Aquellos polvos y estos lodos. Lo niego todo, incluso la verdad. Si es para hacerme daño, sé lo que me conviene. He defraudado a todos, empezando por mÍ.
Sabina es un profeta urbano. Escribe canciones que se pueden aplicar, porque describen al milímetro la realidad, diez años después de ser escritas. Eso es un profeta y no el llorón de Jeremías o el cornudo de Oseas o el locazo de Ezequiel. Esto es Biblia para hoy y no las tradiciones israelitas interesadas de mil y una mano para crear un pueblo – véase Yuval Harari-.
Estoy en Santander añorando Alicante, llorando como otro Jeremías, un fascista que estuvo en la División Azul y que, jubilado, se sentaba en la puerta de la Bodega el Carro, cerca de la cárcel vieja, saludando con lágrimas de arrepentimiento a todo el que pasaba. Dicen que nos pasa a los viejos. Debe de ser la nostalgia de la potencia, de la lucidez, de la juventud divino tesoro que se va para no volver. Estoy en Santander lloviendo de cojones, con un frío pelón, que me hace recordar a Alicante como un paraíso desértico y rememorando también a Larra, aquel que decía que escribir es llorar. Me ha dado llorona, eso tiene que ser una reacción depresiva a que la rubia del Jaguar me ha dado pasaporte por enésima vez con enésimo argumento. Me echa como siempre, con el mismo argumento de siempre. Luego se arrepiente, me recoge y me vuelve a echar.
He venido a Santander a ganar dinero, como Koldo y Aldama – todo lo que diga a partir de ahora es presunto, quede claro, como el jamón portugués-. Voy a vender, con suerte, veinte libros. Me llevaré treinta euros limpios de polvo – con perdón- y paja – con perdón otra vez. El tren, con la tarjeta de vejestorio, me ha costado ciento treinta pavos, dos cafés diarréicos, una cerveza, un donuts y un bocadillo plastificado, me han supuesto lo que la póliza mensual de la Muface que está punto de desaparecer. Liquidada por este gobierno si le da tiempo antes de ser masacrado por el tsunami “Koldaldamábalos”.
La rubia del Jaguar me ha mandado a paseo por imprudente. Anoche, pensando en las ganancias de mis veinte libros vendidos, me vine arriba. Con mis colegas santanderinos, Toni y Marciano, ejercí la prodigalidad y el derroche y pagué cervezas y unos montaditos exquisitos de atún y anchoas. Eso resucita a un muerto y yo incluso tuve un inicio de erección, algo que no recordaba desde el verano de 2017.
Venido arriba, como digo, se me ocurre mandarle a la rubia un guasap diciéndole: Amor, no te voy a poner los cuernos, estoy con Toni, Jacinto y Marciano, tres jubilados hechos polvo como yo. Vamos hartos de cervezas pero, aunque andemos mariconeando, no nos vamos a acostar juntos. Ha leído eso, se ha cabreado y me ha bloqueado. Creo que me va a denunciar por acoso como si yo fuera Errejón.
La euforia nocturna se fue a la mierda en dos patadas. En mi habitación – solo, no piensen mal- lo mismo que antes me había venido arriba, me vine abajo. Hundido, pensaba en las palabras de mi chica, que ya no sé si es ex: “Es imprescindible mantener tu cuerpo. El cuerpo es la capital de la revolución, porque el cuerpo es tuyo”.
¡Que revolución ni que niños muertos! ¡Querrá decir la capital de la derrota en su condición de “cuerpoescombro”!
Andaba en estas reflexiones depresivas, con mi negocio literario ruinoso, ganar treinta euros gastando cuatrocientos, y un terremoto informativo me sacude por si me faltaba poco.
Intento que la televisión me distraiga y es tarea imposible. Otra vez me vienen a la memoria los recuerdos de aquellos tiempos que, pasados, fueron mejores. Cuando yo mandaba, cuando me codeaba con gente importante por los pasillos ministeriales, con ujieres uniformados que te cambiaban el vaso de agua antes del primer sorbo, oí a un señor importante decirle a un ministro: A ese lo mando a la cárcel y en dos meses lo ablando. Del verbo ablandar, no hablar. Sin H.
