Columna de Ricardo Magaz en h50 Digital Policial. “CRÓNICAS DEL NUEVE PARABELLUM”.
“El padre de Caín” es una miniserie de dos capítulos emitida en Telecinco sobre los sanguinarios años de plomo de la banda terrorista ETA en Guipúzcoa. Dirigida por Salvador Calvo e interpretada por Quim Gutiérrez, el joven actor encarna a un guardia civil del cuartel de Intxaurrondo, conocido como Fort Apache por los ataques que soportaba con granadas de mortero, ametrallamientos y coches bomba.
Novela policíaca homónima
Basada en una novela homónima de Rafael Vera, secretario de Estado de Seguridad en época del Gobierno de Felipe González, condenado luego a prisión por el caso GAL, la serie resulta lenta en su desarrollo, mediocre en el contenido e inverosímil en los modus operandi…, como el libro. No así los reportajes de antes y después de los episodios que aportan opiniones jugosas. Tal vez las expectativas que suscitó el marketing de la miniserie pusieron el listón alto y el desencanto fue mayor, pese, y eso es innegable, a la gran audiencia que tuvo. Calidad e interés no siempre van de la mano.
Miedo en el cuerpo
Por esas casualidades que en ocasiones ofrece la vida, vi grabar una parte de las escenas de “El padre de Caín”, pero no en el País Vasco como sería de esperar, sino en pleno casco viejo de Oviedo, en la calle Mon, donde los productores recreaban el paisaje de San Sebastián porque seguramente, no me cabe duda, les atenazó el miedo y les faltó determinación para plantar las cámaras en Donostia.
Están en su derecho de rodar donde juzguen oportuno, por supuesto, pero dice muy poco a favor de la credibilidad de la TV movie y de sus responsables que se dé gato por liebre al espectador haciendo pasar Asturias por Guipúzcoa, escudándose en los títulos de crédito finales.
¿Qué podía impedir que la cinta fuera grabada en las plazas del País Vasco? ¿Abaratar costes? Ojalá esa fuera la razón de que una empresa, después de barajar números, tomara la decisión de optimizar sus recursos. Grandes películas se han rodado en localizaciones ajenas a la trama sin que suponga ningún problema. Pero no, no nos engañemos, “El padre de Caín” evitó las calles de Euskadi por temor.
Mudez de los cementerios
Sin duda, la guerra sucia del GAL demoró la derrota de ETA, amén de darle oxígeno a los terroristas y a sus herederos intelectuales para retorcer la historia, adaptar el lenguaje a la medida de sus necesidades espurias y tratar ahora de reescribir un relato de hechos ignominiosos para las víctimas. Con ello los criminales justifican el tiro en la nuca y descargan la conciencia de quienes detrás de los visillos de las ventanas hacían oídos sordos a las ráfagas de metralleta porque los muertos “eran maketos”. Es duro admitirlo, en efecto, pero a estas alturas nadie que sea honesto puede negarlo después del sufrimiento originado con casi novecientos muertos en la mudez de los cementerios.
Años de plomo
El miedo es libre. ETA, derrotada por la acción policial al cabo de medio siglo de terror ya no asesina, pero en Euskadi aún funciona la ley del silencio, el amedrentamiento y los homenajes públicos a los terroristas que salen de las cárceles. Ese silencio que nos golpeaba a los policías en los comienzos de los 80 cuando, en los peores años de plomo, éramos corderos de matadero en manos de los carniceros y del cruel mutismo de una grandísima parte de la sociedad local que fingía para no ver la sangre en el asfalto, frente a sus casas…, hasta que la banda empezó a atentar contra algunos políticos vascos valientes, entre otras víctimas. Luego las cosas comenzaron a cambiar lentamente, es cierto. No obstante, y pese al tiempo, ¿alguien duda de que hay miedo hoy en las aceras del País Vasco?
Dicho quede para la memoria de los justos y contra el olvido
Los ‘modus operandi’ del libro…, como de la película estuvieron asesorados por agentes y mandos de la primera línea de la lucha contra la banda asesina de ratasd etarras. Quizá este señor estaba, si lo estaba, calentito sentado en una mesa burocrática.