Los sueños de la rubia del jaguar. Extraños compañeros de cama

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Manuel Avilés*

Estoy un poco harto del balneario pre mortuorio. Iba a decir que estoy hasta los cojones, pero ayer le prometí a un cura que apareció por aquí a ejercer su apostolado, que iba a intentar ser elegante y a no decir barbaridades ni a meterme con curas de misa y olla, obispos, sacristanes y otros moñas que viven del cuento, mitos inventados para cohesionar al grupo  – vean  “Sapiens”  de Yuval Noah-  y partir el bacalao “per saecula saeculorum amen”. Ya estoy incumpliendo mi promesa. Estoy un poco harto de esta antesala del tanatorio. Nada más levantarme, una abuela que quiere rollo me ha llevado, casi a rastras, a un baño de burbujas. Eso que “los modelnos” llaman spa. En la vida que tengo me he metido en un gazpacho de ese calibre. Es como si tú te metes en el pilón del pueblo  – lo mismo que el bisa de Miguel Delibes en “Las guerras de nuestros antepasados”- y, cuando te has aclimatado al agua, te meten una batidora industrial. Allí se lía la de Dios. Como si al sacristán de la concatedral le hubiera dado una pataleta chivándose al deán de que un gilipollas irreverente – yo mismo- se ha quejado en voz alta en la casa que ellos llaman de dios y creen que es suya. Sin pagar Ibi ni hostias. A lo que voy, que la abuela se pone tierna y me intenta dar un pico  en la agitada bañera – una abuela lanzada- como si yo fuera la “Yenirmoso” y ella el rubiales de Motril. Le hago la cobra y se mosquea. Podría haberse quejado si yo le hubiera dado un codazo, como los despejes de Ricardo Zamora, pero solo he hecho la cobra, como la rubia del Jaguar cuando mi primer intento.

Después de mi cobra la abuela no se achicó, se vino arriba. Como dicen ahora las de esa liga llena de letras mayúsculas que para mí es un lío como los jeroglíficos egipcios, la abuela   se empoderó.

¿Qué te pasa? – preguntó cabreada. En mis tiempos muchos hombres bebían los vientos por mí. Señora – omito llamarla abuela para no ofender, aunque me pasa cinco o seis años, ni Constantina para que no piense que quiero intimar- aquellos tiempos ya pasaron. Como dice Tariq Alí  en “A la sombra del granado”: allí donde había una luna llena que iluminaba la noche, ya no hay nada que merezca la pena. Ya no vale uno ni para tacos de escopeta. No me exija usted nada en este pilón volcánico porque con la batidora funcionando,  no me centro. Necesito tranquilidad y silencio, no las cataratas del Niágara batiéndome los bajos. He salvado la situación, además de haciendo el ridículo, alegando un tirón en los abductores como los futbolistas cuando quieren perder tiempo.

Esta abuela tiene recursos. No se corta y me lleva, otra vez casi a rastras lo mismo que me trajo al pilón de la batidora, a la sala de masaje. Me tumba en una camilla y llama al encargado. Aparece un tipo de esos que yo llamo compensado: el pelo que le falta en la cabeza se lo deja crecer en la barba. Calvo como un litro de vino y con una barba como la selva negra sin podar. Me intenta meter mano – profesionalmente- pero no me dejo. No soy homófobo, ni odio a los moñas, pero no me gusta mirar a Cuenca ni llevarlos de paquete en la moto.  Este me huele raro y no voy a permitir que me dé un repaso como el Padre Caparranas a los niños de mi colegio. En medio del masaje fallido, quien cojones se cree que me voy a poner en una camilla, en bolas, boca arriba y tapado con una toalla minúscula disimulándome el físico cochambroso,  los altavoces anuncian que el padre Palomino, el de la promesa,  va a dar comienzo a la celebración. ¿Qué celebración? ¿Estamos todos estos cuerpos de escombro – me incluyo  e incluyo a la abuela del pilón eléctrico y a la que me sacó a bailar ayer para interrogarme-, estamos para celebrar algo o para que nos den el pésame y nos quite de en medio la guardia civil?

Sigo a la caterva de borregos, como uno más de ellos, y me meto en la capilla a soportar el mitin. ¡Tócate los huevos! Ayer nos dieron una clase – teórica y científica, se supone- sobre las bondades del envejecimiento y cómo hacerlo bien. Eso es lo que se llama un oximorón:  dos palabras juntas que tienen significado contrario. ¿Qué hay de bondadoso en la vejez? ¿Impedir que la rubia del Jaguar se me acerque? No tener acceso a esa rubia es una mierda auténtica, una tortura, una prueba cardíaca y demoníaca a mi edad.

Lo del cura Palomino ha sido muy fuerte. Más que el baile con la abuela que preguntaba por la paga. Más que el pilón hidroeléctrico y burbujeante. Más que el masajista que perdía aceite. Vamos a un balneario a cuidarnos. Nos miden la tensión a diario, nos dan comida equilibrada sin colesterol, sin gluten, sin azúcar, sin grasa. Parece que quieren hacernos eternos con este menú tan estudiado.

