devuelto al balneario. Algo habré hecho. Hasta el médico, en el repaso diario de abuelos – “cheking  de vejestorios”, llamo a esa ITV- me lo ha notado. Esta usted estresado, le ha subido la tensión desde ayer y anda con taquicardia. Hay que tomarse la vida con más calma, Inocencio. Aquí se viene a cambiar el punto de vista y a mirar todas las cosas con una cierta indiferencia, que no estamos para trotes.

Claro, dar consejos es muy fácil porque a él, no lo ha dejado plantado la rubia. De pensar, “a esta le doy yo como a cajón que no cierra” – dentro de mis posibilidades que son pocas, a verte tirado en medio del pedregal, compuesto y sin novia, hay un abismo y de ahí la subida de tensión y la taquicardia,  que estoy seguro de la causa y del efecto. En el fondo yo soy un semental, lloro por cualquier cosa. Perdón, un sentimental.

Tampoco voy a hacer de esto un poema elegíaco, ni las lamentaciones de Jeremías, ni el “De profundis” de Oscar Wilde, ni el llanto del profeta Oseas al borde del camino porque la mujer se le había ido con otro. No procede. Pongamos los pies en el suelo: estoy en un balneario de abuelos, estamos todos en las últimas, para que nos quite de en medio la guardia civil, y no es cuestión de volverse a estas alturas Gustavo Adolfo Bécquer, instalarse en el romanticismo más lacrimógeno y empezar con que “volverán las oscuras golondrinas en tu balcón los nidos a colgar”. Mierda.

Creo que he dado con la tecla. La rubia se ha pegado una excursión matrimonial, la rubia está casada y ha decidido volver a su casa porque las mujeres quieren estabilidad, sobre todo. Su casa, su sofá, sus muebles, sus utensilios y no andar de mudanza y en equilibrio inestable. Yo conozco a alguna que no se divorcia por no montar una mudanza, algo que siempre es un coñazo. Y a hombres que les pasa lo mismo que ya he dicho alguna vez lo que decía un suegro que yo tuve en la Vega Baja: “ Te casarás y tendrás mujer y le tocarás el culo. Y a los quince días, como que tocas el tuyo”.

Solo tengo una pregunta que me causa una zozobra inextinguible: ¿Qué ha hecho que la rubia se fije  en un abuelo caótico? ¿Tal vez mi sabiduría y mi prestancia? Entonces esta rubia ve menos que rompetechos. Habrá que ir al psicólogo del balneario a ver cómo se pasa este duelo, que esa es otra de mis increencias: ¿Hay técnicas para pasar duelos o cuando te dejan tirado como una colilla o tienes un trastazo de tres pares de cojones, hay que tomarse cuatro gin tonics y esperar a que escampe?  De momento y hasta que nos llamen a comer en este pre tanatorio, voy a empezar por una Alhambra verde  y ya veremos si sale el sol por algún sitio, porque no tendría gracia adelantar la llegada de la Parca colgándome de alguno de los pinos que nos circundan. Sigamos a Alejandro Dumas, como dice mi  amiga sabia Mercedes Biurrum: Para toda clase de males, hay dos remedios, el tiempo y el silencio.

¡La rubia ha vuelto! ¡Se ha producido el milagro! Algo quiere porque esto de ir y venir, volver a irse y venir otra vez, no es gratis.

¿Te has dado cuenta, querido  – y habla como si no hubiese pasado nada y me da medio pico a su llegada, que me vuelve a enervar como si mi testosterona fuese la de un chaval de veinte años. Mierda de ancianidad- Te has dado cuenta de la que hay liada? Todos los años, por el verano, los periodistas tenían que inventarse patrañas y noticias gilipollescas para seguir rellenando el papel en los periódicos. Ahora no paran de salir noticias y de tenernos con el alma en un hilo.

Me pongo semental otra vez, perdón, sentimental. ¡Qué problema tengo con algún término del vocabulario! Es que esta rubia me revoluciona y me humillo ante ella tirando piedras contra mi tejado porque una mujer jamás cede ante un hombre arrodillado.

A ver, cariño  – retomo mi discurso intentando parecer digno-. Este verano está siendo distinto, no te quepa ninguna duda. No se trata de las treinta guerras que hay esparcidas por el  mundo de las que casi nadie se acuerda, salvo las de Ucrania y Gaza. Se trata de la situación en este país.

Ya sabes  mi idea clave: la política es una guerra por el poder. En la guerra y en el amor todo vale. Yo, por ejemplo, para quitarte de tu vera a tu marido  – no sé si lo tienes, es solo un ejemplo, miento maquiavélico- haría cualquier cosa. En política, aquí y ahora, no es que haya extraños compañeros de cama. Es que hay, lo que dice el obispo, ese parguela perdido, hay uniones contra natura. No tienes nada más que ver, como se empeñan en articular una amnistía, que hasta el Supremo ha recurrido, cuando los amnistiados dicen que volverán a cometer el delito por el que les metieron mano. ¿Tu ves un atracador, un violador, un estafador…en la cárcel, que sea amnistiado mientras pregona que va a volver a violar, a atracar o a estafar? Pues si tú no lo entiendes, yo tampoco. Y ahora, como estamos atados en la libertad de expresión y la gente que escribe se autocensura, si dices esto en voz alta, te responden que te has instalado en la fachosfera.

¿Sabes que te digo, rubia? Que me la suda, que soy un viejo que nunca ha comulgado con ruedas de molino y no voy a empezar a comulgar ahora que ya tengo, hasta los dientes como perlas, escasísimos.

¡Ayyy, señor!  – exclama la rubia, arrobada-. Querida mía, el señor tiene poco que ver en esto, por más que la iglesia haya metido mucho la mano en la política toda la vida. No lo digo por eso, cariño, responde la rubia, y cuando oigo la palabra cariño en sus labios, se me vuelven a desatar los torrentes de la adrenalina. Lo digo como exclamación corriente y moliente, casi como una muletilla.

Fíjate, cariño, ahora que tú me has llamado así. Ayer en el Congreso tiraron por la borda dos leyes esenciales: la de extranjería y otra que hablaba del techo del gasto y es imprescindible para aprobar los presupuestos generales del estado para el año que viene. No te olvides que andamos sin presupuestos nuevos desde 2023, lo cual es un síntoma de debilidad de tres pares de cojones para el gobierno. No me meto con la señora del presidente para que no me llamen máquina de fango ni facha, pero  cada día me huele peor ese tema y cada día me recuerda más a Urdangarín y a Adolfo Guerra. Lo siento, pero me lo recuerda.

¿Qué ha sido ese rechazo a dos leyes que parecían imprescindibles? Un toque de atención importantísimo de todos los puigdemones: o nos haces al fugado del maletero presidente de la Generalitat o ya puedes ir tú preparando las maletas para salir de la Moncloa. Es el famoso adagio jurídico que vale desde el derecho romano: Do ut des. Yo te doy para que me des, porque aquí nada es gratis.

Columna de Manuel Avilés, escritor y funcionario de prisiones jubilado, para h50 Digital

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