Estoy pensando, antes de que sea más tarde y venga la Parca a recogerme, hacer un viaje en moto hasta Kiev. Pura curiosidad. Quiero ver si la capital de esa nación invadida por Putin, está igual de levantada – zanjas, hoyos, camiones, vallas, cortes…- que Alicante. Pensé que nuestra ciudad estaba acabada, pero no, la están haciendo ahora, con el turismo pateando las calles y unos y otros intentando pactos imposibles o esperpénticos para seguir en la Moncloa. Totum revolutum.
Hablando de turistas. Ayer, en el bar que hace esquina de la calle Mayor con la Plaza de la Santa Faz, al salir del ensayo del Coro del Colegio de Abogados, nos sentamos en la terraza: una caña y un botellín de agua, cinco con sesenta euros, mil pesetas de las de antes sin una miserable patata frita. Una clavada en toda regla. Pago con un billete de veinte euros y me dan la vuelta en monedas de veinte céntimos, un peso insoportable para un anciano. Llamo al camarero y le ruego: traiga el billete de veinte euros y le pago con tarjeta porque no me quiero llevar esta bolsa de monedas. No puede ser – responde el chico, no digo que era mulato y sudamericano para que no me llamen xenófobo ni racista, aunque he estado mucho tiempo trabajando en Sudamérica y fui feliz, magníficamente tratado y con grandes amigos allí de todas las razas y colores-. Aquí cobra una máquina – método de seguridad para evitar sisas y atracos, que los camareros no manejen pasta- da la vuelta como estima y eso no se puede volver atrás. Insisto en pagarle con tarjeta y se niega. Le pido el libro de reclamaciones y contesta: “no tenemos de eso”. Llamo a la Policía Local – impecables, serviciales, magníficos- y, tras una hora de reloj, traen la hoja de reclamación que no tenían los camareros. Impresentable. No hay más comentarios para Ibarra de la calle Mayor esquina a la plaza de Santa Faz. Clavada asegurada. Hoy voy a Consumo a presentar la hoja y a seguir su trayectoria. A ver si me piden cita previa y me la dan para primavera.
He repetido hasta la saciedad que soy feminista – de defender hasta donde haga falta la igualdad del hombre y la mujer, no la preeminencia ni el dominio de uno sobre otro. De propugnar que la mujer es valiosa, digna, libre y defendible en todos los terrenos y afirmar que cualquiera que agreda de cualquier manera a una mujer, o a un hombre, debe pagar por ello con el Código Penal aplicado con todo el rigor posible y hasta sus últimas consecuencias. Sin obviar – eso es innegociable por mucho lobby que se empeñe en presionar- ninguna garantía jurídica, ningún principio clásico del Derecho: igualdad, presunción de inocencia, valoración de pruebas, carga de las mismas et…
Esta mañana, con la gran Luz Sigüenza y en el programa de literatura he dicho alto y claro: Hoy hay mucha más censura que cuando Franco. Hoy Cervantes, Quevedo o Cela no habrían podido escribir sin acabar en los Juzgados.
En el capítulo XLV de El Quijote, un criador de puercos comparece ante Sancho, gobernador de la Ínsula Barataria. Afirma que tras vender unos cerdos y volver a su aldea tuvo relaciones con una mujer a la que “pagué lo suficiente, pero ella quedó mal contenta y no me ha dejado hasta traerme a este puesto y dice que la forcé” – copio textualmente El Quijote.
Sancho pide al ganadero una bolsa con veinte ducados – los mismos euros de mi pago en Ibarra con la vuelta en calderilla- y se la entrega a la mujer que se fue dando saltos de alegría. Acto seguido dijo al hombre: “Id tras aquella mujer y quitadle la bolsa, aunque no quiera, y volved aquí con ella”. – Copio El Quijote- “Partió el hombre como un rayo y fue a lo que le mandaba”. Volvieron ambos “más asidos y aferrados que la vez primera”. No pudo quitarle la bolsa. Lean El Quijote que siempre es una actividad recomendable. “Hermana mía – sentencia Sancho- si el mismo aliento y valor que habéis mostrado para defender esta bolsa, lo mostrades para defender vuestro cuerpo…”. Sentencia salomónica, que ahora no se pide – y yo estoy de acuerdo – resistencia heroica, pero ya El Quijote alumbraba el consentimiento que cree haber descubierto la Sra. Montero. Hoy escribe eso Cervantes y acaba preso en Argel.
