Ya he avisado de mi marcha, pero nunca diré adónde me piro. Quiero vivir los años que me queden -pocos y no tengo ni la menor inquietud, me la suda que sean pocos- quiero vivirlos en la paz de Horacio o de Fray Luis de León: “Beatus ille”. Y, aviso, si las triquiñuelas de los políticos que arruinan el país a base de comisiones y mordidas, de transferencias a golpistas y sacos de dinero por unos votos para sujetar sillones, me dejan sin la pensión que me he trabajado cuarenta años – más unos cuantos que pasé explotado en una fábrica de plástico sin cotizar, cuando los niños doblábamos la espalda en la España franquista-, ningún problema, atracaré como los anarquistas de principios del siglo XX. ¿Hay que ir a la cárcel por eso? Perfecto. Nos ahorramos el asilo y lo mismo nos da estar vigilados por Sor Copón y Sor Gestapo, que por el Tristón y Mortadelo. Dirigidos por el Peladilla o por la Madre Torquemada.
Hoy me han subido la tensión, la adrenalina y todos los marcadores tumorales, del rebote que he pillado leyendo los periódicos. El llamado caso Koldo, ya lo avisó la ex mujer de Ábalos cuando afirmó: “este lo va a llevar a la ruina”, sigue extendiendo su mancha de aceite negro y contaminado hasta salpicar a todo el que se arrima o andaba por allí cerca.
Lógicamente la derecha, que tiene mucho que callar, intenta sacar tajada y la está sacando porque en las encuestas dispara su distancia con los socialistas. Estos fían su remontada a la gestión del pacto con Puigdemont y a que la gente olvide a Ábalos y a Koldo. ¡Estamos arreglados! Un setenta por ciento del país no entiende la amnistía ni la aprueba. En absoluto la ve como algo que busca el bien común y sino más bien como una ley ad hoc, oportunista para salvar al amiguete que le asegurará el sillón los próximos cuatro años y eso la gente lo castiga. Lo castiga la gente y lo va a castigar Ábalos que se ha encastillado en el Congreso “para poder defenderse”. Vamos a ver en qué consiste esa defensa porque parece que está planificando la misma cargando la escopeta.
En política, como en la guerra todo vale y todo el mundo anda tentándose la ropa y recurriendo al Paleolítico si hace falta. Ya mismo la gente andará remontándose hasta el caso del aceite de Redondela, al caso Matesa o a la organización de los Guerrilleros de Cristo Rey. Tiempo al tiempo. Unos hablan de las reuniones de Tellado, otros hablan de varios ministros y de la Presidenta del Congreso que han comprado mascarillas a la trama “full de Estambul”. Hablan de las cuarenta maletas de Delcy Rodríguez con mil rumores sobre su contenido. En fin, que entre el gobierno y la oposición, entre el gobierno y sus apoyos hay más trampas que en una película de chinos. Todos pretenden usar las tramas y las trampas, cada uno en su beneficio, para hundir al contrario y mientras tanto, los ciudadanos, andamos como oveja sin pastor y con las prestaciones bajo mínimos. Pregúntenle a los afiliados a Muface, por ejemplo, que van al médico que los atendió de un cáncer para revisar su estado y se encuentran con que el médico ha huido, al parecer, porque pagan una mierda. Claro si compran mascarillas falsas para repartir dividendos no hay para pagar bien a los cancerólogos. Mecagoentoloquesemenea.
Sánchez está herido. Lo dije hace unos días y lo repito. Es listo, es echado para adelante. A ver cómo sale de esta. No vale decir “ya encarrilaré la legislatura porque falta mucho para las próximas generales”. Mira el palo de Galicia y vamos a ver qué pasa en las europeas. Y todo por no filtrar a quien colocas e ignorar que un portero de puticlub no puede ser asesor ni consejero de nada por mucho que vaya con el puño y la rosa en ristre, a toda hora, fardando de socialista puro. A ver si escampa, rezan por los pasillos del Congreso y los más diversos ministerios, esperando no se sabe bien qué ayuda ni de qué dioses.
