Para los que tienen la piel muy fina igual el título de éste artículo puede parecer exagerado o dar a pensar que utilizo palabras extremadamente gruesas. En realidad éste artículo no está hecho pensando en aquellos que a la mínima de cambio se sienten ofendidos. Es un escrito hecho principalmente para dar a conocer una problemática grave y a la vez hacernos pensar sobre ello.
Debe ser muy complicado verse en la tesitura de tener que sentarse ante su familia y proponerles dejar todo lo que tienen en ese momento para marcharse a otro lugar. Por lo pronto ya estás abriendo un melón que no sabes cómo te va a salir. Ya puedes tener argumentos sólidos y con mucho peso para plantearte esa cuestión, y más si es para intentar convencer a tu familia de que la mejor opción es hacer borrón y cuenta nueva lejos de tu casa.
Las jornadas luctuosas del uno de octubre de 2017 marcaron un antes y un después en la convivencia pacífica de cuantos vivían y habitaban en la comunidad autónoma de Cataluña. Para los acólitos al golpe de estado había una misión a cumplir, ejercer una presión social asfixiante y hostigante hacia quienes se habían quedado del lado del constitucionallismo y de la democracia. Ya nada iba a ser como antes. Bien podías ser un catalán de pura cepa, que si renegabas de las esperpénticas caceroladas y de los minutos de silencio que los secesionistas programaban durante los diferentes momentos del día, te tachaban de traidor a la utópica “república catalana”. Si no te pronunciabas al respecto te miraban mal, si no ponías una estelada en tu balcón te señalaban con el dedo y señalaban tu hogar. Tus propios vecinos te metían en una lista negra como sospechoso de no se sabe muy bien qué, y si tus hijos hablaban castellano en el colegio eran inmediatamente apartados del resto de los niños quedando como proscritos y desprotegidos ante las autoridades educativas que supuestamente les tenían que cuidar y velar por ellos.
Si todo lo anterior ya hacía que la convivencia resultase insoportable, el añadido de ser policía nacional era motivo suficiente para que el señalamiento se convirtiese en acoso y agresión. Tú que te habías dejado la piel como policía ayudando a tus vecinos, ahora veías que a quienes en su día le tendías la mano, ahora te la mordían. Cuando tú vas viendo que en el día a día por ser policía crees que puedes poner en peligro a tu familia, debes apearte de tus rutinas y hacer un ejercicio mental para entender la realidad y ser consciente de esa situación tan ignómica.
Hay un antes y un después en tu vida cuando en la balanza pesa más irte fuera a un lugar donde no sabes cómo te irá, pero tienes la certeza de que al menos tu existencia va a ser más tranquila que en la tierra donde has nacido y donde te has criado. Mientras que unos cometen delitos y se fugan a Waterloo o Suiza en busca de un exilio acomodado, tú te vas porque no existe otra opción mejor.
Es desgarrador sentir que te echan y que allí no tienes cabida
Éste artículo está basado en la historia real de un compañero policía nacional. Como él, muchos se ven en esa misma situación.
Éstas historias deben ser contadas y es por ello que todos debemos poner nuestro granito de arena para que lleguen a ser escuchadas en todos los rincones. Aquí en el Rompeolas, cómo no podía ser de otra manera, nos sumamos en el apoyo a quiénes por pertenecer a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado se les hace la vida imposible tanto a ellos como a sus familias.
Gracias enormes a R.G. por la confianza que me ha brindado a la hora de relatarme su historia.
Eternamente agradecido
Esto que está pasando en la actualidad, ya se veía venir allá por los ochenta, yo estaba allí en Barcelona y poco a poco, en los colegios, empezaron a imponer el catalán y o bien, tenías que poner a tus hijos en colegios subvencionados, para que tuviesen dos asignaturas en Castellano, o bien tenías que tragar con el catalán, gracias a Dios, pude salir de allí a tiempo. Comprendo perfectamente el problema. Un saludo compañeros y suerte.