Columna de Manuel Avilés*
Hoy he tenido un problema, uno nuevo además de los muchos que me acosan en este retiro forzado del balneario pre mortem en el que me hallo, fundamentalmente porque no tengo otro sitio donde estar y este, mal que bien, lo afronto con la pensión limosnera que me da la ministra de hacienda, que me ha denegado un aumento por los niños porque dice que mi petición no se encuentra en los tipos que recoge la ley. ¡Qué asco! ¿Se pide tener buen tipo para acceder a las prebendas del estado? Menuda mierda de vida nos ofrecen a los feos y contrahechos que es mi caso. ¡Como si yo no hubiera desembolsado pasta un mes sí y otro también para cuidar y sostener a tres hijos, tres, que eso ahora es familia numerosa y no la tiene nadie salvo moros e inmigrantes!
Los españoles que quedan, porque yo ya estoy inútil en ese terreno como en otros tantos – aquí está el cambio de civilización del que aviso- no tienen ningún hijo o tienen uno tirando largo porque se antepone viajar; conocer París, Roma y Berlín, Vietnam y Japón; hacer cursos de meditación los fines de semana – todos lascivos y jacarandosos- y apuntarse a pilates, que no sé qué es eso que se parece al gobernador romano que lavó sus manos para no ofender a los prebostes que se querían cargar al pobre Jesús de Nazaret y sobre el que han montado el negocio obispos, curas, sacristanes y demás verborreicos inoperantes. Aquí la gente no quiere niños y, con el cambio de civilización que yo no voy a ver porque estaré en el infierno de Dante, en treinta años se impone atender al muecín cuando nos llame para ponernos mirando a Cuenca en la mezquita, perdón, a La Meca y dándonos cabezazos contra el suelo hasta que nos salga el cardenal identificativo en la frente.
Pido perdón por decir moros – palabra extendidísima en mi tierra donde, por culpa de la Alhambra, a cualquier cosa difícil se la califica de “obra de moros”. Me veo en otro problema por culpa de esos moros. En el taller literario de novela histórica que doy en la Universidad de Alicante – sin cobrar porque los pensionistas no podemos cobrar nada del Estado salvo la pensión- estamos escribiendo una novela sobre los confesores reales y su influencia en la política española durante siglos. Hoy toca escribir sobre la expulsión de los moriscos. ¿Cómo escribimos un libro poniendo moriscos si eso es derivado de moro? No lo decimos con tono peyorativo, ni los queremos humillar porque, defensores del burka y de la lapidación aparte, estamos convencidos de su gran aportación a la cultura universal.
Yo soy partidario, marginando a todas las religiones, del cromosoma de Javier Krahe, Alberto Pérez y Sabina, los viejos de La Mandrágora: “…que al menos diga yo reconfortante, que me he hecho mahometano a protestante. Hablamos otro idioma, pues nada más que eso me faltaba, que tuviera que asirme a la chilaba del profeta Mahoma, ni a tripa de Lutero , ni aún de Buda. Prefiero caminar con una duda, que con un mal axioma”.
Lo que me jode es que, arrodillando a la libertad – negros, moros, pieles roja , o sea yo, gitanos, amarillos, lechosos y pelirrojos, narizotas, jorobados, sordos, también yo, cojos y demás- por la presión de grupúsculos que se han adueñado del manejo social y el lenguaje admisible, nos quieran laminar, recortar y empobrecer la literatura, que hasta a los diez negritos de Agatha Christie se los quieren cargar reformándolos. ¡Ayyyy si Cervantes y Quevedo levantaran la cabeza!
Ha llegado la rubia del Jaguar. Rubia sí se puede decir, por ahora. Me había dejado, pero se ve que ha dado marcha atrás y viene a verme una vez más a este lugar donde nace el aburrimiento. Lo más divertido del día ha sido el sermón del cura. Se ha dedicado a explicarnos, fruto de su investigación porque este cura es un crack de la sabiduría, lo que hizo Jesús de Nazaret – a ese personaje lo respeto muchísimo- en los tres días que tardó en resucitar. La tumba la regaló, excavada en piedra, José de Arimatea y a uno de mi colegio lo echaron por llamarle José de Aritmética. A la puta calle por hereje.
