Manuel Avilés*
Aquí me tienen. Medio gilipollas – o del todo- cantando continuamente, en bucle, el “Burrito sabanero”. No hay manera de quitármela de la cabeza. Tendré que ir al psiquiatra y ponerle una querella a mi casi paisano Bisbal, para sacarme la coplilla venezolana y dejar de ir camino de Belén con el burro de los cojones.
Acabo de escribir, para la policía, un artículo sobre grandes narcos. Esos que viven de la degradación y la ruina de muchos individuos y de sus familias. En los cuarenta años de cárcel – no lo volveré a decir, que ya lo saben- he visto centenares de familias destrozadas por la droga. Si la droga entra en una familia, los podéis dar por muertos: el padre se tira al alcohol, la madre a las benzodiazepinas o al bingo y a las tragaperras, los hermanos huyen o se suman al consumo y eso es un desastre como la Dana de Valencia, una riada imparable y sin nadie que dé una orden razonable, que se cumpla y remedie el desastre.
Los grandes narcos -no el pobre yonqui que se prostituye por un porro y es capaz de dejarse dar por la derriere por una papelina- viven pendientes del dinero. Es la economía, estúpido, como decía Clinton en la campaña en que ganó la presidencia a Bush. Ahí está la clave, en la pasta y en que el hombre es un lobo para el hombre, que nunca dijo un filósofo, Thomas Hobbes, una frase más acertada.
La gauche caviar, en Francia. Los champagne socialist, en Inglaterra. Los Radical chic en Estados Unidos. O los pijos gilipollas del Rolex y el Lamborguini aquí – puede cambiarse por un Masseratti y un Hublot- viven en contradicción eterna entre los postulados que expresan: igualdad, trabajo, progreso (de ellos), resiliencia, evolución ( de sus fondos de inversión) y otras gilipolleces vacías de contenido pero que suenan bien, y su forma de vida. Una vida lujosa, cómoda, mucho más que epicúrea, como de emperador romano con esclavo que hasta te pela las uvas y te pela lo que le pidas. Una vida de farsante como la castidad en boca de un cura que la predica y luego le mete mano al monaguillo. Preciosa palabrería y hechos miserables a montón.
Voy a contarles algo que, porque me lo pide mi amigo Eslava Galán y creo que debe saberse, lo contaré en las memorias que ando escribiendo a ver si alguien las lee.
Yo tenía un puesto de trabajo – con dos oposiciones aprobadas a la primera y con número y un “ridiculum vitae” mediano- parecido al de Koldo. Con Antonio Asunción y Juan Alberto Belloch, pregúntenle a él porque a Antonio ya es imposible. Me dedicaba al terrorismo. Lean las Memorias de Juan Alberto que – independientemente de que me cite, cosa que nunca esperé, es una joya de libro-. Me daban por muerto sí o sí. Debo de ser de los pocos muertos a los que le dieron el pésame en persona y acabaron vivos. Un coronel del Cesid, buen hombre, artillero como yo pero no sordo, me decía: Manuel, lo siento pero te van a matar. Tú procura ir siempre confesado. Yo, comunista iluso como era entonces, le contestaba: Santiago – no mi amigo el traidor, otro Santiago- el infierno es un mito del poder para tenernos dominados. Un invento más falso que las monedas de tres euros.
Es mentira y de existir, será una pasada. Allí estarán Brigitte Bardot, Claudia Cardinale, Liz Taylor – las de mi época, las que me hacían pasar el día empalmadamente y sin poder hacer nada porque el infierno acechaba y teníamos el coco comido a tope-. Ahora estarán Charlize Theron, Hilary Swank y Ayuso… una gozada. Yo prefiero ese infierno marchoso a estar con dos angelitos maricordianos tocando el flautín y cantando todo el rato hacia ti morada santa. Nada. Vamos al infierno Santiago, donde van los traidores.
A lo que voy. Los dos ministros con los que estuve me querían y yo a ellos. Sin mariconadas. Mi puesto era parecido al de Koldo pero sin hacer contratos ni comprar mascarillas ni alquilar chalets para nadie ni pisos en la plaza de España – presuntamente-, solo malos rollos con etarras sobre todo. Eso y entrevistas agrias y mal encaradas en las que te mandaban a tomar por el culo en cuartuchos talegueros congelados: Burgos, Nanclares, Puerto de Santamaría, Cartagena, Ocaña… un disfrute en toda regla, un veraneo por la geografía española con cargo a los presupuestos generales. Y mi novia, entonces, haciéndome luz de gas. También irá al infierno y allí nos reconciliaremos.
