Me cambio en el vestuario frente a mi taquilla, monto la HK y la meto en la funda. Me coloco la defensa en el tahalí y cojo la mochila. Hago una última parada en el baño, paro frente al espejo y me miro a los ojos. Observo todo lo que tengo a mi alrededor, a veces lo necesitamos para saber dónde estamos y qué hemos conseguido.
Soy policía y me dispongo a patrullar. Estaré 9 horas vigilando las calles.
Pero, ¿por qué? ¿Por qué no buscarme algún trabajo más cómodo? Un trabajo de 9 a 14 sentado en una oficina, por ejemplo. ¿Por qué decidí dejarlo todo y enfrascarme en una oposición que no me aseguraba nada? ¿Por qué me pierdo el cumpleaños de mi pareja? ¿Por qué no puedo cenar con mi familia en un día señalado? ¿Por qué no tengo un horario fijo? ¿Por qué tengo que aguantar los abucheos y faltas de respeto desde un balcón mientras hago mi trabajo? ¿Por qué no recibo el apoyo de mis jefes mientras me juego la vida cada vez que me subo a un zeta sin medios adecuados para mi protección?
Sencillamente porque nací para esto, no sé hacer otra cosa. Tener la conciencia más que tranquila de que estoy aportando mi granito de arena para que la sociedad sea algo mejor. Recibir por parte de los ciudadanos un “gracias” y una sonrisa por haberle ayudado en algo tan simple como parar el tráfico para que puedan cruzar la calle. Que un niño se ponga loco de contento cuando le saludas desde el zeta. Ser aplaudido desde los balcones por la gente mientras vitorean “VIVA LA POLICÍA NACIONAL”.
Cosas tan simples como esas. Cosas que te hacen sentir enorme. Que se te reconozca tu trabajo. Que te sientas importante en este mundo.
El vello erizado mientras resuena en tu cabeza, «POR TODO ESTO SOY POLICÍA».
Autor: @OpoBlogCNP