La pasión de Sánchez … y la mía

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Manuel Avilés*

No se vengan arriba los mal pensados. No voy a hablar de pasiones lúbricas desatadas  – esas parecen ser, presuntamente y siguiendo a las mil publicaciones que leo, prerrogativas exclusivas de Ábalos y el presunto mamporrero Koldo-. Hablo de la Pasión de Semana Santa que se acerca porque aquí vamos de fiesta en fiesta y tiro porque me toca. Se acaban las fallas valencianas, con Mazón desaparecido y saliendo por sorpresa  – para que no lo abucheen- en el ultimo minuto antes de la cremá. Se acaban las Fallas y viene la Semana Santa. Todo el mundo, aunque no crea nada ni vaya a la iglesia en el resto del año, ya se preparar con el hábito negro, el capirote rojo, el tambor, la vela y lo que haga falta para seguir con el folklore. Sigue plenamente vigente el aforismo romano para tener contenta a la plebe: Pan y circo.

Reitero mi convicción indestructible de que Sánchez es un genio, ausente de cualquier sentimiento o motivación que no sea continuar en el poder. Maquiavelismo puro que, como he dicho aquí mil veces,  no significa que sea bueno ni malo, simplemente es así. Maquiavelo también era un genio, pero Sánchez lo supera aunque El Principe sea infinitamente mejor que el Tratado de resistencia. Sánchez no se inmuta, al menos externamente. Lo ponen verde, le echan en cara la venta del Estado a Puigdemont y su tropa. Nada. Le endosan triquiñuelas con la cátedra de su señora. Nada. Manejos con la colocación en Badajoz. Ni contesta, eso no va con él. Ahora le echan en cara algo gravísimo: la autarquía, saltarse al Congreso para hacer lo que considera importante en materia de Defensa. NI caso. Lo hará con el Congreso o sin él.

El asunto de defensa es peliagudo. Sánchez es también un maestro del lenguaje y no dice defensa, porque eso hace referencia inmediata a los militares y hay muchos en el congreso que, sin haber hecho ni una imaginaria en la mili, ni haberse pateado los montes heleados de El Ferral del Bernesga, ni haber estado más guarros que la fiambrera de un gorila, en el polvorín de Sardón de Duero para que todos votaran la Constitución mientras tu vigilabas el polvorín, sin haber hecho nada de eso, odian al ejército y quieren acabar con él, con una visión idílica e irreal del mundo.

Sánchez no habla de incrementar el presupuesto de Defensa, habla de aumentar el dinero para que haya más seguridad y ahí entra todo. El asunto de la defensa es un tema raro, casi para imbéciles. Se invierte, se diseña, se almacena, se guarda solo para los desfiles, para enseñarlo. La frase clave es: yo la tengo más grande. O nosotros la tenemos tan grande como Putin y como Trump, ese amo del mundo que nos ha dejado tirados. Como yo la tengo más grande, ojo, no me hagas que utilice la fuerza. Pura teoría de Sun Tzhu dos mil quinientos años más tarde y de Von Klausewitz, doscientos años después. Te enseño mi poderío para no tener que usarlo.

Sánchez está iniciando no una semana de pasión sino un mes  o incluso más, pero este hombre, Tratado de resistencia en mano, aguanta lo que le echen. Esta va a resistir y hasta va a ganar otra vez. Aviso y no soy seguidor  de Tezanos, ni mucho menos.

A Sánchez  – ahora se la cogen con papel de fumar pero no sueltan el chollo- los podemitas, ese rubio del pelo largo y cara como para dar un pésame, que imparte doctrina en el Congreso. Pablo Fernández Santos se llama el hombre, que era kiosquero en León y ha dicho que no vuelve al kiosko. Los señores de Sumar, ministros incluidos. La señora Belarra. Los de Compromis. Todos han avisado diciendo, con una inusitada firmeza, que ellos van a votar que no al incremento del presupuesto de Defensa. Sánchez lo tiene claro, lo hará con el congreso o sin él.

