En nuestras prisiones cumplen condena más de 55.000 reclusos. La mayoría por delitos comunes contra el patrimonio y tráfico de drogas.
Lo cierto es que nuestras prisiones se clasifican en diversas tipologías que se regulan casi siempre teniendo en cuenta la antigüedad de las instalaciones.
La distribución de presos por Módulos obedece a la peligrosidad que les otorga la clasificación de sus condenas. Este submundo, desconocido para todos nosotros, se organiza con arreglo a unas normas de cuyo cumplimiento se encargan los Funcionarios de Prisiones.
Los Funcionarios de Prisiones, para mí, son los auténticos condenados dentro de las prisiones. No duermen mirando barrotes, pero los tienen y los sufren en su jornada laboral.
Imaginen una ciudad en la que todos los vecinos son delincuentes, una ciudad en la que los encargados de mantener el orden no existen para los Gobernantes, al menos en derechos. En esa ciudad es prácticamente impune de agredir o hasta intentar matar a uno de los encargados del orden.
Una ciudad en la que los delitos contra “la Autoridad no Autoridad” son diarios. Una ciudad con miles de adictos que necesitan su dosis diaria para no volverse locos. Esa ciudad se llama Prisión, y las auténticas víctimas de ese sistema son los Funcionarios de Prisiones.
Nunca había sido consciente de lo cruel y terrible que puede ser un Gobierno para con sus trabajadores. Aunque todos sabemos que reconocer jurídicamente como agentes de la autoridad a estos servidores públicos no les va a salvar de sufrir agresiones, sería un justísimo reconocimiento a su más que ingrata labor.
Pero no acaba aquí el abandono. Sufren desigualdades retributivas entre ellos que provocan un punto más de frustración. Uniformes ridículos para su labor, privaciones de derechos incluso a votar en las últimas elecciones autonómicas de Madrid, por lo que ha sido denunciado el Secretario General de Instituciones Penitenciarias. Dos de ellos tienen que custodiar diariamente a un delincuente condenado a prisión permanente revisable por asesinar a varias personas al que para acudir a juicio tienen que montar un dispositivo de decenas de agentes armados y una urna para guardar a los intervinientes en su juicio.
Si esto no es suficiente, los funcionarios de prisiones han tenido que soportar estoicamente las constantes declaraciones del Ministro del Interior dando las gracias a los reclusos por su comportamiento durante la pandemia.
Ministro, aunque usted no lo quiera ver, aunque usted se dedique casi en exclusiva a acercar presos etarras a sus casas, aunque siga persiguiendo la labor de sus asociaciones, aunque intente callar su voz, somos muchos ya los que tenemos entre nuestros objetivos reconocer con derechos la labor importantísima de quienes mantienen la paz de esos submundos llamados prisiones.
Compañeros funcionarios de prisiones, hoy sois los condenados, pero vuestra condena se llama Marlaska y pronto subiréis de grado.
Pablo E. Cabronero Piqueras para h50 Digital