Año 2014 la madre del primer marido de Adolfina, informada por su nieta Argelys, intentó denunciar a Raúl (actual pareja de su madre) por maltratar a la menor en Enero de 2014. Su denuncia, ilegible, fue rechazada en los juzgados, y no volvió a intentarlo ni nadie la llamó para interesarse. En aquel entonces la pareja iba a cumplir tres años de relación, y aunque no convivían juntos en el piso de Vallecas que Adolfina compartía con una compañera, la abuela Leonarda presionaba a Adolfina para que rompiera con Raúl.
La relación se deterioraba por momentos y Adolfina sólo pensaba en enviar a su hija Argelys de 9 años de vuelta a la República Dominicana.
El 29 de junio saldría el vuelo, pero Argelys nunca se subió al avión. Madre e hija desaparecieron sin dejar rastro y al día siguiente la abuela Leonarda denunció la desaparición señalando a Raúl como sospechoso.
El caso recayó en el grupo de policía judicial de la comisaría de Puente de Vallecas a la cabeza el Comisario Jefe Manuel Soto Seoane, uno de los más prestigiosos comisarios de España, que arrancó investigando el entorno de las desaparecidas. A Raúl lo dejaron para el final, y cuando compareció como testigo en comisaría el 15 de julio, era un hatajo de nervios. Los policías, junto con el Comisario Jefe Soto, perdieron la cuenta de las veces que pidió agua para continuar con su relato y constataron sus primeras contradicciones. La mentira más evidente era que Raúl sostenía que había visto por última vez a su pareja Adolfina y la hija de ésta, el 21 de junio. La mentira era tan grande que no tardaron en comprobar que Raúl comió con ellas justo el día de su desaparición. Tras el almuerzo las mujeres no fueron muy lejos, en la casa de Adolfina encontraron la maleta de la niña lista para partir, aunque lo más inquietante es que faltaba el colchón del dormitorio de la pequeña.
Desde ese día Raúl contó con vigilancia especial, primero de manera disimulada luego dejándose ver para que el sospechoso sintiera el aliento policial en su espalda.
Volvieron a interrogarle y volvió a mentir. La policía se guardaba la carta de las localizaciones telefónicas. ¿Qué hacías en el pueblo de tus padres horas después de la desaparición de las chicas? le dijeron. “Fui a ver a mis padres”, respondió.
La investigación era encabeza en primera línea por el Comisario Soto que junto con su equipo de judicial comprobaron que ese día los padres no estaban en el pueblo zamorano de San Vicente de La Cabeza. Los policías de la comisaría de Vallecas se dieron una vuelta por el lugar y siguieron reuniendo piezas del puzzle.
No querían detener a Raúl hasta que agotaran las vías de investigación. Lo hicieron el lunes 24 de noviembre. Raúl no tardó mucho en confesar que las había matado, lo hizo en presencia de su abogado y marcó el parque madrileño de la Dehesa de la Villa como el lugar donde se había deshecho de los cuerpos. Sin embargo, el teléfono de Adolfina marcó el día de su desaparición otro lugar mucho más lejano de la capital, el pueblo de San Vicente de la Cabeza.
Los vecinos de San Vicente de la Cabeza, un pueblo de apenas 500 habitantes situado en el oeste de la provincia de Zamora, casi no podían creer que uno de los veraneantes de la localidad, Raúl, de 30 años, haya sido capaz de acabar por celos con la vida de su compañera sentimental y de la hija de ésta, de nueve años, ni de abandonar sus cuerpos en un viejo pozo junto al río Aliste, a su paso por el pueblo natal de su madre.
Fuentes policiales explicaron que ya desde mediados de julio se barajaba la posibilidad del doble crimen, y que añadieron que uno de los dos lugares sospechosos de ocultar los cuerpos era este pozo de Zamora. El otro lugar también estaba en San Vicente.
Raúl reconoció que había depositado los cuerpos en un pozo abandonado situado junto al cauce del río donde se veían los restos de la maquinaria de una noria en desuso. Precisamente, algunas de las piezas metálicas, estaban tiradas sobre la maleza, sirvieron al agresor para sujetar los cuerpos y evitar que flotaran. Una vez que se retiraron los cadáveres, los vecinos se acercaron hasta la zona, un lugar, según reconocen, poco frecuentado junto al río. Se encuentra apenas a 200 metros del casco urbano y, aunque se trata de una zona de fácil acceso tanto a pie como en vehículo, la vegetación, muy crecida, hace incómodo el paso.
