Desde hace unos días, la mayoría de las CCAA, salvo Madrid y Canarias, han impuesto el uso obligatorio de la mascarilla en espacios abiertos y cerrados durante todo el tiempo, independiente de la distancia de seguridad, incluso en las playas, sancionándolo con multas de 100 euros para quienes lo incumplan, dicen como medida eficaz para prevenir el contagio de los nuevos brotes del coronavirus.
La obligatoriedad del uso de las mascarillas (tapabocas o bozales), al aire libre y en espacios cerrados no tiene una evidencia científica sobre su eficacia. Recordemos que hace menos de tres meses, no tres años, la OMS no aconsejaba su utilización. Tampoco el gobierno de España. Y, Ahora, se convierte en una medida de uso obligatorio e indiscriminado. Incluso en Comunidades Autónomas como Galicia se aprobaron medidas más severas y restrictivas en su uso que en otras regiones, cuando ahora hay bastantes menos brotes que cuando se celebraron las elecciones y dicha obligatoriedad no estaba aprobada. No deja de ser curioso. No tiene sentido. Bueno, lo cierto es que el tapabocas hay que llevarlo puesto en todo momento, excepto cuando uno come, bebe o se baña. Plato a plato, sorbo a sorbo y baño a baño. Creo que el poco turismo que tenemos empieza a estar harto. Ahora bien, deberíamos preguntarnos ¿cuál es el origen de la mayoría de los nuevos contagios? La respuesta la conocen muy bien nuestras autoridades, que siguen sin adoptar las medidas necesarias para atajar los botellones, las fiestas y comidas multitudinarias, los conciertos, los bailes a gogo, etc. Mientras, el responsable nacional de Alertas y Emergencias, Dr. Simón, aparece en una foto de una playa portuguesa hablando sin mascarilla con el empleado de una tienda playera ¡Qué ejemplo! Bueno, no es de extrañar, ministros del gobierno se saltaron la cuarentena y, ¿Hubo consecuencias políticas o legales? Ninguna. No tenemos remedio. Aún así, algunos políticos más que negligentes tienen la osadía de amenazarnos con volver al estado carcelario. A suprimir de nuevo nuestros derechos y libertades fundamentales. En ese caso, sería nuestra ruina definitiva. Ni la UE podría salvarnos.
Para ilustrar algo más la “necesidad” de las mascarillas en el exterior, debo indicar que, según estudios realizados en los últimos meses por expertos, menos del 1% de los contagios por coronavirus se producen al aire libre. Concretamente, por un estudio realizado en China, se conoce que la transmisión al aire libre es muy escasa, mientras en el transporte público, centros sanitarios, lugares de ocio o en el propio hogar se encuentran la mayoría de los contagios. El estudio llamado “Transmisión Interior de SARS-COV-2”, es decir, Covid-19 o coronavirus, analiza 318 brotes en China y los clasifica en seis áreas (hogares, transporte, comida, entretenimiento, compras y misceláneas). Del total, el hogar concentró 254 brotes con 79,9 de casos, seguidos del transporte con 108 brotes y un 34% del total. De esta forma, el reconocido médico americano Scott Gottleieb lo destaca en su cuenta de twitter diciendo “El estudio de 318 brotes en China encontró que la transmisión se produjo al aire libre en sólo un brote, que involucra sólo 2 casos”. Esta es la realidad y no otra.
Si lo dicho no fuera suficientemente clarificador, el Catedrático de Medicina y Microbiología, Adolfo García Sastre, Jefe de Patógenos Emergentes del Hospital Monte Sinaí (EEUU), uno de los virólogos de mayor prestigio mundial, preguntado en una reciente entrevista por los rebrotes en España (Cataluña y Aragón), manifestó “Hasta ahora, por lo que está sucediendo, no hay razón para alarmarse en España (…) los casos que están apareciendo ahora eran predecibles que los hubiera. Sabíamos que iba a haber rebrotes aquí y allá, pero no parece que estén dando lugar a un contagio sistémico”.
Asimismo, debemos recordar que en países europeos, como Reino Unido, Alemania, Francia, Suecia, Ucrania, Países Bajos, Portugal, Polonia, etc., desde hace ya unas semanas se están produciendo aumentos progresivos de los rebrotes con casos diarios incluso superiores a los nuestros, por eso el Catedrático Adolfo García-Sastre dice que era predecible que hubiera rebrotes en nuestro país y en los otros, pero las llamadas de auxilio o socorro crean un miedo injustificado. Eso sí, el reconocido virólogo señala que hay que estar muy pendientes de los nuevos brotes, detectarlos rápidamente, implementando el diagnóstico necesario y los rastreos, además de aplicar las medidas de distanciamiento social, evitando las aglomeraciones en espacios cerrados.
En este tipo de pandemias y otras patologías, el uso de la mascarilla es imprescindible en el trato diario entre médicos, sanitarios y pacientes, como siempre lo ha sido, pero su uso indiscriminado y obligatorio para el resto de la población, además de no existir una evidencia científica, es una medida desproporcionada y de dudosa eficacia. Además, la utilización permanente de las mascarillas tiene unos efectos secundarios negativos, que nos quieren ocultar, como enfermedades respiratorias, alérgicas, con eccemas, lesiones en la cara, hongos, irritaciones, envejecimiento de la piel, que en algunos casos pueden llegar a reducir nuestro sistema inmunológico, según dicen algunos expertos. También tiene un balance económico de coste/beneficio muy desfavorable para el ciudadano de a pié, que tiene que asumir un nuevo gasto en su ya maltrecha economía familiar, que en algunos casos puede superar los trescientos euros mensuales. Eso sí, proporciona miles de millones a la industria farmacéutica, y trata de justificar la pulsión autoritaria y punitiva de los gobiernos, que es muy poco emancipadora y menos aún pedagógica, cuando se debe apelar constantemente a la responsabilidad individual y colectiva, la responsabilidad de todos, evitando las fiestas multitudinarias, los botellones, las comidas numerosas, los conciertos sin control y vigilar más de cerca las zonas de ocio nocturno. Ahí está el problema. No en la utilización de las mascarillas en todo tiempo y lugar ¡Claro está! siempre habrá algunos irresponsables, jóvenes y también mayores, que pongan en peligro a los demás. La vida siempre tiene sus riesgos.
Aún más, debemos recordar que hay países con bastantes mejores resultados que el nuestro en la gestión de la epidemia, como Noruega, Suecia y Dinamarca, que ni siquiera hoy en día recomiendan el uso de la mascarilla. Y, Portugal, Alemania, Francia, Italia, entre otros, en los que no es obligatoria en la vía pública, sí en el trasporte, educación, centros comerciales, tiendas y otros espacios cerrados. Entonces, ¿Por qué muchas CCAA han endurecido incluso las propias medidas estatales? Menos miedo y más pedagogía es lo que necesita el ciudadano.
Así, España se está convirtiendo en un país demasiado triste y, entonces, deja de ser nuestra España. Deja de ser diferente y atractiva para los turistas que hasta ahora nos visitaban mayoritariamente. Fuente de riqueza. Sin alegría únicamente hay tristeza, ya lo decía nuestra poetisa Gloría Fuertes “quitaros esa máscara de tristeza, siempre hay motivos para cantar” ¡Ya está bien! Los ciudadanos tenemos derecho a respirar libremente, sin dificultades, sin tapabocas, sin bozal. Reflexionen y cambien la normativa.
Manuel Novas Caamaño, abogado, para h50 Digital Policial