Son las seis de la tarde de un jueves y usted vuelve a casa en el Metro. De repente en su vagón escucha gritos. Unos jóvenes están discutiendo acaloradamente mientras hacen aspavientos con las manos, parecen extranjeros. De repente, uno de ellos saca de su mochila un machete de grandes dimensiones y se dirige contra sus rivales. Los pasajeros comienzan a gritar, retroceden y se tiran al suelo buscando protección. En ese preciso instante, el tren frena en seco. Nadie sabe lo que pasa. El pánico se respira en el ambiente. Y, de repente, como un ángel de la guarda caído del cielo, un pasajero detiene al del machete. Era un guardia civil fuera de servicio que, afortunadamente, se encontraba en el mismo vagón de la escena.
El suceso que se ha descrito podría parecer propio de un atentado yihadista, pero no lo es. Se trata de bandas latinas que dan rienda suelta a sus luchas internas libremente, mientras campan a sus anchas por la capital. Grupos rivales que no perciben el riesgo ni el coste de sus actos, algo que tampoco parece preocuparles. Ocurrió el 31 de octubre de 2019, entre las paradas de metro Puente de Vallecas y Nueva Numancia. Cuatro días antes, una treintena de Dominican Don’t Play (DDP) intentaron asaltar, armados con piedras, palos y botellas el Centro de Primera Acogida para menores de Hortaleza. Y el 1 de octubre del mismo año, otra vez en Puente de Vallecas, se produciría un enfrentamiento a tiros y machetazos entre DDP y Trinitarios.
Éstos son solo algunos ejemplos de los incidentes que las bandas latinas llevan protagonizando en Madrid en lo que va de año. No son simples hechos aislados. Se trata de una amenaza emergente que, de no ser neutralizada a tiempo, podría transformarse en un fenómeno con un profundo impacto político, económico y social, tal y como ya ocurre en toda Latinoamérica; donde el fenómeno de las maras es tan grave que, en países centroamericanos como El Salvador, provoca escenarios de vacío de poder, de terrorismo insurgente, narcotráfico, sicariato, amenazas, extorsiones, robos, enfrentamientos armados contra las fuerzas del orden y el desplazamiento de miles de personas al año.
Hay algunos puntos a destacar de las bandas latinas y maras que coinciden con los del terrorismo internacional:
a) Su naturaleza identitaria, organizativa y el desprecio que muestran por la vida ajena. b) Su capacidad para expandirse y querer controlar un territorio. c) Tienen conexión con el tráfico de armas, personas y estupefacientes. d) Su capacidad de operar es global. e) Sus vínculos con las mafias mexicanas los empoderan. f) Compiten con bandas rivales por el control del territorio o de los mercados ilícitos y forman espirales de violencia, y g) En prisión se hacen más fuertes, ya que su paso por la cárcel lo emplean para reorganizarse y coordinar sus operaciones en el exterior.
En nuestro país, la amenaza tiene origen en un complejo caldo de cultivo: la inmigración masiva, la falta de integración de segundas y terceras generaciones, la guetificación, la precariedad laboral, la entropía social, la ausencia de valores familiares y, finalmente, el desbordamiento de las ONG, de los trabajadores sociales, de las iglesias evangélicas que buscan reducir el fenómeno y de los sistemas públicos de prevención y reinserción. Siempre habrá un margen de fracaso cuando tratamos con el factor humano.
En la actualidad hay unas 88 bandas y filiales de bandas latinas distribuidas por todo el territorio español. Las más extendidas (tanto en Madrid como en el resto de España) son los Latin Kings, los Ñetas, los Dominican Don’t Play y los Trinitarios. Sólo en la Comunidad Autónoma de Madrid, tal y como señala Emilio Sánchez Rojas en el Documento de Trabajo 04/2017 del IEEE El problema de las «maras» y bandas latinas, dos visiones: desde El Salvador y España (2017), se han llegado a identificar capítulos independientes como los Warriors 13 (Villaverde), los Yekas y los Providence Salvatrucha Locos (Alcobendas) y los Big Boys (Torrejón de Ardoz). Por otro lado, el número de miembros pertenecientes a bandas latinas ha ido creciendo exponencialmente los últimos años en la Comunidad de Madrid y ya supera los 1.200 pandilleros, habiéndose cometido 33 acciones criminales registradas solo durante el año 2018.
El perfil mayoritario de las bandas latinas es de menores de edad de segundas o terceras generaciones de inmigrantes provenientes de países como Ecuador, Perú, Bolivia, República Dominicana o Colombia, que no se sienten identificados con los valores hegemónicos de la sociedad española. La presencia de individuos no latinos en sus bandas es minoritaria, pero cada vez más activa (especialmente de mujeres jóvenes), siendo reclutados en torno a los centros de educación secundaria todos aquellos jóvenes que se encuentran en la búsqueda de una identidad y el deseo de pertenecer a un grupo.
Finalmente, merece la pena destacar que la amenaza emergente de las bandas latinas en España supone un fenómeno análogo al del yihadismo que ha castigado Francia entre otros países europeos, pero con especial peso sobre España frente al resto de Europa por analogía cultural. Un fenómeno al que se resta importancia por estar en fase embrionaria, pero que nos invita a mirar hacia Francia para conocer qué medidas de prevención se han activado en su caso contra el yihadismo, y que podrían ser extrapolables al fenómeno de las bandas latinas.
Por ello, desde Una Policía para el Siglo XXI consideramos fundamental plantear medidas como:
- a) Reforzar el control público desde la participación ciudadana, coordinado entre Policía y otros servicios en materia de prevención y de reinserción de menores en situación de riesgo.
- b) Ofrecer narrativas alternativas al alumnado para que no caigan en refugios identitarios (la cultura patriótica y de seguridad es una opción), así como desarrollar contranarrativas que ridiculicen y criminalicen el fenómeno de las bandas latinas.
- c) Desarrollar las capacidades de la inteligencia horizontal para explotar el conocimiento colectivo, de modo que se trascienda el actual plan nacional de reserva de inteligencia; buscando, con ello, que todo ciudadano se involucre en materia de seguridad y defensa. El papel del profesorado y de la policía, en materia de prevención, es fundamental, pues la cultura de inteligencia también forma parte de la seguridad.
- d) Aumentar el control de las redes sociales, tanto virtuales como físicas. Monitorizar Facebook, Instagram o Twitter es insuficiente. Se considera imprescindible incrementar los recursos en HUMINT (Human Intelligence), dada la idiosincrasia hermética de las organizaciones que conforman este fenómeno. El factor humano ha de ser el centro del modelo de seguridad pública.
Este último punto es especialmente importante apreciando que, la presencia de bandas latinas en nuestro país puede suponer un interesante laboratorio en el que aplicar técnicas de inteligencia humanas (HUMINT) potencialmente extrapolables a todo Latinoamérica.
Desde Una Policía para el Siglo XXI consideramos que las bandas juveniles constituyen una amenaza para la seguridad ciudadana con riesgo de escalar hacia el crimen organizado y, en último término, hacia la insurgencia, como en el caso centroamericano. Una amenaza que debe ser tratada con la ayuda de la inteligencia en el terreno. Especialmente, cuando estos grupos evolucionan de marginales a emergentes o hegemónicos, pudiendo sembrar espirales de violencia y formar redes o mercados ilícitos.
Enrique Arias Gil es Doctor en Seguridad Internacional, Máster en Dirección Internacional de la Seguridad y la Protección Civil, Experto Profesional en Cultura y Religión Islámicas y licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración.