“Minutos de silencio” es un breve relato basado en hechos reales que cuenta cómo dos infiltrados de Inteligencia de la Guardia Civil se las ingeniaban en el País Vasco para descubrir y detener a objetivos terroristas durante los llamados años de plomo.
Era de madrugada, una madrugada lluviosa y fría como es normal en el norte. Ataviado con el uniforme de limpieza, barría con desgana unas hojas en la acera y veía a mi compañero al final de la calle haciendo lo mismo, él fumaba, lo hacía porque era parte de la operación.
Semanas atrás empezó la operación, esta vez tocaba viajar a un pequeño pueblo de Bilbao, lo que hace que el trabajo sea más peligroso a la par que bonito ¿Nuestra misión? Siempre es la misma pero nunca igual, teníamos que localizar y averiguar datos sobre posibles terroristas.
Cogimos un coche pequeño y antiguo, perfecto para pasar desapercibido, un maletín con herramienta variada, un par de sacos de cemento y cascos por el maletero, así no levantaría sospechas para movernos por el pueblo. La primera noche fuimos a un bar céntrico cerca de nuestro objetivo, tras pedir unos “katxarros” y un buen bocata estuvimos hablando de la dura jornada laboral que llevábamos a nuestra espalda. Cuando apareció una persona que nos era conocida, yo estaba dando la espalda a la pared y mi compañero frente a mi, al hacerle una señal limpiándome las manos con la servilleta, sabía lo que tenía que hacer.
Se levantó discretamente y fue al baño, mientras yo observaba a uno de los objetivos. Tenía que estudiarle, saqué la libreta del bolsillo que estaba llena de números, supuestas cuentas de dinero, medidas de suelo, paredes… Apunté la cifra 2210, era la hora en la que había entrado y a su lado un 1 cercado con un círculo. Observé que pidió una cerveza y un pintxo, no iba a tardar mucho en irse.
Tras tres minutos en el cuarto de baño mi compañero salió, se sentó frente a mí y le dio un mordisco al bocata. Al minuto, una mujer salió corriendo diciendo al camarero que no paraba de salir agua del baño de hombres. Al instante me levanté y pregunté que ocurría, advertí que nadie se acercase por lo que pudiese ocurrir, por suerte nadie se había fijado en que mi compañero había ido anteriormente al cuarto de baño. Le dije al camarero que no se preocupase, que yo le echaría una mano y que iba a mirar la avería, tras el revuelo por la salida de tanta agua y el olor a tubería la mitad de la gente se fue del bar. Nuestro objetivo también, eso estaba dentro del plan. Cuando se fue, mi compañero rápidamente cogió el vaso de donde había bebido dejando sus huellas dactilares y su ADN plasmado, sacó una bolsa estanca e introdujo el vaso en el mono de trabajo.
Vino a ver si podía ayudarme y me comentó que tenía que ir a por unas herramientas al coche para arreglar el destrozo causado, al llegar al coche introdujo el vaso en el maletín donde no había nada y sacó un par de llaves inglesas del maletero. Una vez taponado temporalmente el destrozo le comenté al camarero que éramos albañiles, estabamos haciendo chapuzas y nos ibamos a encargar nosotros de la reparación a mitad de coste, con la condición de desayunar, comer y cenar en el lugar. Se sorprendió pero aceptó sin más miramientos.
Primera prueba pasada, el vaso se envió al laboratorio y al día siguiente teníamos los resultados, era la persona que buscábamos, teníamos dudas de que fuese él y había que ingeniárselas para obtener una prueba, de la otra persona también pidieron pruebas así que tocaba improvisar, para variar.
Al día siguiente Koldo, que así es como se hacía llamar mi compañero, pidió un café, estabamos ahí al minuto de abrir el dueño. Tras servirnos un par de cafés nos pusimos manos a la obra. El dueño del bar nos invitó al café ya que le ibamos a hacer el trabajo a mitad de coste. Teníamos conocimiento de que el segundo objetivo venía a desayunar todos los días sobre la misma hora. Entró una persona de rasgos similares al objetivo, el dueño le saludó por su nombre de pila así que ya no había dudas de que era él. Saqué de nuevo mi libreta y apunté 0715 la hora que había entrado y esta vez un 2 rodeado por otro círculo.
Bebiéndose el café mientras ojeaba el periódico coloqué el maletín con las herramientas a un metro de él. Por cierto, no os lo había comentado pero nos tuvimos que caracterizar para esta operación. En mi caso llevaba debajo del mono una barriga postiza, parecía que pesase veinte kilos más y daba un calor que no os lo podéis imaginar, debajo de la gorra salían unos pelos largos despeinados y algo sucios, la verdad que la peluca no era de muy buena calidad, la barba de varios días desaliñada me daba un aspecto un tanto sucio. En el caso de Koldo fingía una leve cojera y su mono de trabajo era tres tallas grandes pues debía guardar material, él llevaba una perfilada perilla y bigote junto a unas gafas que no le quedaban especialmente bien.
A lo que iba, mientras se bebía el café sacó un cigarro, tirando la ceniza al suelo…
– ¡Aupa txiki que tenemos el baño lleno de mierda como para limpiar aquí también, hazme el favor de echar la ceniza al cenicero joder!