No cumplo mi promesa de no leer ni un periódico más. Me puede el olor a tinta y a rotativa. Los efectos de la política catalana de Sánchez – lo he dicho mil veces, repasen mis artículos-, ya se ven en el País Vasco. Un maketo como Pradales Gil, se siente tan abertzale como López Ruiz – Kubati, dicho sea sin ánimo de comparar salvo los apellidos vascos-. Como andan con el canguelo de que gane Bildu, siguen apoyando a “Maixabel” y negando que se ruede la película “De prisiones, putas y pistolas”, la historia real de la Vía Nanclares, que inventó Antonio Asunción y al que jamás han reconocido lo que hizo por España y Euskadi. Ahí tienen a Pradales siguiendo la estela de Puigdemont, un maketo burgalés que se siente solo vasco. El Estado Desguazado. ED.
Mi amiga Ángeles Escrivá, preciosa mujer, inteligentísima persona, excelsa periodista, escribe este domingo para darme la puntilla y acabar de cabrearme. El año horrible de la pandemia, un tal Aldama, “ganó cinco millones de euros en porcentajes presuntamente ilegales por las mascarillas contra el covid… y se compró un Ferrari”. Ya lo ven y yo pagando a plazos una sortija que el otro día vi, en la mano a que se la regalé, pero posada esta en el cogote de otro. ¡La madre que me parió! Juro no fundar nunca nada más ni comprar nada a plazos, que luego me pasa como a aquel que le pagó a la novia para ponerse una pechuga de la talla ciento diez y le quedaban veintidós plazos cuando esa delantera la recorría un contrario. No seamos machistas. Disfruten el dicho alicantino: lo regalado por lo festeado. Este Aldama es el prototipo de el hombre modelo norteamericano. Gran conseguidor, que encima fue condecorado por Interior. Acojonante.
Dejo de leer para evitar el infarto y me subo a la moto con mis amigos integrantes del lumpen del asfalto. Vamos seis y entre todos no sumamos ni cien euros para comer. Tras una ruta mediterránea agitada por el viento gélido que nos llega de la España nevada aterrizamos en Murcia. Los moteros ya no son lo que eran, salvo en el hecho de viajar sin un duro. Los que eran tíos duros que comen raciones de panceta y beben latas de cerveza a morro, se han convertido en “moñazas”. Visto lo visto yo, también salgo del armario cualquier día de estos antes de palmarla.
Entramos en un japonés. Oscuro. Con luces azuladas y música ambiente. Si no me dieran asco los tíos gordos y con barbas, tipo Trompo, me habría cogido a él y lo había sacado a bailar allí mismo. El problema habría sido abarcarle el talle.
La chica del restaurante nos dice que para pedir la comida hay que usar una aplicación informática. Oiga que yo tengo dieciocho euros y ni puta idea de ordenadores. A mi tráigame un folio con los precios. Pediré lo justo para no tener que salir por piernas haciendo un “simpa”. La tía se enroca y dice que sin aplicación no hay comida. Le dpy los dieciocho euros y me trae un plato, con la base de hielo picado, en el que no se distingue lo comestible de lo que no lo es. Pregunto pidiendo una aclaración y me responde que es un plato decorado. Le echa un líquido y aquello empieza a echar humo. Cuando intento darle un chaquetazo con la chupa de cuero, la japonesa me para y me dice que es nitrógeno. Caigo de rodillas con mi oración favorita: ¡Ay Señor. Llévame pronto!
En la oscuridad de ese comedor que más parece el puticlub del portero Koldo, intento distinguir lo comestible de la decoración del plato – adjunto foto- y me parto un diente y dos empastes porque muerdo una escalera de adorno que intentaba embellecer a unas lascas de pulpo crudo, congelado y humeante con el nitrógeno. No vuelvo más a un chino de estos. Prefiero el rancho de la cárcel con los de las mascarillas si es que algún día entran.