Hace escasas semanas, en uno de mis artículos hice una pregunta bastante directa.
¿Qué quieres ser, un opositor a funcionario o un aspirante a policía?
Las respuestas no se hicieron esperar y un aluvión de entregados lectores asiduos a este medio digital me hicieron llegar sus impresiones sobre el artículo, y sin esperarlo, me obsequiaron con una respuesta:
“DESDE EL PRINCIPIO LO TUVE CLARO, POLICÍA”
Ante tanto lector con ganas de compartir sus experiencias, y sin tiempo, ni capacidad para el análisis, no me quedó otra opción que decidir quedarme con una pequeña muestra de esas personas y al menos escucharlos y prestarles la atención que merecían.
La elección de emprender una aventura así y echar a andar con paso firme por este camino, ya les hace merecedores del mayor de mis respetos. Con valentía, con decisión y con unas ganas tremendas, su idea inicial cobraba forma. Esa claridad en sus objetivos, les garantizaba estar centrados en lo más importante, dejando de lado cuestiones secundarias que solamente servirían para distraerlos de un encomiable cometido.
En sus explicaciones, muchos aluden a su “temprana vocación”, y sin duda es un argumento de lo más loable. Hay quien dice que la sintieron desde muy jóvenes, y hay otros que la adquirieron a una edad más madura.
Esto segundo, es lo que nos suele pasar a los que no nos hemos criado dentro del ambiente policial. No obstante, la vocación es algo que también se puede trabajar. Este aspecto vocacional, es un factor esencial, pero sin trabajo y sin esfuerzo, la ecuación no sale.
De trabajo y sueños iba lo siguiente…
La maleta estaba casi preparada, todos revisaban concienzudamente que no les faltase nada, ropa, fotos y muchos sueños estaban siendo depositados dentro de ella. Era hora de marchar. Una partida nunca fue tan deseada, no hubo lágrimas, pero si más de una mirada atrás, guardando una última imagen de lo que dejaban.
Tras haber tenido una larga travesía, con un esfuerzo desmedido y un tesón a prueba de tsunami, lograron llegar a puerto. Con algún que otro rasguño, pero con el ánimo intacto y por todo lo alto, la primera misión se había completado exitosamente. Daban exactamente igual las veces que hubiese intentado, como igual daba también las tormentas en las que se vieron atrapados. Éste arribe no significaba el final del viaje, sino todo lo contrario, era el comienzo.
Muchos tuvieron que dejar atrás sus antiguos hogares y a sus familias, pese a eso la distancia física que les separaba, no les privaría del afecto y del apoyo que tanto necesitaban para esta novedosa andadura. La añoranza o la “morriña” se llevan mucho mejor cuando el motivo de separación es prácticamente un premio.
Dice el refrán: “Que sarna con gusto no pica” y aunque sea un refrán con un contexto quizá no muy agradecido… se ajusta relativamente a lo que quiero decir.
Les iba a picar, y mucho. El paso por la academia de Ávila y su estricta disciplina, les haría igualarse con sus compañeros y forjar nuevas amistades que llegarían a ser lazos tan fuertes como los familiares. Al fin y al cabo, pasarían meses conviviendo las veinticuatro horas con las mismas personas. Obviamente pasar tanto tiempo enclaustrados, podía generar roces, y más si a eso le añadimos la tensión de saber que te tienes que dejar la piel apretando codos.
En ese pequeño cuarto se reiría, se lloraría y se discutiría tanto, al punto de convertir esas cuatro paredes en una olla a presión a punto de estallar. Salvando ese último detalle, la inmensa mayoría de vosotros soléis guardar muy buen recuerdo de esa etapa tan especial.
Hay quien habla con agrado de su paso por la academia, de su enriquecimiento personal y de alcanzar un elevado grado de madurez. Relatan sus vivencias como una experiencia tremendamente positiva, tanto, que con rotundidad afirman estar dispuestos a vivirla de nuevo. No puedo estar más de acuerdo.
