Nunca pensé que llegaría a escribir algo similar. En estos tiempos aciagos hay un sector de la población que no se identifica con muchas de las banderas, (y hasta con la bandera misma), de nuestra querida España.
Actos, costumbres y tradiciones que están tatuadas en nuestro ADN, naturales como los andares de cada persona, son cuestionadas y atacadas con el insano objetivo de crear una idiosincrasia diferente, algo prefabricado que pretende ser más adecuado a movimientos ideológicos nacidos de la extrema izquierda. Estos movimientos se erigen sobre la ciudadanía creando una nueva escala de valores, escala que se inocula en las psiques de los ciudadanos por diversos canales, todos controlados por estos movimientos. Una tentativa dictatorial por fascículos.
Nunca pensé que a muchos españoles les llegara a molestar su bandera, identificada por algunos como un instrumento ideológico dictatorial, sus tradiciones, sus costumbres y hasta su historia. Menos aún esperaba que fuera el propio Gobierno de la nación el que fomentara esa desafección, hasta el punto de plantear una cruentísima batalla contra la esencia de nuestra sociedad, contra la historia que nos ha traído aquí.
Las armas son diversas, el campo de batalla está en cada casa y los combatientes somos los propios ciudadanos. Nunca, desde la transición, un Gobierno vulneró la Constitución con tanto descaro y con algo mucho peor: total impunidad. Hemos visto como el férreo y ultraprotegido sistema de derechos fundamentales ha caído como un castillo de naipes al soplido de un Gobierno que, ocultado en una terrible pandemia, ha destruido el escudo jurídico de estos derechos.
Nuestros derechos fundamentales, regulados con mayorías cualificadas y reservados al mayor grado de capacidad legislativa del que es capaz del poder Legislativo, (Leyes Orgánicas), se ha mostrado incapaz de “pelear” contra un poder Ejecutivo desbocado. La convicción con que sorpresivamente ataca un combatiente puede hacer caer al mayor y más preparado de los ejércitos, el nuestro está en shock y flanqueado.
Y ya demostrada la fragilidad de la propia Constitución no es extraño que aquellos que no vieron satisfechas sus expectativas ideológicas con la transición surjan como setas intentando destruir todas aquellas tradiciones que condenan por no ser adecuadas a su idea sectaria de país. Y lo peor, la amenaza se cierne sobre todos y nace de quienes Gobiernan la nación.
Estamos en jaque, con el Rey huyendo casilla a casilla mientras los peones siguen cayendo uno a uno intentando ser reinas.
Autor: Pablo Cambronero | Diputado XIV Legislatura del Congreso de los Diputados. Analista de Interior y Policía Nacional