José Luis Alvite ha sido el columnista de género negro con mayor talento para las metáforas difícilmente igualables de los últimos tiempos. En el Savoy, su mítico club nocturno, Alvite ambientaba las historias del viejo gánster Ernie Loquasto o de su amigo Pavesse, unos tipos decadentes y tan desconfiados que cacheaban a su propia madre antes de darle un abrazo. O la bella corista Lorraine Webster, el gran amor literario de Alvite que acaso nunca consumó por miedo al abismo de sus piernas.
Matones sórdidos
El ambiente nocturno, el humo macilento, el jazz desvaído, las mujeres fatales venidas a menos, los matones sórdidos de tercera división, las actrices abandonadas a su suerte, los hampones con subsidio asistencial o los mafiosos de poca monta con la parabellum oxidada le servían a Alvite para construir un universo deliciosamente encanallado donde a los personajes impagables del club les perjudicaba muy de veras el exceso de luz en su mala reputación.
Personajes imposibles
Alvite se nos fue en 2015. No dejó ninguna novela escrita. Todos sus libros son antologías de columnas publicadas durante años en la prensa. Tampoco le hizo falta demostrar nada más. Después de crear el Savoy y sus personajes imposibles era difícil superar su propia genialidad.
Antes de partir, José Luis Alvite dijo que “la literatura es el sexo oral más delicado que existe”. En efecto, la humedad del pecado en el Savoy fue la clave de su éxito.
Áspero, sentimental e insuperable. In memorian en su octavo aniversario.