Aldama ha tardado un poco más. Ablandado ha tirado de la manta y ha salido en bola, ha pillado calle, que dicen los presos. Tirar de la manta tiene su origen en las persecuciones de judíos y conversos. Cuentan que en Tudela se escribió, en su catedral y en una manta, el nombre de judíos y conversos condenados como herejes. El fin de esta manta era conocer a los impuros y saber quiénes descendían de ellos. Ser uno de los de la manta era un insulto importante. Cuando se quería estigmatizar a alguien se “tiraba de la manta” para dejar claro su pasado judío e impuro, por tanto. No olvidemos que a los judíos conversos se les llamaba marranos, antes de que se secuestrara el lenguaje.
Mil veces he oído, cuando de escándalos político-económicos se hablaba la famosa frase: “el día que yo tire de la manta”. Desde Roldán hasta Bárcenas y ahora Aldama. La historia se repite. Siempre con la manta a cuestas. La manta al coll y el cabaset, mon anirem al Postiguet, cantan los alicantinos antes de pegarle fuego a las fogueres.
Aldama, con la manta a cuestas ha empezado a tirar y, lógicamente, presuntamente también, han salido Koldo, Ábalos y algún otro preboste socialista. Lo niegan todo, como Sabina. Sánchez habla de gran inventada y se prevé una guerra soterrada por ver quién miente. Los ignorantes jurídicos afirman: Aldama amenaza con tener pruebas – he oído en algún lado-. Eso no es una amenaza porque no avisa de un mal antijurídico sino todo lo contrario. Que esté tranquilo Sánchez, dice Aldama, que puedo probar todo lo que he dicho. Se repite una nueva figura jurídica inventada en España: el anuncio de querella. Ralenticemos los procedimientos que las prisas son para los ladrones y los malos toreros.
Aldama se ablandó en la cárcel y van saliendo las realidades ocultas. Ya lo dijo el evangelista Lucas, aquel que era médico al parecer: “Todo lo que han dicho en la oscuridad, se oirá a la luz del día y lo que han dicho en secreto y a puerta cerrada, será gritado desde las azoteas”. Las azoteas evangélicas son las tertulias radiofónicas y televisivas, que no crean que me pasan desapercibidas. Hay empresas mediáticas que tienen emisoras contradictorias, unas a favor y otras en contra del poder por aquello de no poner todos los huevos en la misma cesta. Se puede defender, para ganar siempre, una cosa y su contraria. Había un maracenero, paisano del alcalde Mehincho que decía: creía que íbamos a ganar los de derechas y hemos ganado los de izquierdas. O viceversa.
He avisado otras veces aquí mismo: si quieres hacer algo y que no se sepa, tienes que hacerlo solo. Todas las juntas rezuman y, cuando las cañas se vuelven lanzas, todas las promesas de silencio quedan en nada. Los presos son maestros en ese menester y son una universidad permanente: Don Manuel, me han dicho varios millones de veces – cuando yo estaba hasta los cojones de ser don Manuel-. Todo el mundo se chiva. La única verdad inamovible es la traición. Acuérdense cuando los socialistas acusaban sin fundamento: Rubalcaba te la clava. Y Rubalcaba, un buen tío, era mucho menos traidor de los que ahora pululan por los aledaños del poder.
La traición del Conde Don Julián, que permitió a los moros entrar en la península, es un cuento de hadas comparada con las traiciones que se ven a diario. Pura guerra fraternal, filial, paternal, de amigos íntimos, de gente juramentada eternamente y que se apuñala por la espalda cuando de mantener el sillón, la pasta o la libertad se trata. Como el chiste de aquel padre e hijo que segaban juntos. Con un calor del copón, el hijo le dice al padre: papá quítate la chaqueta y déjala al pie del olivo. ¿Dónde vas con ella encima con este calor? El padre responde: Es que no me fío de la mitad de la cuadrilla. Pues eso.
Ya nos han contado – todo presunto, que yo respeto todavía el principio de presunción de inocencia- los chalets veraniegos en Andalucía, las mises asturianas colocadas, los negocios monclovitas, los pisos en el centro de Madrid, los viajes internacionales a todo trapo… Estoy esperando ahora a ver qué hace Ábalos que es el único que tiene aún la manta sin tocar. Vamos a ver la querella que aquí y ahora se filtra todo.
Por ahora ha hablado – lo oigo en el bar con mi cortado y mi media de aceite- de ejercer acciones contra Aldama. Los íntimos amigos, compinches de trabajo y acciones por el bien del país enfrentados. ¡Qué tragedia! Un drama mejicano de Buñuel, como cantaba Aute, como las ex, que te amarían siempre y las ves amarteladas en la “plaça dels cavalls” con el monitor de su gimnasio a poco que te descuidas y el desamor se implanta. Flagrante realidad. Mecagoentoloquesemenea.