El mundo de las definiciones absolutas es muy curioso. Hay muchas personas que se definen a sí mismas con palabras que suenan bien, que inducen a pensar algo positivo al resto de personas sobre aquellos, al menos eso pretenden. Pero muchas veces el significado real de la palabra tiene muy poco que ver con lo pretendido por su circunstancial propietario.
En política es aún más llamativa esta ciencia terminológica. Si tu propietario ideológico es la izquierda y quieres vender sus “bondades” intentas autodefinirte como progresista, que suena genial, de hecho el significado de Progresismo es este: “Ideología y doctrina que defiende y busca el desarrollo y el progreso de la sociedad en todos los ámbitos y especialmente en el político-social” Y en este caso esta preciosa palabra se usa torticeramente por quienes pretenden llegar a las instituciones bajo una ideología que, a los hechos me remito, nunca hizo realidad el término literalmente considerado. Miren el Gobierno…
En frente se sitúan hoy los movimientos conservadores. La palabra “conservador” es infinitamente menos atractiva que progresista, no en vano su significado literal es este: “…Que es partidario de mantener los valores políticos, sociales y morales tradicionales y se opone a reformas o cambios radicales en la sociedad”.
Evidentemente es menos atractivo, aunque pudiera tener bastante sentido en sociedades avanzadas como la nuestra. Por el contrario, la derecha tiene al uso de la palabra “liberal” para auto vender sus bondades. Este término, cuyo significado literal es: “1.Doctrina política, económica y social, nacida a finales del siglo XVIII, que defiende la libertad del individuo y una intervención mínima del estado en la vida social y económica. Suena mucho mejor, aunque se adecúe más bien poco a la ideología pura conservadora.
Pero más allá del significado puro de los términos se sitúa el uso político que se intenta hacer de ellos, quedando desnaturalizados desde que son aludidos.
En España o eres “progre rojo” o eres “derecha facha”, como en el 33, poco hemos avanzado en términos ni semánticos ni ideológicos.
Existe una tentativa inidónea de abrirse camino por el centro que tradicionalmente ha fracasado estrepitosamente, y no será menos en esta ocasión. De forma contra natura, esta tentativa intenta adoptar el término liberal con el objetivo de vender una ideología que, y ellos lo saben, necesita escorarse para prosperar. Este proyecto, que conozco bien, necesitaría nacer y morir 10 veces para poder auto definirse como liberal con visos de credibilidad. Pero tampoco es extraño que, como los demás, usen el término para intentar captar adeptos, adeptos que hoy no tienen.
No pasará mucho tiempo hasta que el nombre de este partido incluya la palabra liberal en un desesperado intento de captar intelectuales y cuotas de relevancia de cuyo fracaso me atrevo a pronosticar, insalvable, y no es una buena noticia para España.
Liberalia mola, pero es un estado sin tierra, una patria sin pueblo, una quimera que no tiene cabida en nuestro cotidiano enfrentamiento con los “malos” del otro bando.