Se quedó tan asombrado viéndome la cara de mala hostia que ni rechistó, le puse el cenicero al lado y fue tirando la ceniza. Al acabar el cigarro dejó la colilla en el cenicero, estaba atento y cuando iba a coger el camarero el cenicero le dije que ya me encargaba yo, no era molestia tirarlo en nuestra bolsa de basura. Así que llamé a Koldo y le dije, haz el favor y tira esto que molesta, se lo llevó a la bolsa de basura que teníamos en el baño, se puso unos guantes para no contaminar la colilla y cuando la echó en la bolsa estanca salió al vehículo en busca de otra herramienta.
Cometió un error, salió con prisas y se le cayó el guante de latex que se puso al coger la colilla, el camarero y el objetivo se extrañaron al verlo. Rápidamente les miré y dije…
– ¡Aiba la hostia! ¿todavía sigues usando esas mariconadas de guantecitos por el olor a tabaco? Como se nota que no eres de Bilbao joder, el día que se te quiten las tonterías hablaré con tu padre para que me ponga a tu hermano, a ese no le da miedo ensuciarse y menos que la parienta le eche la bronca al llegar a casa -. Por suerte, los dos empezaron a reirse mientras mi compañero marchaba.
Para eso está un veterano, para cubrir los errores del novato y salir airoso de estas situaciones. Nuestro objetivo se fue y apunté 0745 la hora en la que marchaba. A la tarde nos dieron el resultado de laboratorio y era positivo, nuestros dos objetivos estaban fichados.
Estuvimos tres días más arreglando el destrozo del baño, día tras día el número 2 iba a desayunar y el número 1 iba a cenar. Cuando salía el número 1, uno de nosotros salía a fumar, coger o llevar herramientas o simplemente a tomar el aire, de ese modo confirmamos el lugar donde residían ambos.
El tercer día, era viernes y por sorpresa ambos se presentaron a desayunar. Nos sorprendió y le dije a Koldo que diese martillazos a lo que fuese para hacer ruido, no era normal que se juntasen, seguramente querían planear algo. Por el ruído del martillo tenían que hablar alto, así que de ese modo mientras preparaba el material y apuntaba medidas falsas en la libreta, me enteré de que esa noche iban a partir a otra ciudad para cometer seguramente un atentado.
Esa sensación de sudor frío y un nudo en el estómago no es descriptible, teníamos que hacer algo y ese mismo día. Cuando se fueron del bar llamé directamente a mis superiores y les informé de las novedades.
Al dueño del bar le comenté que esa misma mañana acabaríamos, la cisterna estaba ya bien y la tubería arreglada. Todo era falso, cuando entró Koldo al baño lo que hizo fue derramar una botella de agua mezclada con un producto que hacía un olor bastante desagradable, él pocas veces salió del baño pues lo estaba “arreglando”, lo que hacía realmente era tomar notas de la vestimenta de los objetivos, lo que se tomaban, donde iban cuando salían del bar, matrículas de vehículos, número de portal… Ese era su trabajo, encerrado en el baño mientras daba golpes de martillo a una placa cerámica o sentado en el propio váter viendo las horas pasar. Recogimos todo el material y limpiamos el baño del polvo que habíamos echado, no volveríamos por ese bar durante un largo tiempo. Al dueño del bar le dí un albarán falso y me despedí agradeciéndole el trato recibido.
Como comenté al principio, era de noche y seguía lloviendo lo que era bueno y malo. Malo porque a mi compañero no le gustaba el agua y bueno porque nos podíamos poner las capuchas del uniforme y nos tabapa el pasamontañas en nuestra cabeza que estaba a forma de gorro. Era la 01:30 de la mañana y mi compañero miraba incesante al portal mientras fumaba lentamente, a unos 50 metros estaba yo limpiando otra calle.
En mitad de la calle había una furgoneta de grandes dimensiones con un equipo de la UEI preparado para actuar. Poco a poco nos ibamos acercando entre nosotros y alejándonos, él seguía fumando hasta que en un momento se le cayó la escoba dando un golpe en el suelo, le miré y vi que echaba el cigarrillo al suelo. Era la señal, se había apagado la luz de la casa y encendido la del portal, significaba que iban a bajar para ir a su vehículo.
Nos fuimos acercando al portal limpiando los restos de hojas, nos juntamos y nos pusimos a hablar, salieron y nos dieron la espalda, se pusieron a andar, momento en el que dejamos la escoba en el suelo y nos colocamos bien los pasamontañas. Sacamos ambos nuestra arma de fuego y al grito de “Alto, Guardia Civil” salieron los verdaderos “caras negras” de la furgoneta. Los terroristas se dieron la vuelta y en un abrir y cerrar de ojos los operativos y nosotros nos abalanzamos contra ellos inmovilizándoles. Ni un disparo, solo un grito más alto que otro, a los 10 segundos apareció otra furgoneta negra por la calle, paró frente a nosotros se abrieron las puertas y entramos en su interior con los terroristas esposados y dos operativos de la UEI por lo que pudiese pasar.
En menos de un minuto nos largamos del lugar, justo antes de que empezasen las ventanas a subirse y la gente a mirar por ellas, dos furgonetas se alejaban rápidamente a toda velocidad.
Autor: RO-1 (@undercover_Camo)