Es una clarísima evidencia que la pandemia ha afectado y sigue haciendo mecha en el equilibrio psíquico y mental. Personas anteriormente sin patologías depresivas empiezan a desarrollarlas. Y si hablamos de quienes padecen algún tipo de trastorno mental ,este se ve agudizado.
Factores como un futuro económico incierto incluso pueden llevar una depresión al riesgo de la vida. Mayores que hablan de guerra y hambre desarrollando un síndrome de Diógenes acumulando lo innecesario creyendo será útil en el futuro para posteriormente acumular basura. Nada que ver con los mayores, se ven impedidos y ven familia y amigos sin desarrollar empatía con ellos. Es precisamente esa carencia de empatía un rasgo psicopático, muy lejos del miedo a contagiar.
Por un lado, quienes tienen un familiar en UCI que pueden desarrollar una neurosis de angustia. No comen , están paralizados y en un estado de alerta continuo que continua en el tiempo. Escalofrío diario con la llamada del médico intensivista porque hay que agarrarse fuerte a la vida. Por otro, la delincuencia, que encuentra su caldo de cultivo sustrayendo móviles y carteras sin que la víctima se de cuenta. Penosa imagen de no pocos, jóvenes y de mediana edad , revolviendo en los contenedores en busca de sobras de comida y ropa u objetos que otros ya no dan valor.
Hablando de confinamientos, hay un capítulo especial que merece hacer mención, como quienes narran que viven con un o una psicópata. Es como un encierro en la misma cárcel con el enemigo. Se desarrollan síntomas de agobio, ataques de ansiedad atenuados levemente con deporte en casa con ejercicios gimnásticos o bicicletas. Se dispara el uso de ansiolíticos y antidepresivos sumándose al consumo de alcohol. Este cocktail explosivo hace desarrollar alucinaciones ,psicosis ,agresividad y también aflorar psicopatías encubiertas que afloran con agresividad.
No podemos obviar el trastorno límite de personalidad o bordeline. Lo que en principio parece un problema de neurosis traspasa ese límite y se produce un brote psicótico pudiendo peligrar la vida del afectado como de menores les acompañen y sean vistos como estorbos en su relación por ser de relaciones anteriores. En otra vertiente la persona obsesiva tendrá que adoptar nuevas ritualizaciones o conductas repetitivas que crean una ansiedad magnificada y autolesiones.
También la convivencia con quien maltrata es una bomba de relojería al no poder escapar para ciertos lugares como cuando no había pandemia. La irresponsabilidad de fiestas sin respetar número de participantes ni distancias ni uso de mascarillas no sólo es de jóvenes. Antes de Navidad pandillas, todas de no convivientes y de 30 lugares distintos se han reunido no acordándose de su familia que posteriormente se vio contagiada.
En resumen ,podemos hablar de un auténtico síndrome post traumático con origen en este virus tan destructivo. De ahí síntomas como agorafobia o pánico a salir a la calle ,mareos ,pesadillas ,fobias a lugares y al contacto con seres humanos .Suele durar un año pero en este caso nos quedará grabado un año fatídico, 2020. Muchas veces hago mía la frase del poeta Machado que afirma que “de cada diez cabezas nueve embisten y una piensa”. Por eso ,nuestros ángeles en la tierra ,las Fuerzas de Seguridad no pueden con todo. Sin embargo hacen milagros en el control de situaciones y de cumplimiento restricciones. Al pie de la batalla, exponiendo su vida.
En esta era sin ilusión ni motivaciones unámonos todos para descubrir el motivo más importante ,LA VIDA Con mayúsculas.
Autora: Pilar Enjamio | Psicóloga