El mundo radical independentista nos tiene muy acostumbrados a sus absurdos bulos (violaciones policiales, brazos rotos que cambian …) y exageraciones (España nos roba, opresión …). Ahora habían fijado un nuevo objetivo; un presunto policía infiltrado que fornicó a diestro y siniestro con casi una decena de “inocentes víctimas” adultas. Necesitan alimentar continuamente el odio a cualquier precio.
Les ha salido mal, han hecho el ridículo; los memes, la ironía … han sido la mejor respuesta en redes. Pero el acoso y derribo sobre un policía nacional ha sido brutal; se han publicado fotos de una cara fácilmente reconocible, con apenas un leve pixelamiento de un alumno-policía de la Academia de Ávila, vulnerando la Ley Orgánica de Protección de Datos Personales, sin olvidar la propia Ley Orgánica de Seguridad Ciudadana, que también sanciona este tipo de conductas, cuando suponen un peligro para la seguridad del agente.
Estos señalamientos, propios de otras épocas y sistemas de corte autoritario, buscan convertir a ese policía en una diana. Desde el odio se le ha calumniado, acusándole de violador y mostrando fotografías personales. Estas conductas ya no son una broma es radicalismo, es puro fascismo sobre una víctima concreta.
El Ministerio del Interior y en concreto la Dirección General de la Policía debería salir al paso buscando la protección de la dignidad y el honor de este agente, además de solicitar las sanciones administrativas referenciadas. Los sindicatos policiales también tienen la obligación ética y hasta jurídica, de defender la dignidad y el honor de un policía y de la propia institución.