Es cierto que se les exigía demasiado, había mucho que estudiar, mucho que aprender y mucho por descubrir, pero también había mucho por disfrutar. La primera meta era salir airoso de los exámenes y terminar el tiempo en la academia con todo aprobado. Limpio de asignaturas, la elección para las prácticas supondría otro quebradero de cabeza. En función de la nota que tengan y de sus preferencias, así elegirán su primer destino. Otra vez estar sentado de nuevo en el salón de actos, estás delante de una pantalla enorme y te toca bajar las escaleras para elegir destino, tú crees que sabes lo que quieres, pero antes que llegues a la última, volverás a mirar el “pantallón” en busca de un lugar al que todavía no tienes claro si deseas ir. Ahora echas la vista atrás y recuerdas que cuando te sentaste en esos sillones por primera vez, todo te parecía muy lejano, han pasado meses y los nervios que ahora tienes son otros totalmente diferentes.
Después de un merecido descanso, que quizá haya resultado más corto de lo necesario, y después de desconectar por completo, hay que prepararse para subir un nuevo peldaño. Parece mentira, pero todo llega y ya estás en comisaría. Estáis todos como flanes, expectantes como adolescentes el primer día de instituto, hacéis cábalas para adivinar por dónde empezáis. Están los que cruzan los dedos buscando suerte por ir a policía judicial y sentirse todo un Sherlock Holmes, y también verás a los que desean coger el “z” y salir a la calle a patrullar recorriendo la ciudad como un “rayo azul”.
Están los que con humildad se adaptan poco a poco a sus nuevos puestos, y por ende a sus compañeros, y también están aquellos que han probado varias veces a opositar para ejecutiva, y en la primera toma de contacto, te dicen que estas prácticas son un mero trámite porque ellos van para inspectores.
Seas cual seas de los citados anteriormente, o si no te sientes identificado con ninguno de ellos, has de saber que van a ser unos meses muy intensos y que es muy posible que la idea preconcebida que se tuvieras de cuanto es la labor policial, acabe afianzándose o por lo contrario, si las expectativas estaban puestas muy altas, puede ser que se te queden cortas.
Estás de prácticas y quieres empaparte de todo. Unos serán los echados para adelante que hagan preguntas casi por todo (cosa que veo perfecta y necesaria) y otros pensarán que es mejor no abrir la boca y omitirán cualquier pregunta. Mi consejo, sé siempre como los primeros, nunca te quedes con dudas, no pienses que molestas o que importunas, tú ahora estás para aprender.
Habrá quien mire alrededor y piense que el resto de compañeros le observan y escudriñan intentando analizar sus comportamientos y actuaciones a cada momento, pero nada más lejos de la realidad. Cualquiera de nosotros hemos pasado por lo mismo, por eso la empatía con ellos debe ser aún mayor. Aprender, también aprendemos nosotros. Vuestros puntos de vista son muy necesarios, la veteranía no te da la sabiduría, y tener a mano diferentes opiniones siempre enriquece.
Es primordial saber lo que queréis y si vais en la dirección correcta. Al igual que es fundamental tener siempre presente, que en este trabajo se aprende cada día y no hay nada inventado, y el que piense que lo sabe todo, está profundamente equivocado.
Con la suerte de haber coincidido con muchos de vosotros y habiéndome empapado de vuestros pensamientos e impresiones, he llegado a la conclusión de que los que tuvimos claro lo que queríamos ser, de una manera u otra compartimos el mismo sentir, vocación de servicio por y para los demás. Se dice pronto, pero hay que vivirlo y sufrirlo para disfrutarlo, ya en su día lo escribí y con gusto lo repito “NO HAY MAYOR SATISFACCIÓN QUE LA DE SABER QUE LE HAS SIDO DE AYUDA A ALGUIEN“.
P.d. Aún me queda alguna que otra pregunta que resolver, y espero encontrar respuestas.