Franklin D. Roosevelt fue el único presidente en lograr cuatro reelecciones en Estados Unidos, que pudieron ser cinco, pero la muerte le sorprendió trabajando. Pertenecía al partido demócrata y le tocó lidiar con acontecimientos históricos de la mayor gravedad, como la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. Y, en su primer discurso presidencial en 1933 ya señaló: “Esta gran nación resistirá como lo ha hecho hasta ahora, resurgirá y prosperará. Por tanto, ante todo, permítanme asegurarles mi firme convicción de que a lo único que debemos temer es al temor mismo, a un terror indescriptible, sin causa ni justificación, que paralice los arrestos necesarios para convertir el retroceso en progreso”. Era un auténtico líder, no como los de ahora que son de cartón piedra.
Casi un siglo después, Joe Biden, también demócrata, aplica la receta contraria a la determinación de Roosevelt, es decir, a lo que hay que tenerle miedo es al miedo mismo, dado que, después de asumir toda la responsabilidad por la más que humillante retirada, una auténtica estampida de Afganistán, preguntó a los periodistas: “¿Quieren que sus hijos mueran en Afganistán? ¿Para qué? ¿Quieren que los envíen como mandaron al mío a Irak? Pero, ocultó que como Senador votó a favor de la invasión de Irak. Esa es la verdad y no otra. Da igual los miles de soldados y civiles muertos, los billones de dólares gastados en pro de la lucha por la libertad y los derechos humanos.
Pero, después de los dos últimos atentados terroristas en Kabul, atribuidos al Daesh, con más de 120 muertos y 300 heridos, ha cambiado de parecer y los va a perseguir hasta el centro de la tierra, dijo: “No perdonaremos, no olvidaremos”, “Les daremos caza y os lo haremos pagar”.
En fin, después de salir corriendo y dejar atrás a la mayoría de los colaboradores, se deduce de sus palabras que volverán al territorio que abandonaron a su suerte para vengarse de sus militares y civiles asesinados por los yihadistas con la necesaria colaboración de quienes controlan el nuevo emirato del terror, que, como era de prever, asesina, viola o encierra a las personas, destruye los más elementales derechos humanos, también el patrimonio, la educación, la cultura, con apagón de la música, televisión, cine, sacrificando todo lo que supone progreso y ahogando económicamente a su pueblo para que vivan en lo más parecido a un infierno, todo ello con el beneplácito de Occidente que huye despavorido, permitiendo las acciones más vergonzosas contra nuestros principios y valores.
La obligación moral de occidente es luchar con todos sus medios contra el mal, aunque solo sea por dignidad. Más miedo supone más terror.
Desgraciadamente, me temo que el abandono de nuestros ideales supondrá en el futuro más inseguridad para Occidente, incluso utilizaran nuestro propio y sofisticado armamento para atentar contra nuestros intereses. Los islamistas radicales no pueden vivir con cristianos, ni budistas, ni hindúes, ni judíos, ni con ateos, ni siquiera con los propios musulmanes moderados. Todos somos sus enemigos y ahora le hemos facilitado en Afganistán una base primordial, como santuario del terrorismo yihadista, para exterminar nuestra forma de vida, siempre que antes como ya dije no nos revelemos con la necesaria determinación para defender nuestros principios y valores, a sangre y fuego si es necesario, como hacen los talibanes yihadistas.
Lo contrario, supondrá el principio del fin de nuestra civilización; el principio del fin de nuestra cultura; el principio del fin de nuestros principios y valores democráticos; el principio del fin de occidente; y, por el contrario supondrá el principio de la hegemonía de Asia, con China y Rusia al frente.
Ya me recojo, pero no sin antes agradecer la profesionalidad, la valentía, la dignidad y el honor demostrado por todos los militares, policías, guardias civiles y personal de seguridad, con especial referencia a los españoles, que se están jugando la vida para defender nuestra libertad y los demás principios democráticos.
Autor: Manuel Novás Caamaño | Abogado