Mi primer contacto con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado fue en Burgos, mi primer destino. Era el año 2009 y yo acababa de ingresar en el Cuerpo de Abogados del Estado. No me escondo. Me bastó asumir su defensa en un solo caso para enamorarme de una Institución que constituye un pilar básico de nuestra Democracia: el Cuerpo Nacional de Policía.
Mi abecedario empieza por la Zeta. Porque fueron ellos, los agentes de Seguridad Ciudadana, quienes hicieron posible uno de los mayores privilegios que he vivido como Abogado del Estado: convertirme en su binomio judicial.
Durante los dos años siguientes fueron más de 200 juicios celebrados en Burgos defendiendo a Policías Nacionales, todos ellos con resultado absolutorio o archivados durante la instrucción. “Lo que siento antes de subir a la palestra lo definieron en una escena de la serie Peaky Blinders como el minuto del soldado. «El pasado no me inquieta y el futuro me inquieta menos aún, solo me inquieta este minuto; el minuto del soldado. En una batalla no hay nada más, un minuto en el que llega todo a la vez, todo lo anterior no existe, y todo lo que le sigue, tampoco».
Presa de ese espíritu, como el del toro removiendo la arena avisando de que va a embestir, era impresionante la imagen de ese recorrido hasta los juzgados. Yo iba en la cabecera, siempre un pasito por delante, ya que más que caminar lo que hacía era flotar, y mis agentes uniformados detrás. La estampa era de concentración absoluta, pero transmitía que ya habíamos ganado; ese era mi empeño.
Antes de salir del despacho siempre les soltaba la misma arenga: «Tenedlo muy claro, hoy es el día, por fin ha llegado. Hoy tomamos nosotros la palabra y lo que vamos a hacer es disfrutar ahí dentro».” Nunca imaginé que yo escribiría un libro. Pero lo he hecho y se acaba de publicar. Lo que es una evidencia es que si yo escribía un cuaderno de viajes, como es “Soy Macarena”, en esas páginas tendrían un capítulo muy especial las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Porque he sido, soy y seré su binomio. En la justicia y en la política. Pero también en la calle.
En octubre de 2017 salí a manifestarme con miles de españoles por las calles de Barcelona. Porque hay momentos en la historia en los que uno tiene que definirse. Y mi posición es clara: Orden y Ley. Salí a la calle para situarme al lado de la Democracia frente aquellos que habían atentado contra ella. Salí a la calle para gritar a los agentes del Cuerpo Nacional de Policía, a las puertas de la Jefatura en Vía Laietana, que no estaban solos. Que ellos eran nuestra Policía.
Todos pudimos ver las imágenes dantescas de esos días aciagos en Barcelona. Cuando terroristas callejeros sembraban el caos e incendiaban las calles. Pero allí estaban ellos, la delgada línea azul, los agentes de la Unidad de Intervención Policial (UIP), para poner sus cuerpos entre el orden y el infierno. Hoy, 6 años después, esos mismos agentes vuelven a cumplir con su deber. Sin más militancia que el Orden y la Ley. Pero al señalamiento que están sufriendo, los golpes y los insultos se suma un dolor añadido: quienes los profieren no visten la estelada, la bandera independentista catalana, sino la bandera de España, la misma que lucen con orgullo en sus uniformes.
Nuestro país atraviesa una grave crisis social e institucional. Que el descontento de una parte de la población se haya trasladado a las calles no es algo que debamos criticar puesto que se trata de un derecho, el de manifestación, reconocido y garantizado en nuestra Constitución española.
El problema es que algunos han visto en ese descontento social una oportunidad para sacar un beneficio político. Y el precio que tienen que pagar, que han aceptado pagar, para sembrar el caos que buscan es convertir ante la ciudadanía a los que antes eran “nuestra Policía” en la “Policía de Marlaska”. Enfrentando al pueblo contra los agentes de la UIP. Señalando a los agentes del Cuerpo Nacional de Policía como los “perros de Sánchez” y colocándoles en el centro de la Diana de la enorme crispación social y política que hoy vivimos en nuestra Nación. No.
Ni antes eran los piolines de Zoido ni hoy son la Policía de Marlaska. Y llamar a la insubordinación policial, trasladar a la opinión pública que los agentes están cumpliendo órdenes ilegales, es una auténtica irresponsabilidad. Si los agentes de la UIP se quitasen hoy el casco y se colocasen al lado de los manifestantes en Ferraz actuarían igual que lo hicieron algunos Mossos en Cataluña en octubre de 2017. Perdería la Democracia. Porque es nuestra Democracia lo que defienden los agentes cuando mantienen la línea. La delgada línea azul. Sin más militancia que la Ley y el Orden cuando visten el uniforme.
