Este artículo es serio, no pienso usar el humor ni la sátira ni nada que no sea tan serio como este asunto escabroso y triste.
Hace muy pocos días – los medios lo han repetido hasta la saciedad- hemos visto en todas las televisiones cómo unos narcotraficantes se lanzaban a toda velocidad y asesinaban a unos guardias civiles que trabajaban en el lugar de Europa donde más flagrante es el narcotráfico. Harto estoy de escuchar estadísticas de cuántas toneladas de hachís, de cocaína, de heroína y de más productos alienantes que, por lo visto en mi agitada vida, hacen las delicias y son perseguidos con afán por ” yonkis” de todos los pelajes.
No conozco a Marlaska porque en mi etapa de Interior eran otros los ministros y otros los secretarios de Estado. La prensa se ha tirado al cuello de este Juez metido en política y pide que sea crucificado en la plaza pública. No me pronunciaré por carecer de todos los datos necesarios. Hay un medio especialmente beligerante – que tengo prohibido leer por mi médico- y al que no hago ni puto caso porque en relación conmigo – por medio de un sicario, mal periodista y mala persona- mintió como un bellaco hace más de diez años. Publicó una noticia falsa de toda falsedad y aún estoy esperando que diga que mintió y por qué lo hizo. Mientras tanto no creo ni una sola letra de lo que publique ese medio farsante, por si es tan mentiroso ahora como lo fue antaño conmigo.
He visto en otros muchos medios serios una noticia que, creo, Marlaska debería explicar para que los ciudadanos, quienes pagamos el sueldo de todos los ministros, estemos informados de cuál es su actividad y la gestión que lleva a cabo de la cosa pública.
¿Es cierto que se creó una Unidad específica y especialmente preparada contra el narcotráfico, llamada OCON SUR, que funcionaba bien y que fue desmantelada sin haber explicado convenientemente tal desmantelamiento?
Es verdad que hay asuntos de los que quien manda no puede dar pelos y señales, hay temas en los que se debe actuar con sigilo, pero también es cierto que hay dos guardias civiles muertos, asesinados por los narcotraficantes – nótese que evito el adverbio presuntamente porque he visto cómo la narcolancha, jaleada desde las rocas, arremete contra ellos acelerando.
¿Existía el OCON SUR? ¿Tenía buenos resultados en sus operativos contra las redes instaladas en el Campo de Gibraltar y dedicadas a traficar con droga y enriquecerse con ella? Si eso es así ¿Por qué fue disuelta esa unidad? ¿Había irregularidades manifiestas y demostradas en ella, o eran insidias propagadas por los narcotraficantes para cargársela? No olvidemos la capacidad de insidia, de envidia y de odio – la condición humana- que crece proporcionalmente al éxito que uno pueda tener – hablo con absoluto conocimiento de causa-. ¿Qué clavo se lleva el martillazo? El que destaca, sin duda.
¿Cómo es posible que continuamente se hable de precariedad de medios cuando nos enfrentamos a un problema potentísimo económicamente como es el tráfico de drogas? “Ante facta non valent argumenta” – decían los latinos-. Ante los hechos no hay argumentos que valgan. Hemos visto en cien telediarios distintos – no en el libelo ultra derechista, integrante acreditado de la fachosfera a que he aludido- cómo una narcolancha de catorce metros, cinco mil kilos y con motores de mil caballos de potencia, arremete contra una chalupa precaria, parecida a las de los veraneantes por la playa de San Juan, en la que unos guardias tan precarios como la chalupa, aguantan la embestida narca con la única arma de unas jaculatorias, como las que usan Munilla, el deán de la concatedral o el sacristán de la misma: absolutamente inservibles. Por fuerza me recuerda este episodio a las beatas que repartían escapularios y medallas en el puerto de Barcelona entre los soldaditos pobres que no tenían las mil quinientas pesetas necesarias para evitar la mili en Marruecos cuando los desastres de Annual y similares.
¿Cómo se justifica – queremos saberlo- esa precariedad de medios, esos barcos inútiles, ese pasearse los narcos, impunemente al parecer, por las aguas del estrecho y por las playas gaditanas y demás costas andaluzas? Nadie puede decir que no se sabe porque también he visto en veinte telediarios distintos a las narcolanchas surcando las aguas como si fuesen ricachones de vacaciones marítimas.
