Represión, desinhibición y malos comportamientos son tan solo algunas de las conductas que están llevando a la cautividad a muchos niños y adolescentes que vienen construyendo en Internet su nuevo habitad natural de expresión; un lugar en el que la carencia de dirección o de guías apropiadas los convierte no solo en blanco de la victimización sino también en promotores de la denominada violencia cibernética.
Importantes autores en temas de bienestar inciden en la famosa regla de oro, “trata a los demás como te gustaría que te traten a ti”; sin embargo, en el mundo digital esta frase parece ser una simple utopía. Para dar un ejemplo de ello existe una campaña de información de la compañía Orange que es bastante explícita: se trata de un experimento social en el que se invita a 5 jóvenes a participar de una serie de preguntas que contestarán de forma anónima haciendo uso de sus celulares; de inmediato se emiten las preguntas a sus dispositivos. “¿Qué opinas de los hipsters? Mucho postureo, que se laven la barba, ¿qué opinas de los calvos? Cabeza de bombilla, cabeza de pulgar, ¿qué opinas de las personas que se visten con ropa de marca? ¡Niñatos!, se creen superiores. ¿Qué opinas de los fans del colsplay? ¡Frikis!, no sé qué son. Finalmente, se les pregunta ¿Qué opinan de las chicas musculadas o que practican el fisicoculturismo? Las respuestas fueron: me parece excesivo, es demasiado feo, eso no es belleza, qué asco, horrible, ¡mujohombre!; de pronto ingresa a la escena una joven practicante de fisicoculturismo se pone en frente de los participantes y pregunta: ¿Quién ha dicho “es demasiado feo”?”, en el acto se muestra un rotundo silencio y las caras pasmadas y avergonzadas de los chicos. Lo curioso de este suceso es que si bien se trata de una propaganda, explica una realidad que sucede a diario a través de las redes sociales y fundamentalmente en el entorno escolar.
Ofensiva en la red
Hablamos de violencia o humillación estudiantil, intencional, desproporcionada y muchas veces reiterada entre menores de edad, ya sea física, psicológica o sexual, donde la víctima por lo general no puede defenderse porque excite una desigualdad de poder. Cuando este hecho se presenta en el mundo físico se le conoce como bullying (acoso); no obstante, entre adolescentes que poseen un celular es frecuente que aquellos comportamientos se trasladen al Internet y es ahí donde hace su aparición la versión digital de este fenómeno, el ciberbullying; una práctica mucho más riesgosa y peligrosa, pues puede acompañar a la víctima durante las 24 horas del día y los daños pueden ser permanentes porque cualquier vejamen que se sube a la nube se queda en la nube y más aún cuando en Internet apenas si se entiende sobre el derecho al olvido.
La magnitud del problema es tal que estudios como el publicado en 2021 por la UNESCO muestran que uno de cada tres estudiantes (32%) en todo el mundo fue víctima de acoso por parte de sus compañeros de escuela (al menos una vez en el mes anterior a realizarse las encuestas, entre 2001 y 2017). Por otro lado, el ciberacoso es un problema cada vez mayor. Cifras obtenidas de siete países europeos indican que la proporción de estudiantes de entre 11 y 16 años que usan Internet y que han sufrido ciberacoso aumentó del 7% en 2010 al 12% en 2014.
Con perfiles falsos dedicados a la víctima para denigrarla, una publicación con imágenes comprometedoras, ya sean reales o montadas o también con la adherencia en grupos de WhatsApp solo para enviarle mensajes violentos y luego echarlo, es que se acentúa el ciberodio y la violencia en la red. En ocasiones, los agresores pueden tomar el control de la cuenta de perfil de la víctima para publicar contenido ofensivo o sexual. Es decir, las manifestaciones de esta forma de ciberdelito son tan variadas y crueles que incluso pueden llevar al adolescente agresor a grabar las escenas con el teléfono móvil cuando los ataques e insultos se llevan a cabo en el aula o en la calle, una práctica que los especialistas conocen como el “happyslapping” o paliza feliz.