Algunos han hecho de Ferraz una PASARELA. La pasarela Ferraz. Porque para ellos la amnistía es lo de menos. Una pasarela por la que desfilan políticos que, cuando se acerca la hora de las complicaciones, como cada noche, huyen de la manifestación por un lateral abandonando a esos ciudadanos que les han recibido con aplausos. Son tan cobardes que van con escoltas, prenden la mecha y cuando va a explotar se van y dejan a la gente allí a la intemperie.
Pero si pensábamos que lo más esperpéntico que íbamos a ver estos días era mezclar rosarios con muñecas hinchables, es porque a algunos se nos hacía inimaginable que los políticos pudieran convertirse en sherifs. Así es la pasarela Ferraz. Todo está permitido en beneficio del espectáculo político. Incluido que un político pueda entorpecer la labor policial, carnet de político en mano y rodeado de escoltas, para, a la voz de ordeno y mando, dar lecciones operativas a los agentes de la UIP desplegados en las calles.
¿Qué será lo siguiente en la pasarela Ferraz? ¿Patear a los agentes? Porque eso ya lo hemos visto en otros políticos. Pero se supone que los que hoy señalan y ponen en la diana a los agentes del Cuerpo Nacional de Policía eran de los nuestros. De los de la Ley y el Orden. Es política. Solo política. Nada personal. Pero eso nos resulta difícil de digerir a quienes, como es el caso de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, nos regimos por códigos de honor y lealtad. Cuando todo esto pase y la Democracia venza a la sinrazón, porque yo quiero seguir creyendo en mi país y en los españoles, estarán los que mercadearon con el caos, y los que nos mantuvimos firmes en la defensa de la Justicia, del Imperio de la Ley y de la Policía.
Y esto va por todos los políticos y todas las formaciones, a un lado y al otro del hemiciclo. Yo he podido ser contradictoria muchas veces, lo admito, pero sí que puedo decir sin temor a ninguna hemeroteca y con mucho orgullo que siempre me he mantenido firme en la defensa de la Policía y la Justicia. Es ley de vida: en los momentos malos en los que se ve cuando están los buenos amigos, pues en los momentos de caos, de incertidumbre y de tensión es donde se ve las costuras y los verdaderos ideales de la gente.
Se ve quien se cree de verdad a la patria y quien utiliza a la patria para sus ensoñaciones antidemocráticas y desprestigia a los que ayer alababa por defenderla. Habrá a muchos Policías a los que la amnistía les parece un atropello, al igual que a muchos Abogados del Estado, Fiscales, Guardias Civiles, pero ellos tienen claro que la insurrección no es el camino. Porque saben que son parte fundamental del engranaje del suelo de convivencia sobre el que caminamos y son muy conscientes de que por encima de las decisiones de cualquier político está el poner orden en el desorden.
La delgada línea azul es la que guarda y preserva el orden del caos, la convivencia del enfrentamiento, la sociedad de la jungla. Por eso yo estoy con ellos, con la misma intensidad con la que estuve siendo su binomio en Burgos cuando estuve defendiendo judicialmente los Zetas, con el mismo respeto y admiración que cuando los servía en juicio, con el mismo ímpetu que cuando estaba en Vox y traté de llevar su voz a la política como Secretaria General del Grupo Parlamentario y Portavoz de Interior en el Congreso de los Diputados.
Porque estar con la Policía, con el Rey o con la Democracia, es estar con España. Y España, al menos para mí, está por encima de cualquier político. Ser patriota de verdad es cumplir con tu deber como hace la Policía. Los que hoy mezclan discursos para soltar su baratija populista y cantan cosas como “si tienes un hijo subnormal, no lo trates mal, hazlo policía nacional” o “con los moros no tenéis cojones” son los mismos que no tendrían pelotas de aguantar lo que aguantaron los agentes en Cataluña en octubre de 2017. Saldrían corriendo como nenazas.
Ni eran los piolines de Zoido ni son la policía de Marlaska. Son los que te protegen, te cuidan y te salvan. Por encima de ideologías. Afortunadamente para todos. Sin más militancia que la Ley y el Orden. A vosotros, agentes, a vosotros y vuestras familias, esta noche oscura también pasará. Fuerza y Honor.
Muchas gracias por tus palabras y tu reconocimiento
Muchísimas gracias, de corazón. La gente no entiende que claro que nos apetece hacer una cosa u otra, claro que nos apetecería. Pero nosotros SÍ que ponemos el interés general, la ley, por encima de nuestros deseos. Y conforme a ley, se hace lo que se tenga que hacer… aunque apeteciera, muchas veces, hacer lo contrario o girarse 180° grados…
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