En pleno caos sanitario, social, económico y no digamos político, se han celebrado el 14 de febrero unas elecciones en Cataluña, domingo de carnaval y día de los enamorados, después de que la justicia avalara dicha fecha. La elección de la data, convocando unos comicios en plena ola pandémica y estando en vigor el Estado de Alarma, es un auténtico disparate, que ha conllevado un riesgo inminente para todos los ciudadanos, no digamos para los componentes de las mesas electorales, que pudieron comprobar, entre otras circunstancias atentatorias contra su salud, que no había mamparas, ni bandejas para el DNI, los EPI tenían instrucciones en inglés y los test no eran obligatorios, sólo recomendados. Debe ser que los diablillos del Bosco sólo salen a pasear cuando los políticos se lo piden. Espero que no tengan más consecuencias.
En estas graves circunstancias, los ciudadanos, que días antes no habían podido tomar ni un café en una terraza ahora pasaron a poder comer en todos los sitios, se encuentran que deben decidir el futuro de su autonomía jugándose el tipo, a pesar de las monsergas de todos los partidos haciendo llamamientos que en muchos casos eran más propios de comparsas y chirigotas electorales. El ciudadano tuvo que decidir entre votar por correo, acudir a una cita con riesgo evidente para su salud o quedarse en su casa. Y, ese día, se pudo comprobar lo evidente, se quedó en su casa, ya que la mayoría quiere votar presencialmente, no por correo. La participación fue del 53,5%, una abstención de record histórico, aunque, como era de esperar los mayores abstencionistas fueron muchos constitucionalistas, mientras los nacionalistas independentistas no se quedaron en casa. ¿Por qué? La contestación a esa desmotivación y desmovilización de los votantes se encuentra en la propia estrategia de algunos de los partidos constitucionalistas, PP y Cs, que cosecharon una derrota que no tiene parangón en su historia. Su presencia en el actual Parlamento catalán es residual. No así VOX, que fue uno de los triunfadores de la noche electoral obteniendo más escaños que Cs y PP juntos.
Veamos, el PSC obtuvo la victoria con 33 escaños, VOX, entró por vez primera en el Parlamento con 11 escaños, mientras Cs pasó de ganar las anteriores elecciones con 36 escaños a obtener ahora 6, y el PP, estando ya a ras del suelo con 4 escaños, pasa a 3. Es decir, mientras dos partidos constitucionalistas han obtenido un resultado más que digno, movilizando a sus simpatizantes, PP y Cs no han sabido anular el desinterés de su posible electorado. Más aún, el “sorpasso” de VOX constituye una auténtica humillación para ambos. Pero, en lugar de entonar el mea culpa y reconocer que su estrategia desde hace tiempo es más que errónea. Casado culpa a Bárcenas y Arrimadas a Rivera, cuando no están desde hace años. De los barones que recomendaron ese tacticismo, ni mu. Si analizamos la estrategia del PP, hay cuatro cuestiones que hay que resaltar, la sustitución de su portavoz en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo; la ruptura abrupta con VOX; no haber apoyado la actuación de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado en el 1-O; y, sobre todo, las recomendaciones o exigencias de algunos de sus varones, aunque el PP Gallego diga ahora que “Alejandro ganó en Galicia con la misma intensidad que Feijoó perdió en Cataluña”. Sr. Casado los resultados no han sido malos, han sido los peores de la historia en Cataluña. Mire a Ciudadanos que está a punto de desaparecer, perdió el norte e irá diluyéndose como un azucarillo. Por el bien de la democracia, espero que no sigan el mismo camino.
No obstante, ante este descalabro electoral, nos debemos preguntar si todavía hay solución para el retorno de la confianza de los ciudadanos, para detener la sangría, para que en este país exista una alternativa real de gobierno al socialista-comunista. Pienso que la única solución, sin ambages, es reivindicar principios determinantes, conformando un proyecto de reconstrucción del constitucionalismo en Cataluña y en el resto de España, reforzando el Estado de Derecho, la Independencia del Poder Judicial, la Monarquía Parlamentaria, los Derechos y Libertades del ciudadano y la Unidad de España, sin cesión de más competencias a las autonomías, que han convertido cada uno de sus territorios en un Estado diminuto, como bien ha dicho Juan Manuel de Prada. La solución no es cambiar de sede, Sr Casado, sino de rumbo, conformando un proyecto político creíble para España. En caso contrario, me temo que se cumplirá el pronóstico de Jorge Bustos, que “con el calendario electoral se irán cayendo las hojas de la Constitución. El paciente empeora en cada votación, la patología particularista de España se agudiza y se ulcera el proyecto sugestivo de vida en común”.
Y, aún no estamos en primavera, pero, al menos, la Fiscalía pide ahora que los presos vuelvan a la cárcel. Eso sí, después de permitirles hacer campaña. Así es nuestra España, en la que muchos se pasan la Ley por el arco de su triunfo, y ya decía Torcuato Fernández-Miranda “De la Ley a la Ley a través de la Ley”. Ahora, la mecha de la violencia arde de nuevo en Cataluña. Son las consecuencias del desastre político en el que estamos inmersos.
Autor: Manuel Novás Caamaño | Abogado