 Viejos… y este cenizo de Palomino nos quiere preparar a bien morir haciendo confesión general y arrepintiéndonos de todos nuestros pecados. En la conferencia del padre Palomino me he convertido como Chesterton. El escritor inglés entró a una iglesia y salió convertido tras oír el sermón. Lo explicó rápidamente: esta religión es la verdadera. Si después de escuchar la sarta de gilipolleces que ha dicho el tipo del púlpito, la gente sigue creyendo, no hay duda de que es la religión buena.

Salgo escopetado del sermón apocalíptico de Palomino. Soy yo el que huele a la rubia – una mezcla de azahar, lavanda y maderas de oriente- y no tengo nada de qué confesarme porque dos picos y medio, con cobras y codazos,  no llegan ni a pecado venial.

Este tanatorio anticipado, plagado de zombis entre los que me cuento, tiene una terraza con  barra  donde las cervezas las cobran a precio de playa de San Juan. Los árboles generan un frescor interesante y un ambiente que facilita la confidencia. Me siento con la rubia al modo de Palomino recibiéndola en confesión.

¿Te has dado cuenta  – la primera en la frente- de que Puigdemont se siente abandonado?  Junqueras y  Roviras han pactado con Salvador Illa y se ve defenestrado de la presidencia que tanto añora porque fíjate tu, con la historia del exilio, se sigue auto llamando presidente.

Mi querida rubia  – aún no he sido capaz ni de preguntarle su nombre, tal vez para no deshacer el encanto de la incertidumbre- ya sabes que la política es la guerra por otros  medios y que hace extraños compañeros de cama. Pactos, traiciones, mentiras, teatros, promesas incumplidas y mítines cargados de fantasmadas. Hasta los jueces, cuando les llegan algunos casos, preguntan  ¿Esto se ha dicho en un mitin? Como si a lo dicho en esas algaradas histriónicas no hubiera que hacerle ni puñetero caso.  Puigdemont tiene que estar reflexionando su estrategia porque es consciente de sus siete votos y del poder que estos le dan. Sabe que  ni la derecha, de la cual él forma parte, ni nadie,  despreciaría una moción  contra Sánchez.

¡Ayyy Sánchez! Ahora se acaba de inventar una movida de regeneración democrática.  No sabía yo que la democracia estaba tocada. O sí. Se han cargado el principio de igualdad que no existe clarísimamente. ¿Has visto la que han montado con Chaves y con Griñán?  ¡Si llego a ser yo, me pudro en el trullo! Pero no me escandalizo porque el ex Delegado del Gobierno en Baleares entró por corrupción, el famoso caso “Over”, se presentó a cumplir en un CIS y ni lo mandaron al talego a clasificar. De la calle al régimen abierto. No era un negro cubano. Lo nunca visto en mis cuarenta años de cárcel. A ver si ahora, cuando yo entre, me tratan igual.

Estoy cabreado, rubia. Anoche soñé contigo y  desperté sobresaltado, agitado como el Otelo de Shakespeare. Soñé que tenías marido y me daba cornadas  contra las esquinas pensando que en ese  mismo instante estabas durmiendo y acurrucada con él. Esto es estar de psiquiatra. Ni Sánchez con su destrucción del principio de igualdad y las leyes a medida, ni Conde Pumpido, ni la regeneración democrática, ni todos los puigdemones juntos, me han desatado los temblores como el sueño de tu  marido, rubia. Llamémoslo así y no lo volvamos a mencionar para no terminar como Larra. #mecagoentoloquesemenea.

Ya le explicaré yo a Sánchez, si algún día tengo ocasión lo que un pasquín ultrafacha puede difamar gratis en este estado donde las garantías corren fácilmente por el desagüe y no entro en los asuntos de su señora que me huelen a Urdangarín y a  Guerra, el del cafelito en su despacho apócrifo.

No hablemos más de política que, por ahora, me voy a dedicar a la literatura, al QUIJOTE NEGRO E HISTORICO y a llevarlo a más sitios además de El Pedernoso. Mi tatarabuelo don Rodrigo Pacheco de Avilés, me ha proporcionado documentación preciosa para disfrutarlo. Jorge Manrique, junto con Miguel Hernández el mejor poeta en español de todos los tiempos, anduvo por El Pedernoso antes de ir a morir a Castillo de Garcimuñoz, en una de las muchas guerras civiles por el poder de que hemos disfrutado: Isabel contra Juana. La Católica – un Papa golfo y sinvergüenza le dio el nombre- contra la Beltraneja. Así se ha escrito la historia siempre.

Columna de Manuel Avilés, escritor y director de prisiones jubilado, para h50 Digital

Un comentario sobre “Los sueños de la rubia del jaguar. Extraños compañeros de cama

  1. Muy buenas!
    Se presenta un finde interesante, aunque la declarante se salga una vez más por la tangente y suma y sigue.
    ¡Que gran espectáculo! prohibido es mucho mejor, como pasa con algunas relaciones personales, ¡vamos Vito al asalto de la foto y los vídeos! detrás de una gran extensión de personajes bien pagados para impedirlo, lo conseguirás….que emoción de fin de semana nos espera, y a Vd. Sr. Avilés póngase las pilas para su próximo artículo bomba.
    Saluditosss!

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