Columna de Manuel Avilés*
España va bien. La economía va como un cohete. La sanidad está magníficamente atendida. Cataluña se ha apaciguado y la convivencia está restaurada. ¿De qué tienen queja? Si tienen la desgracia de coger un día el AVE -ojo que las siglas significan Alta Velocidad- vayan pertrechados de comida, agua, ropa de abrigo o bikini según el caso, en fin, vayan como si fuesen Indiana Jones en busca del arca perdida: preparados para cualquier cosa. Prohibido hablar mal del ministro que está el hombre disfrutando de sus vacaciones veraniegas y ha ordenado que, por megafonía, nos avisen de que hay más de una hora de retraso y pide por favor que disculpemos las molestias. Aquí no dimite nadie. Este tipo – ministro de transportes como podía ser del interior, de sanidad, de universidades o de educación – lleva varios días saliendo en los telediarios diciendo que la culpa es del Talgo pero no arregla ni una mierda y aquí nos tiene a los ciudadanos pacíficos y sufrientes aguantando el tirón, bebiendo agua del grifo y soportando la mirada bobalicona y compasiva de un tío, con revolver al cinto y camiseta color pistacho, que dice que aún no se puede pasar, que sigamos mirando a Cuenca ahora que ha dejado de granizar. Viva la Renfe y quienes la dirigen y desorganizan.
La rubia del Jaguar, que se ha hecho famosa y hasta ha salido en la prensa mallorquina adjudicándome un amor apasionado por esa joven y preguntando si pienso pasar por el altar, me llama y se cachondea del ministro. ¡Ten cuidado, rubia – le aconsejo prudente- que tengo entendido que este tipo tiene malas pulgas! Transcribo literalmente lo que me dice mi rubia – yo creía que me había dejado pero parece que no- y digo literalmente porque he tomado apuntes para seguir sus órdenes como un clavo: “A ver, imbécil – eso lo dice con cariño- como te oiga el hominidae, te vas a enterar. El dice que eso del mal funcionamiento de los trenes es otra mentira fachoide. Además te va a abroncar por ir a Albacete. ¿Qué se te ha perdido en Albacete? ¿No te acuerdas de la canción del viejo y la vieja? Te esta bien empleado por no irte a Benidorm como todo jubilado honrado. Mi amor, respondo acojonado. Por Albacete he pasado – a deshora- pero adonde he ido ha sido a Cuenca. Ya sabes…mirando a Cuenca todo el rato.
Hoy, el ministro ha comparecido en el Senado y ha dicho que el tren vive en España el mejor momento de su historia. Se ve claramente que no usa ese medio de transporte. No me voy a remitir al paleolítico donde este señor se mueve como pez en el agua. No contaré cómo, viniendo de Santander a Alicante, en Alta Velocidad, estuve una eternidad parado en Palencia porque se había caído no sé qué de la catenaria y se había perdido la tensión. Estuvieron varias horas buscándola. Ayer, después de estar más de tres horas trabajando con el QUIJOTE NEGRO E HISTÓRICO, preparado para la Alta velocidad, tenía mi salida de Cuenca a las 20.06 y salí a las 21.18. Eso es puntualidad, eso es buen funcionamiento. Viva la Renfe.
Dejemos esta gilipollez, acostumbrémonos – este hombre se refiere a Franco en su comparecencia en el senado- a aquellos viajes en los trenes arrastrados por máquinas renqueantes de vapor, con la fiambrera y el bocadillo de tortilla, con las gallinas atadas por las patas, el vendedor que anunciaba navajas de Albacete y el revisor picando los billetes con aquellos alicates que demostraban, con el agujero, que el billete había sido usado. Hoy, por fuerza, me tengo que remitir a Franco por la efeméride que no puedo dejar pasar. El 24 de agosto, de hace ochenta años, una compañía de republicanos españoles integrada en la división del General Lecrerc, entró a la vanguardia del ejercito aliado a liberar París de las fuerzas nazis.