Sucesos escolares
El 20 de marzo del presente año, una situación de ciberbullying a través de Instagram se hizo público en la localidad de Madryn, en Argentina. Según lo informado por el Ministerio Público de esa ciudad, un alumno recibió a través de Instagram la imagen de un arma con balas en un claro hecho de amenazas contra su persona. De inmediato, los directivos del centro educativo de la víctima reportaron el hecho a las autoridades, quienes allanaron el domicilio de una menor sospechosa e incautaron un teléfono celular y la notebook con los que se habrían publicado fotos de armas.
Aunque sin duda el caso que más ha conmocionado a la opinión pública este año ha sido el reciente deceso de las gemelas de Sallent, dos niñas de 12 años en Barcelona. El instituto en el que estudiaban reconocía que eran víctimas de violencia y que no supieron cómo actuar frente a los hechos. Destacar que este caso de acoso develo una situación de discriminación, pues las hermanas eran extranjeras; también existieron ofensas a la sexualidad de una de ellas, quien deseaba ser tratada como un chico.
Secuelas en el tiempo
Y es que estos acontecimientos deben ser materia de agenda pública no solo por tratarse de menores de edad, sino porque las consecuencias de esta forma de cibercrimen para las víctimas pueden llegar a tener secuelas de largo plazo tanto para la salud física como emocional. Una investigación sobre la salud en adultos víctimas del acoso escolar en la niñez publicada por la revista americana de psiquiatría, concluyó que los efectos de la violencia y el acoso escolar pueden acompañar a sus víctimas incluso 40 años después de haber sufrido el hostigamiento. Tendencias suicidas, depresión, trastornos de ansiedad y dependencia al alcohol a los 45 años fueron algunos de los resultados; asimismo, se detectó angustia psicológica y temas de salud en general en pacientes ente los 23 y 50 años; carencias sociales, económicas y percepción de baja calidad de vida a los 50 años.
Causalidad digital
En 2018, Jaishankar, considerado el padre de la cibercriminologia, explicó en su teoría nombrada como transición espacial que las personas se comportan de manera diferente cuando se desplazan de un entorno a otro, por lo que existe una inclinación a cometer ciberdelitos cuando las personas tienen conductas sociales reprimidas que no son capaces de expresar en el mundo físico, pero si en Internet, debido a que en este espacio no les preocupa la exposición ni su estatus, pues asumen que nadie los observa ni tampoco los juzga. Por otra parte, a causa del anonimato que facilita el mundo digital, se obtiene como resultado la desinhibición, un factor que nos lleva a comportamientos inapropiados como el acoso y la sexualización provenientes de emociones como son la frustración o la tensión. Y es que en el ciberespacio el factor de la disuasión, ya sea por la normatividad o por la vigilancia de las autoridades, se ve limitada, debido a que nos enfrentamos a una criminalidad que se escuda en la localización geográfica entre la víctima y el agresor y porque el daño que se causa no tiene un efecto inmediato.
Protección y justicia
No existe un tipo penal específico que sancione los casos de violencia escolar cibernética o ciberbullying; sin embargo, este hecho puede tener un encuadre dentro de otros tipos como son las amenazas, las injurias, la violación a la intimidad, las lesiones, entre otros.
El rol del tutor
Los padres deben saber que otorgar el uso de pantallas en los chicos y darles acceso a la red requiere no solo de condiciones, sino de un proceso de planificación e inmersión a la tecnología. Se les debe enseñar a los niños y adolescentes lo riesgoso que puede ser la rapidez de las comunicaciones, sobre todo cuando de enviar mensajes o imágenes se trata, dado que los puede llevar a exponer su integridad o atentar contra los derechos de otras personas; asimismo, es necesario explicarles cómo deben actuar tanto si son víctimas como si son testigos de un caso y evitar que no pasen a ser parte de la cadena de impunidad y complicidad frente a la violencia. Por otro lado, para los educadores, quienes muchas veces no son ajenos a la inacción, la norma será aprender a cómo identificar y actuar con celeridad frente a estos hechos.
Autor: Sergio Daniel Huamán | Experto en prevención del cibercrimen, Máster en Ciberdelincuencia.