Discuto a diario – discusión científica, nada de pelea tabernaria- con al menos treinta mujeres distintas y hasta puedo dar sus nombres si se me requiere. Si todas están de acuerdo en que hay un auténtico dislate en este asunto ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Insisto. Odio y rechazo cualquier violación, cualquier vejación, cualquier maltrato. Pero no podemos cargarnos, como toda le gente opina, al menos la mucha gente con la que hablo a diario, el principio de legalidad de un plumazo y dar mayor valor a la declaración de una mujer que a la de un hombre, a la palabra o al testimonio de una mujer que al de un hombre e incluso mayor valor a una testigo que habla de oídas que al hombre, por sistema. Eso es muy grave y mi libertad y mi honestidad me obligan a decirlo. Y si hay que ir a la cárcel, se va.
Me mandan un video – que pongo a disposición del editor- en el que una letrada madura y seria afirma: “Cuando una mujer denuncia a un hombre por violencia no necesita tener pruebas ni siquiera indicios. Solo con que no se contradiga en su declaración policial y en su declaración judicial, es suficiente para que un hombre sea condenado. Solo con su declaración”.
Ojo que soy consciente de la gravedad del hecho de que hay cincuenta o sesenta mujeres muertas al año y eso es insoportable. Soy consciente de que es un fenómeno contra el que hay que luchar denodadamente, pero sin saltarse las garantías jurídicas con la frase archisabida: estas conductas tienen lugar en la intimidad y vale solo con la palabra de la mujer. Lo he dicho mil veces: la mujer es buena, es honesta, es coherente, pero también las hay malas, falsas y deshonestas porque la teoría rousonniana de la bondad universal no me la creo. Ni para las mujeres ni para los hombres. Afirma la letrada – y no sé que nadie haya procedido contra ella- que amenazar con denunciar falsamente al hombre es una herramienta, para obtener grandes ventajas en los divorcios – pensión compensatoria, uso vivienda, custodia de hijos…-, más que habitual en nuestro país y eso es muy grave. Afirma esta letrada – de la que no consigo saber el nombre por mis sordera por defender a España en la mili, en artillería- que la fiscalía nunca deduce testimonio en los casos de denuncia falsa y eso – entiendo- se carga el Estado de Derecho, aunque según ella lo haga la fiscalía para no desincentivar a las mujeres que realmente son maltratadas.
El video, que pongo a disposición de mi editor, tiene en una esquinita ese toro embistiendo. Desconozco la emisora, pueden calificarla de facha, pero ahí está y la letrada que hace esas afirmaciones está con la cara descubierta y, parece, en posesión de todas sus facultades mentales y sus conocimientos jurídicos. Gravísimo. El hombre está indefenso.
En otro video, que también pongo a disposición de mi editor por si quiere sacarlo a la luz, un señor honorable, que afirmar ser magistrado dice: “Se está creando la sociedad del miedo. Las mujeres tienen miedo a los hombres porque son todos maltratadores, asesinos y violadores. Los hombres tienen miedo a las mujeres porque dicen: te arrimas a una, te pone una denuncia y te arruina la vida, te hunde sin haber hecho nada. Tienes que tener en cuenta un dato: si yo me pongo de acuerdo con tu pareja, esta noche no dormirás en tu casa y probablemente no volverás en una buena temporada. Y si tienes hijos, ya veremos si los ves y cómo los ves. No tienes que hacer nada. Si yo le digo a tu pareja cuatro pasitos que tiene que dar, cuatro cositas que tiene que decir, te garantizo que en un par de horas tu vida está arruinada, gracias a la ley que tenemos en este país”. Y esto lo dice un juez y lo tengo yo porque me han mandado el video y ese señor está a cara descubierta y nadie lo ha procesado ni expedientado ni destituido que yo sepa. Yo podría añadir algún caso más, flagrante con nombre y apellidos.
Por mi edad cochambrosa y provecta, no es muy fácil que sea ya objeto de este tipo de denuncias. No estoy para ser agresor de nadie sino para ser agredido más bien. El amor de mi vida, que me ha dejado y no me dice que me quiere, aunque yo sé que sí, sabe de sobra que me ahorcaría cien veces antes de darle media guantada o de forzarla de ninguna manera, pero… la situación de inseguridad jurídica es espeluznante.
Si algún día algo de eso – o parecido- me pasara, adoptaría la postura de los cínicos o de los estóicos, como Séneca, como Sócrates, como Epicteto, como Diógenes, como Antístenes: “señoría haga lo que quiera y lo que considere justo. En el actual estado de cosas, estoy condenado de antemano sin haber hecho nada. Conozco la cárcel de sobra. Después de cuarenta años en ella, no tengo el menor problema en volver. ¡Señor, llévame pronto!