Mi gran amiga, Evelyn Mesquida, alicantina, escritora, corresponsal de prensa durante treinta años en París, al que tuve la suerte de conocer presentada por el gran Fernando Schwartz y a la que llevaré al Quijote negro e histórico para que nos haga disfrutar con su sabiduría, está ahora mismo en París celebrando esta fiesta merecida que honra a unos españoles a los que la propia España – como por ejemplo a los muertos en el campo de concentración de Mathaussen- tiene olvidados mientras da medallas y reconocimientos a golfos y vividores cuyo mérito más osado ha sido no caerse del sillón cuando se repantigaban con el café de media mañana.
Recapitulemos para entrar en situación. Al acabar la guerra incivil consecuencia del golpe de estado fallido en julio del 36 – menos mal que no está aquí Luz Sigüenza, que me la tiene jurada si hablo de esa guerra- muchos republicanos huyeron a través de los Pirineos a Francia. No como Puigdemont, que se fue con el riñón cubierto y perseguido por la Justicia por ser un delincuente común. Estos se fueron huyendo para no ser asesinados y con lo puesto. Con una mano delante y otra detrás.
No se crean todas esas patrañas de la solidaridad, la democracia, la ayuda a los que huían del fascismo, etc… Mentira cochina, que he conocido a algún superviviente de entonces y los franceses se portaron fatal y él lo sufrió en sus carnes conforme me contaba. Los recluyeron en campos de concentración – Argeles sur Mer, que he visitado y ahora es una playa fastuosa- y las mejores caricias que recibieron fue algún garrotazo propinado por los vigilantes senegaleses. Antonio Machado iba entre esos huidos aunque él no había participado en hechos de armas. Cogió, junto a su madre, un hotelito barato que no podía pagar. No salió del hotel casi nada y murió en él al poco tiempo. El comía con su madre e inmediatamente subía a su habitación. Luego bajaba a comer su hermano Manuel. ¿Saben el motivo de que no comieran nunca juntos? Solo tenían una camisa que usaban uno después del otro. He visitado su humilde tumba de exiliado junto a su madre. Nada que ver con la mansión Puigdemoniana del “exiliado” en Waterloo mucho más parecido al exilio – cobrando y esquilmando a los pobres engañados por la nobleza y los obispos – que disfrutó el gran traidor Fernando Borbón, en el palacio de Talleyrand, otro obispo cambiado de chaqueta ignorante del evangelio.
Estos republicanos huidos se integraron, para evitar ser entregados a los nazis y porque sabían luchar como los soldados experimentados que eran, en una compañía que formó parte de la División Leclerc que había estado peleando durante gran parte de la guerra mundial en el norte de África de la que este general – Chad, Senegal, Camerún-. Estos republicanos – lean por favor “La Nueve” de Evelyn Mesquida- con su compañía, “La Nueve” a la que ningún mando consiguió afrancesar el nombre, con sus desvencijados carros de combate que se llamaban “Guadalajara”, “Brunete”, “Teruel”, fueron los primeros en entrar en el París ocupado por los nazis, hace hoy justamente ochenta años. En un lateral del Ayuntamiento de París persiste un jardín cultivado aun en su memoria. Fue un soldado español, republicano huido tras la derrota, Amado Granell, de Burriana, quien entró el primero en ese París ocupado.
No pararon ahí los de “La Nueve” – insisto, lean a Evelyn Mesquida- los pocos que quedaron vivos llegaron hasta el corazón – un símbolo de esa grandeza que los imperialistas nazis perseguían- del poderío nazi: El nido del águila, donde Hitler tenía su lugar de reposo y relax en los Alpes, protegido durante tiempo por los nazis más fanáticos.
Hoy es el ochenta aniversario de estos hombres que tuvieron que enfrentar una vida difícil. Ya saben la definición de la guerra: unos hombres que no se conocen ni se odian, se matan. Mientras que otros que se conocen y se odian, no lo hacen. Hitler fue una excepción. Se suicidó. Le estuvo bien empleado.