El que le tiene bien cogida la medida es Puigdemont y sus secuaces. Ya han oído hoy mismo a Page protestar en voz alta: somos solidarios, pero no tontos.  Page da mucho el cante, pero al final no hace nada salvo agachar la cabeza, sometido. Se trata del reparto de “menas”. Aquí todo tiene siglas. Menores no acompañados. Y los puigdemones quieren que se los coman los andaluces, los manchegos, Ayuso -me cambio por su novio ahora mismo- y los extremeños, pero no los catalanes. Para eso tienen cogido al Presidente por esa parte dolorosa en la que basta apretar un poco. No sean mal pensados que no es parte blanda corporal. Se llama sillón de la Moncloa.

Ya me da incluso pena Ábalos y su troupe: Koldo, Aldama, las chicas… Vuelvo a recordar al antiguo alcalde de Alicante, José Luis Lassaleta, que veneraba a Ábalos y siempre lo nombraba, a finales de los noventa, cuando desayunábamos los domingos en el Venecia. Él, de izquierda socialista, creía que Ábalos era el futuro del socialismo valenciano, escorado a la izquierda de los oficialistas, como Vicent Garcés. Luego supe, de primerísima mano que Garcés no era tanto como parecía y Ábalos ha quedado ya, después de todo lo sabido y visto  – presuntamente- para peinar muñecas o poco más. Está literalmente lapidado por Sánchez y por las evidencias. Apartado de todo como los leprosos bíblicos.

La UCO  – me fío más de ella  que de todos los del congreso juntos, pero de la UCO de a pie, no de los grandes gerifaltes, lo siento-  como decía un chiste antiguo, a quien decía que no tenía nada en el extranjero, le están encontrando más propiedades que el Aloe Vera, más propiedades que novias. Y no pasa nada por tener varias novias siempre que   – presuntamente- seas tú quien las mantenga y no las empresas públicas o el Estado, presuntamente también que ya estoy harto de la palabra.  Yo he estado en Colombia bastante tiempo, exiliado a la fuerza por culpa de los etarras  – Lean las Memorias de Juan Alberto Belloch, que él lo cuenta en “Una vida a larga distancia”-. Entonces los pesos no valían nada. Una peseta se cambiaba por ocho pesos, o sea que cada euro valdría más de mil trescientos pesos. No creo que un terreno en el Valle del Cauca valga eso ni creo que la UCO confunda euros o dólares con pesos y una casa allí no vale ese dinero ni estando locos el que vende y el que compra. Eso tienen que mirarlo bien porque Ábalos  –  presuntamente- no puede ser tan tonto como parece. La clave ahora mismo está solo en una cosa por la que deben estar preocupados en las alturas: cuando va a ser el día que Ábalos  y Koldo  – parecido a cualquier cosa menos a un experto en Fomento- van a empezar a cantar de unos y de otros, no solo de ellos.

Acabo de leer un artículo entusiasmante. La autora, a la que no conozco, se llama Guadalupe Sánchez   – noten que cito y no me apropio cobarde y pobremente de lo que crean otros- se titula “Derecho penal genital”. Una maravilla esta señora. Hoy no puedo comentarlo y lo dejo para dentro de unos días. Me voy al Real Casino Liceo ahora mismo porque tengo que dar los últimos retoques a la presentación de una novela coral y grandiosa. Ya veréis cuando la leáis. “Los confesores reales: Pecado, política y perdón”. La Iglesia metiendo la cuchara de manera continua e inmisericorde en la política del Estado a través de un invento diabólico: la confesión. Una máquina de poder hasta más allá de lo terrenal que acojonaba a los reyes con la sumisión a la voluntad divina y la condenación eterna. El rey, cuanto más tonto era y había bastantes, más caso le hacía al cura. Isabel de Farnesio, portada del libro los tuvo bien puestos y supo deshacerse del yugo. A ver si sois capaces de leerla.

Manuel Avilés, escritor y director de prisiones jubilado, columnista de h50 Digital

 

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