Varias cosas son ciertas y, una vez más, hablo desde el conocimiento que da cuarenta años en las cárceles. Cuando yo me breaba con los etarras, Juan Alberto Belloch me mando a Sudamérica una temporada para quitarme de en medio – lean sus extraordinarias memorias “Una vida a larga distancia. Memorias de un juez y un político independiente”. Estuve bastante tiempo en Colombia, fue salir de Guatemala para entrar en Guatepeor. Vi de cerca entonces, centrado como estaba en el terrorismo etarra, el narcoterrorismo. Era la época de Pablo Escobar, de los hermanos Ochoa, de los cárteles de Medellín, de Cali o del Norte – el de los Orejuela- en Barranquilla, la ciudad de Shakira.
Tomé algunas notas que después hice públicas en mi libro “Criminalidad organizada. Los movimientos terroristas”.
El narcotráfico, esa criminalidad organizada que mueve miles de millones de euros, no puede ser considerado un fenómeno delictivo corriente y moliente porque, su enorme potencia económica, su capacidad de corrupción sobre lo público y su fuerza para enganchar por lo que consideran dinero fácil, tiene organizada una auténtica guerra contra los estados y en concreto, en esa zona de mi Andalucía, una guerra auténtica contra el Estado.
Haría falta ahora mismo un Antonio Asunción, un genio nunca bien valorado, para diseñar una estrategia de lucha integral contra los crímenes narcos. No vale solo detener a los pilotos, a los transportistas, a los aguadores o a los que corren por las playas carados con los fardos de droga. Hay que ir más allá, las cabezas, al tronco y a las extremidades, o tendremos que conformarnos con las lamentaciones de un estado inerme ante este fenómeno criminal organizado que no se para ante una barquilla precaria, aunque esté ocupada por unos cuantos hombres de uniforme que no van a sacar sus armas contra ellos. No estoy pidiendo, evidentemente, que se aplique la ley del oeste, la ley del que dispara más rápido, pero pido seriedad. ¿Es posible reinsertar a un narco? ¿hay alguno que realmente cambie ganar centenares de miles de euros al mes para ganar mil quinientos doblando el espinazo? No. Jamás he visto a un gran narco reinsertado y trabajando. Dejemos la imbecilidad y el buenismo, y actuemos en consecuencia.
Es precisa una legislación especial contra el narcotráfico ante la magnitud que está adquiriendo el problema de este crimen organizado. ¿No hemos aprobado leyes especiales a la medida de Puigdemont? Pues hagámoslas a la medida de los narcos o, mejor, contra ellos.
Tenemos un buen ejemplo en la lucha que el Estado desarrolló durante más de seis décadas contra los etarras. Aquí no vale la dispersión porque los etarras – como los yihadistas- tenían un fin común, la independencia de Euskadi o la creación de un estado islámico con la sharía como norma única. No es precisa la dispersión en los narcos porque cada uno “trabaja” en su propio y exclusivo beneficio, pero sí una prisión de altísima seguridad con un control exhaustivo de todo. Y cuando digo de todo, sé de qué estoy hablando. Es necesaria una ley con sentido común. ¿Qué hace un narco en paro, incluso cobrando el subsidio de desempleo, analfabeto y sin carnet, conduciendo un Ferrari? ¿ Qué hace un narco, sin oficio ni beneficio, exhibiendo múltiples propiedades, casoplones, chalets, cochazos que no puede demostrar cuál es su origen ni cómo ha conseguido?
¿Recuerdan la frase que se utilizó en la campaña presidencial de Clinton contra Bush en 1992? “Es la economía, estúpido”. Mientras no se ataque la economía boyante de los narcos. Recuerdo – lean mi libro “En la cuerda floja. Narcotráfico en Mallorca”- zulos de acero, blindados, agujeros en el suelo tapados con cemento, llenos de fajos de billetes.
España es un país garantista en extremo – salvo para algunas cosas desarrolladas casi vilmente por los grupos de presión y ostentadores del poder-. Seamos garantistas, pero practiquemos la defensa social. Siéntense los expertos, reflexionen dejando fuera a los políticos del postureo, a los gilipollas “blandiblu”, a los criminólogos de salón y a los que predican verdades imbéciles. No permitamos que unos narcos millonarios ser rían de una ley de mierda y pasen por encima con su narcolancha, asesinando a unos pobres guardias civiles que cobran menos de dos mil euros al mes.
Ya me he cabreado. Me voy al Club de lectura del teléfono de la esperanza. Loable asociación que trabaja altruistamente atendiendo a personas desesperanzadas, solas, con una vida oscura y les abren una luz con sus clubes de lectura, sus jornadas de senderismo o sus sesiones de cine. Todavía queda gente que se preocupa por los demás. No está todo perdido.