En la historia de nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado muchas han sido las ocasiones en las que quienes visten el uniforme de la Policía Nacional y la Guardia Civil han demostrado que lo hacen conscientes de que la vida de todos está en sus manos, y, por ello, las suyas en riesgo.
Hablo de sus héroes, de los de todos, de aquellos que perdieron su vida luchando contra una banda terrorista, de los que trabajan investigando delitos que hacen mucho daño a la sociedad, de los que día a día se juegan la vida para salvar la de otros, de los que ayudan a quienes precisan ayuda. Pero también es cierto que demasiadas veces han tenido que movilizarse para conseguir derechos laborales cuando a los Gobiernos les costaba demasiado concederlos.
El derecho de sindicación de la Policía Nacional por ejemplo provocó que muchos compañeros tuvieran que enfrentarse al calabozo por ejercer una labor clandestina que, gracias a su sacrificio, pudo hacerse legal. En la Guardia Civil todavía no está garantizado ese derecho, lo que no es propio de un Estado desarrollado.
Una de las movilizaciones más secundadas de ambos cuerpos ha sido muy reciente. La movilización a la que aludo, y de la que formé parte, es la que provocó poner de actualidad una justa y vetusta reivindicación.
La equiparación salarial con las Policías Autonómicas
Justicia Salarial Policial, es decir, JUSAPOL, fue una organización que sacó a la calle a gran parte de nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en un movimiento que se generalizó en todo el país, y que provocó que las fuerzas sindicales, asociativas y el Ministerio de entonces se reunieran en una mesa a negociar esa pretendida equiparación salarial.
Fruto de aquella negociación se generó un acuerdo que pretendía acabar con esa injusticia de décadas. El acuerdo, firmado por los sindicatos de Policía Nacional, asociaciones de la Guardia Civil y el Ministerio del Interior contenía un pago en tres tramos para igualar los salarios de los miembros de las Policías Autonómicas y los de los Guardias Civiles y Policías Nacionales. Después, y para garantizar que esa desigualdad no se volviera a producir, se previó una futura auditoría.
¿La realidad?
Ha habido tres pagos recibidos en diferente cuantía que en modo alguno han conseguido equiparar los salarios de, por ejemplo, un Mosso de Esquadra y un miembro de la Guardia Civil o Policía Nacional.
Una de las peores consecuencias de ese acuerdo ha sido el abandono del personal en segunda actividad y jubilados. Nada se ha previsto para este colectivo no menor, un colectivo que, además, se ha enfrentado a una etapa durísima de jornadas laborales interminables, atracos, drogas y al terrorismo de ETA.
“Ellos deberían ser objetivo primordial de cualquier iniciativa que pretenda dignificar una labor tan esencial”.
El Ministro del Interior, el sanchista Marlaska, aprovecha cada ocasión en la que interviene para decir que ya ejecutado la equiparación salarial, lo cual es tanto como decir que Sánchez, su amo, no miente nunca. Sabe muy bien que lo que dice no es verdad, pero le importa poco, al igual que le importa poco o nada los derechos de los Policías Nacionales y los Guardias Civiles, que, en su inmensa mayoría, no le reconocen el cargo, le ven más bien y con razón como carga.
La Equiparación Salarial no se ha producido y ha abandonado a nuestros héroes
La Equiparación Salarial no se ha producido, basta comparar las nóminas, y además se ha abandonado a lo mejor que tenemos en la Guardia Civil y la Policía Nacional, a nuestros héroes que durante décadas han dado todo para que vivamos seguros.
La dignidad de un país se mide por los honores que se conceden a sus mártires, a sus héroes y a quienes aún en vida son ejemplo vivo del sacrificio por la patria.
“Lucharé por la equiparación salarial, para todos y sin condiciones, porque lo justo tiene que ser lo legal”.