El “zeta” es el vehículo uniformado que se puede ver por las calles de toda España. Son los primeros en intervenir y la primera línea de contención frente a los criminales y delincuentes.
Tenemos que echar la vista atrás, allá por los años 60, para buscar el significado de “Z”, la cual proviene de la palabra “zonal” y le sigue un número, para identificar a los vehículos que patrullan nuestras calles para proteger y servir a aquellos que lo necesitan.
El “zeta” es la primera toma de contacto de los ciudadanos con la policía.
Pueden ser requeridos a través de la Sala del 091, a través del 112 o en la misma vía pública por cualquier persona.
Suele ser uno de los primeros destinos de los recién jurados, junto con seguridad.
Los policías que trabajan en este puesto deben conocer las leyes y estar en constante actualización. Ya sea de manera autodidacta, que es lo más frecuente, bien porque haya podido acceder a algún curso oficial de la Dirección General de la Policía, porque haya realizado algún curso a través de los sindicatos o porque haya acudido a alguna academia de formación o haya realizado algún curso, estas dos últimas, pagadas de su propio bolsillo.
Debe conocer el Código Penal y la Ley de Enjuiciamiento Criminal, pues debe acudir a intervenciones donde es imprescindible este tipo de conocimientos para saber cómo actuar, y hacerlo en alguna sin dudar y en cuestión de minutos o incluso segundos.
Detener o filiar
Esa es la gran duda en muchas intervenciones, ¿se puede detener o mejor hacer un parte?
Por suerte desde que existe el poder discrecional esa pregunta es más fácil de responder. No obstante, en muchas intervenciones, no hay tiempo para pensar cómo actuar. Y para eso hay que tener las ideas muy claras y muchos conceptos bien definidos.
En muchas intervenciones, no sólo puedes jugarte la vida y la de tu compañero, también la de terceras personas, o incluso la carrera profesional.
Una mala decisión y puede llevarte al cementerio o al banquillo de un juzgado.
También debe tener conocimientos de primeros auxilios, pues al ser los primeros en llegar, muchas veces deben actuar hasta la llegada de los servicios sanitarios.
Pueden soportar largas jornadas de patrulla a baja velocidad y en cuestión de segundos pasar a realizar una persecución a alta velocidad.
Deben ser expertos en armas y poder acertar en una zona no vital a una persona que le está disparando, así como correr más que un delincuente, el cual huye como alma que lleva el diablo.
Tiene que ser psicólogo con determinadas personas y en ciertas circunstancias. También ser cercano y otras veces mantener las distancias.
Pero a pesar de todo esto, y en contra de lo que cabría esperar, el “zeta” es uno de los puestos más desagradecidos profesionalmente, aunque de los más agradecidos personalmente.
Poco valorados por la superioridad, con escaso o nulo reconocimiento a nivel de felicitaciones y medallas.
Grandes profesionales que aún dando su vida por salvar la de terceras personas, son por muchos odiados, por otros temidos aunque por la inmensa mayoría queridos.
La luz azul del lanza destellos del “zeta” iluminará las calles otra noche más, dando una agradable sensación de seguridad a los ciudadanos.