Decía Lord Byron “¡La pluma! Ese poderoso instrumento de los hombres insignificantes”. Y, añadía, nuestro Cervantes, “la pluma es lengua del alma”. Incluso, mi Julio, me decía en un reciente y entrañable mensaje navideño “Los Ángeles existen. Compruébalo. Pídeles ayuda. Ellos no fallan”. Pues bien, ni las plumas más prestigiosas se preocupan de los más necesitados, ni tampoco los Ángeles pueden hacer nada por esos niños indefensos, pobres y excluidos. Como bien decía Carlos Cuesta, España tiene cuatro coronas: la mayor tasa de paro de la UE, la mayor tasa de pobreza infantil de la UE, la tercera tasa relativa de pobreza de la UE y la quinta mayor tasa de pobreza severa de la UE, esos son los trofeos de Sánchez y no los que cacareó en su triunfalista discurso. Por el contrario, el Rey de España, Felipe VI, en su mensaje navideño ha recordado que tenemos un reto fundamental en “materia de pobreza y exclusión social”, y es que España lidera los ránquines de pobreza y personas en riesgo de exclusión social en la Unión Europea, pero de todo esto los plumíferos de orquesta gubernamental ni lo citan.
La pobreza infantil en España es una dura realidad para miles de niños y niñas, que carecen de acceso a recursos básicos para su desarrollo y bienestar tanto físico como mental. Como expresa la Fundación Balia, en España existen 2,8 millones de niños y niñas en riesgo de pobreza, por lo que se sitúa como el segundo país de la UE con la tasa más alta de pobreza infantil, sólo por detrás de Rumanía. La tasa de riesgo de pobreza en la infancia sigue aumentado, situándose en un 33,9% en 2023. Incluso, según señala un informe de la Fundación 1º de Mayo, España ocupa el primer puesto en pobreza infantil de la UE. La carencia material severa en los hogares con niñas, niños y adolescentes ha batido su récord histórico afectando al 10,8% de los menores de 12 años. Además, la pobreza energética y alimentaria en la infancia presenta los registros más altos desde que se comenzaron a contabilizar estos datos. Un 19,9% de los hogares con menores no pueden mantener sus viviendas a una temperatura adecuada, un problema que se agrava entre las familias monoparentales, donde el porcentaje asciende al 33,9 %.
Otro dato escalofriante es que el 6,9% de los niños y niñas menores de 18 años, más de 550.400 menores, no pueden permitirse comer carne, pollo o pescado al menos cada dos días. Esta situación es todavía más grave en los hogares monoparentales, que presentan un porcentaje de carencia alimentaria del 11,5%, con un incremento de 4,1% puntos respecto al año anterior. La situación es especialmente crítica para los menores con padres o madres de origen extranjero, de los cuales 7 de cada 10 están en riesgo de pobreza y/o exclusión social en 2023. Cáritas ha advertido que la mitad de las personas que acuden a esta organización en busca de ayuda tienen empleo. Además el 20% de los hogares con menor renta gasta un 70% de su salario en pagar la vivienda o el alquiler, un problema que el propio gobierno ha incrementado con sus políticas a todas luces desacertadas.
Estas cifras dramáticas subrayan la urgente necesidad de políticas públicas efectivas con el debido apoyo para combatir la pobreza infantil y mejorar las condiciones de vida de las familias más vulnerables en España. Tenemos que construir un consenso social y político para afrontar este gravísimo problema de personas que viven al límite de la indigencia.
Pero, ante esta alarmante situación, el Gobierno de Sánchez está ocupado en las corruptelas, y mantenerse en la poltrona, las imputaciones de Begoña, Ábalos, hermano de Sánchez, Fiscal General del Estado, Koldo, la trama venezolana, Aldama, Tito Berni y un largo etcétera. No obstante, como ya decía Concepción Arenal “Todo poder cae a impulsos del mal que ha hecho. Cada falta que ha cometido se convierte, tarde o temprano, en un ariete que contribuye a derribarlo”. A lo que hay que añadir “¡Ay de los pueblos gobernados por un Poder que ha de pensar en la conservación propia!” (Jaime Balmes).