Mientras España está inmersa en los pactos electorales de Castilla y León y otros menesteres, se acaba de producir un hecho más que trágico como es el hundimiento del pesquero gallego “Villa de Pitanxo” en Terranova (Canadá), con base en Marín (Pontevedra). Llevaba 24 tripulantes (16 españoles, 5 peruanos y 3 ghaneses). Hasta ahora, 10 fallecidos, 3 rescatados y 11 desaparecidos, cuyas familias desesperadas aún confian en su rescate, ansiado por todos, aunque con el paso de las horas y días la esperanza se vaya perdiendo como ya ocurrió desgraciadamente en anteriores ocasiones.
Una nueva tragedia que vuelve a tener consecuencias nefastas para los héroes de la mar y sus familias. La mar como la llaman los marineros, que tienen una profesión penosa sin el reconocimiento social y económico que merecen.
Son los grandes olvidados, que con frecuencia se enfrentan con valentía a tempestades jugándose la vida por un salario en muchos casos miserable en comparación con otras profesiones, mientras nosotros sentados a la mesa disfrutamos de los manjares que pescan, sin pensar siquiera en el esfuerzo y sacrificio de esos hombres, también mujeres, que dejan atrás a sus familias durante muchos meses al año.
Los marineros están confinados en un barco sacrificando a sus esposas e hijos, que a veces ni conocen. Sus mujeres se ven obligadas en tierra a asumir todos los roles de la familia. Son los olvidados, los vilipendiados, los maltratados, los que arriesgan repito su vida por un salario ínfimo en relación al riesgo expuesto. Son los héroes invisibles de la mar.
Los marineros merecen una consideración social de la que carecen, son hombres con mayúsculas, que necesitan trabajar para que pueda comer su familia. Familia y tierra que les da la fuerza necesaria para volver a ese trabajo sacrificado que ejercen en unas condiciones climáticas crueles, pasando frío, calor, miedo, desazón, soledad, problemas psicológicos y muchas otras calamidades. Todo ello sin una recompensa mínimamente digna. La solidaridad y el luto oficial no son suficientes. Necesitan apoyo legal, económico y social. Precisamente, desde el 25 de junio de 2011 se celebra cada año el “día del marino”, que reconoce a los navegantes su invaluable contribución al comercio internacional y a la economía mundial, a menudo con un gran costo personal para ellos y sus familias. Ese día y otros suponen una oportunidad, no sólo para rendir homenaje y agradecer a la gente de la mar su contribución al bienestar de todos, sino también para reconocerlos como trabajadores esenciales, suavizando sus condiciones laborales, como las restricciones de viaje facilitando así los cambios de la tripulación.
Sirva de modesto homenaje a esos héroes de la mar fallecidos recordar unos fragmentos del poema de Rafael Alberti, “Elegía del niño marinero”:
“Te fuiste, marinerito, en una noche lunada¡ tan alegre, tan bonito, cantando, a la mar salada!/ ¡Qué humilde estaba la mar! ¡Él cómo la gobernaba! Tan dulce era su cantar, que el aire se enajenaba. / Cinco delfines remeros, su barca le cortejaban. Dos ángeles marineros, invisibles, le guiaban. / Tendió la redes, ¡qué pena!, sobre la mar helada. Y pescó la luna llena, sola, en su red plateada. / ¡Qué negra quedó la mar! ¡La noche, qué desolada! Derribado su cantar, la barca fue derribada. /Flotadora va en el viento, la sonrisa amortajada de su rostro. ¡Qué lamento el de la noche cerrada! / ¿Qué harás, pescador de oro, allá en los valles salados del mar? ¿Hallaste el tesoro secreto de los pescados? / Deja, niño, el salinar del fondo, y súbeme el cielo de los peces y, en tu anzuelo, mi hortelanita del mar”.
Autor: Manuel Novás Caamaño | Abogado