De hecho, fuentes del caso señalaron que Raúl no tenía antecedentes en esos momentos (aparte de las denuncias por malos tratos y amenazas), y que tampoco es violento. El móvil del crimen que se baraja son los celos, ya que Adolfina quería cortar la relación que tenía con Raúl y él no lo aceptaba.
La Audiencia Provincial de Madrid condenó a 37 años de cárcel a
Raúl A. por matar en junio de 2015 a su pareja, Adolfina P. S., y a la hija, cuyos cadáveres aparecieron desmembrados en un pozo de Zamora cinco meses después del crimen.
Además, el condenado deberá hacer frente a una indemnización a los familiares de sus dos víctimas de 60.000 y 45.000 euros, respectivamente. El Tribunal Popular le ha absuelto, no obstante, del delito de maltrato habitual del que venía siendo acusado.
En su última palabra, el acusado pidió perdón a las familias y mostró su arrepentimiento por el doble crimen que cometió el 30 de junio de 2014. “Pido perdón a las familias de las víctimas. Fue un arrebato. No entra en mi moral. Estoy muy arrepentido”. Con estas palabras, el juicio quedó visto para sentencia en la Audiencia Provincial de Madrid.
En su escrito inicial, el fiscal pedía 38 años de cárcel por un delito de malos tratos, uno de homicidio, otro de asesinato, los últimos con la agravante de parentesco.
Veredicto del tribunal
En su exposición de motivos, los miembros del jurado consideraron acreditado que el acusado mantuvo una complicada y convulsa relación sentimental análoga a la del matrimonio con Adolfina entre los años 2012 y 2014.
Finalmente, el 29 de junio de 2014, Raúl A. terminó por asesinar a su novia y a la hija de ésta. El condenado asfixió a la mujer de modo sorpresivo para ella y sin que pudiera defenderse.
Al oír ruidos, relata la sentencia en su apartado de hechos probados, su hija acudió a ver qué estaba sucediendo y Raúl terminó también con su vida empleando un método que no ha podido ser determinado, aunque muy probablemente también fuera por asfixia y/o sofocación.
Posteriormente, la tarde del 30 de junio, Raúl trasladó los dos cadáveres a San Vicente de la Cabeza (Zamora) y los arrojó a un pozo, en cuyo interior fueron localizados cinco meses después de los hechos.
El condenado, para el que el Ministerio Público solicitaba una condena de 38 de prisión, cumplirá, conforme a lo establecido en el artículo 76 del Código Penal, el periodo máximo efectivo, que será de 25 años de prisión.
El TSJ rebaja en 5 años y medio la prisión al zamorano que mató a las dominicanas
El Tribunal Superior de Justicia de (TSJ) de Madrid rebaja la condena en 2018 Raúl A., cumplirá 20 años de prisión, una reducción de cinco años y medio la condena impuesta por la Audiencia Provincial de Madrid, que se deriva de la calificación del crimen como homicidio y no como asesinato, en contra del veredicto del jurado.
La Sala de lo Penal del Tribunal Supremo confirma en julio de 2019 la condena de 32 años y 6 meses para el zamorano, afincado en Madrid, Raúl A., que mató a su compañera sentimental dominicana, Adolfina, y a su hija Algeli, de tan sólo 9 años de edad.
La comisaría de Puente de Vallecas con Manuel Soto Seoane como el Comisario Jefe en 2014 fue la que se ocupó de todo este caso con un éxito absoluto siendo otorgadas diversas condecoraciones a los funcionarios del operativo.
Soto ingresó en la Policía en 1985 y desde ese año ha tenido destinos como la Subdirección Operativa, la Subdirección General de Inspección, la Unidad de Coordinación de la Dirección General de la Policía, la Unidad de Asuntos Internos o las comisarías de La Laguna, Puerto Llano, Puente de Vallecas y Centro. Igualmente se encargó de la Unidad de Cooperación del Cuerpo Nacional de Policía adscrita a la Comunidad de Madrid y actualmente es Comisario Principal de la Policía Nacional en la Secretaría General del Gabinete Técnico del Director General de la Policía.
Autor: Antonio Abarca
Poca pena y flaco favor el del TSJ para con las victimas, para mi un delito de sangre sobre todo si hay niños se merece la perpetua.