Como los abogados etarras – o de etarras que da lo mismo- dejaron claro en Alcalá Meco que había que matarme – esperen a las Memorias y se van a enterar de lo que vale un peine, pues me pusieron escolta permanente. Yo agradezco a la Guardia Civil y a la Policía que me protegieran porque, si no, me habrían dado seguramente, pero tener escolta es una mierda total, salvo para los gilipollas que van de importantes y la suplican para aparentar. Hasta a mear ibas con un tío detrás. Y yo, que ya era feo y ligaba menos que el chofer del Papa, me faltaba ir con la policía para que, si alguna tenía la vaga intención de soltarse algún corchete conmigo, lo dejara para mejor ocasión. A lo que voy y con perdón de la grosería, que por culpa de la escolta o por otros motivos pensé incluso meterme a monje del Cister porque follaba menos que la gata del Vaticano. Meterme a monje y aprovechar la castidad para ir al cielo. No lo hice, seguí en la cárcel y con los etarras. Entonces… que yo era un becerro y no ahora que soy desecho de tienta y si me hablan de ponerme preservativo respondo de inmediato que yo estoy para ponerle peso.
Entonces, lo digo por estos que predican una cosa y hacen otra, que gustan del lujo y de los chalets playeros alquilados por conseguidores – presuntamente-, nunca hice los trayectos desde Nanclares o Madrid o donde fuese, sino en mi coche y con mi gasolina, mis ruedas y mis pastillas de frenos. Afirmaba la policía: usted tiene escolta permanente. Tenemos que llevarlo nosotros. Y yo contestaba siempre lo mismo: Mis polvos – o su intento- no pueden ir a cargo del contribuyente. No puedo ir con dos policías que cobran una mierda de dieta y duermen en una pensión mientras yo me refocilo con mi novia de entonces – un bellezón espectacular- que tuvo la suerte de dejarme y vivir como dios, según me dicen, porque yo no ando buscando a nadie para cantarle como Formula V: cuéntame cómo te ha ido, en tu viajar por este mundo de amor,
Ilusos aquellos Formula V con cuya música jamás bailé por mucho que lo intentara. Por feo y por desgarbado que ni melena podía dejarme cuando estaba de moda por culpa de los Beatles. He dejado de ser comunista para ser solo de izquierdas aunque no de Sánchez ni de Ábalos. Supuesta la verdad de que el hombre es un lobo para el hombre, el comunismo y el socialismo – ambos movimientos incluyen la gauche caviar, o sea predican una cosa y hacen la contraria, predicar la solidaridad y vivir como Dios, a ser posible liberado y dedicado por entero a la gamba roja y las quisquillas-, los dos no son sino una entelequia farsante, un medio oxímoron, que es una palabra muy bonita que nadie sabe qué significa, pero queda muy culta en los escritos.
En medio de un mundo – el pobre papa Francisco es otra víctima de sí mismo y hasta habla de que callen las armas cuando la historia del mundo se escribe como historia de sus guerras- en el que ganan Trump con procedimientos de todo tipo pendientes, gana Elon Musk con la mayor fortuna que jamás un hombre ha acumulado. En un mundo en el que Putin acojona con los misiles e invade lo que le sale de los cojones y en un mundo en el que las islamistas se extienden con la sharía como bandera y como única norma, nos atrevemos a cantar el Burrito sabanero -¡me cago en la leche que llevo cinco días con la coplilla!- y a desearnos feliz Navidad a pesar de que Sánchez proclama seriamente que el Fiscal general es inocente porque no hay mensajes en su móvil. ¿Estos hombres han oído hablar de la destrucción de pruebas? Todo presuntamente, por favor, que quiero entrar a la cárcel después de dejarles los reyes a los nietos esos depredadores con que la naturaleza me ha obsequiado. Sufren de marquitis aguda. Todo tiene que ser Adidas, Niké, Skechers… estos niños parecen la “gauche caviar” y yo comprándome las sábanas de franela, por mi pobreza energética, en el gitano de Babel. Carpe diem. ¡Señor…llévame pronto!