Propongo a la rubia acercarnos al pueblo a tomar algo en una terraza para huir de los efluvios viejunos y los vapores del balneario. Acepta. En el bar pide un café y advierte a la camarera: házmelo descafeinado, que después estoy todo el día nerviosa. No le haga usted caso – digo serio a la señorita- está nerviosa porque nos casamos mañana y la boda inminente la tiene agitada. ¡Oyeeeee! Casi monta en cólera, no digas eso que aquí me conoce alguien seguro y soy una señora casada. ¡La madre que me parió! Va a tener razón el cura con la condenación eterna. De golpe acabo de descubrir que me estoy cargando el sexto mandamiento: no desear a la mujer del vecino. Bueno, no será tan grave, ese tipo no es vecino mío.
Tomamos una cerveza, charlamos, me dice que echa de menos hablar conmigo y que se acuerda mucho de mi. Luego me devuelve al pre tanatorio y me da un pico al irse. Deseo a la mujer del tío ese que no es mi vecino. Me confesaré con el cura analfabeto y le diré que tengo una atenuante. A ver por donde me sale.
Vuelvo a la política y al aburrimiento. Dice la fachosfera, leo por internet porque la rubia me ha regalado datos en el teléfono, dice la máquina del fango que Sánchez adelanta el congreso de los socialistas a noviembre para blindarse. Pero vamos a ver, fachosfera, ¿de qué se tiene que blindar Sánchez? ¿Otra vez estáis con el tráfico de influencias de su señora y los jaleos de su hermano? ¿Qué pasa, vuestras mujeres y vuestros hermanos no trabajan? ¿Es que los de Sánchez no tienen también que buscarse la vida y comer? ¡Joder! Si vienen la mujer de Sánchez o su hermano a proponeros algo, seguro que perdéis el culo por hacerle el favor. A ver cuánta gente aquí va a andar meando colonia. Estáis rabiosos porque ha recuperado la normalidad en Cataluña y lo de los niños que tiran cocteles molotov a la policía es una juerga popular en una fiesta de pueblo. ¡Cojones! Que hasta está bajando la gasolina y la inflación. ¡Fachas!
Sánchez quiere unir al partido bajo su potestas y dejar claro que quien se mueva no va a salir en la foto. ¡Leches! Vais a ver lo que es un congreso a la búlgara, que lo teníais olvidado porque no sabéis historia ni la habéis visto nunca. ¡Coño! Como cuando Franco que había más síes en la urna que presentes en cualquier reunión de adhesión inquebrantable al caudillo. Si Sánchez pudiera – Maquiavelo como es, y ser maquiavélico no es peyorativo como no lo es moro ni negro- llamaría a elecciones ya para quitarse de encima a los Puigdemones y a los Rufianes y a los Junqueras y a esa grandota que le cae como el culo, Nogueras creo que se llama. Pero no puede porque, aunque el suelo socialista sea inamovible y Feijoo no despegue ni “pa dios”. Aunque los bildus y los peneuveros anden dispuestos a apoyar al mismísimo diablo que les deje hacer lo que les salga del alma, los de sumando leches y los podemitas, andan de capa caída y despidiendo trabajadores de esas oficinas inservibles. Están para que los apoyen a ellos en lugar de para apoyar a nadie. O sea que de elecciones nada. Hay que andar como se pueda a base de reales decretos y sin meterse en berenjenales de presupuestos ni leches, que estos son capaces de pedir, para votarlos, que les traslades el teatro romano de Mérida, el de Cartagena, la Giralda y la Alhambra. Vamos a no tocar los cojones.
Vamos a cerrar filas y a laminar cualquier disidencia, de “abalistas” “lambanistas” “pagistas” y otros don nadie y hacer un bloque en el que demos hostias como las que se llevó Don Tadeo Calomarde cuando Fernando VII el traidor, aunque no pueda decir el hostiado que son de manos blancas que no ofenden.
Dejad quieta la financiación singular, la amnistía, el alquiler de Waterloo y los cócteles molotov contra el muñeco policía, que eso son minucias y vosotros unos revoltosos ambiciosos que no tenéis ni idea de lo difícil que es sacar un estado adelante. A ver si nos dejamos de pollas, como dicen en Granada.