Artículo de Rosa Mª García Durán para h50 Digital
El caso de la denuncia por maltrato psicológico de R. C. por quien fuera su marido, ha puesto sobre la mesa, que ya estaba puesta, la cuestión de maltrato de género.
Atentado contra la dignidad
Este fenómeno presenta ingredientes particularmente aborrecibles; es penalmente perseguible de oficio, y socialmente, por fin, reprobable de forma mayoritaria. Atenta contra la dignidad de las personas y las somete a padecimientos físicos y psíquicos.
Es un abuso a menudo escondido entre cuatro paredes. O no. Es relativamente frecuente que, en el entorno de la víctima y maltratador, se sepa algo; voces más altas que otras, muebles que van de allá para acá y, un no sé qué, que parece que es normal pero que, en cuanto se rasca un poco, asoma una circunstancia dolorosa, que tiene paralizada, como entre la espada y la pared a una mujer con o sin hijos. Suele ser inicialmente presa de abusos, agresiones, amenazas sibilinas o silentes para, más adelante, convertirse en un martirio por frecuencia o intensidad en las acometidas, y siempre con el objetivo de hacer daño, provocar infelicidad, negar el derecho a vivir con tranquilidad y hacer del miedo compañero de la víctima, haciéndole muy difícil el día a día; perdón por si esto último resulta un eufemismo.
Días felices
Comparte el agresor y su víctima un anillo, fotos felices, recuerdos que quisiera ahora aquella, que se convirtieran en un borrón y cuenta nueva. Pero la dolosa y dolorosa tozudez de quien cree que una persona y su vida le pertenece, no quiere comprender. Porque no, y se acabó; tal es el irrevocable e irracional argumento. Con ese propósito y obsesiva decisión, quien maltrata quita la libertad a su víctima de forma tan enfermiza o, como se demuestra en los juzgados a diario, delictiva como dé de sí su empecinada, trastornada o maquiavélica voluntad.
Esto vale para cualquier abuso en el ámbito doméstico, porque, es verdad, que este ingrediente “de interior” puede envalentonar a quien se cree a salvo de la ley y la justicia, porque lo suyo se produce entre las cuatro paredes de su casa. Y, además, hay confianza, que ya sabemos…
Poner fin a la lacra
Sociedad, instituciones, administraciones, policía, etcétera estamos trabajando para poner fin a esta lacra, que tiene que ver con una descompensación de fuerzas, no de la física, que también, sino de aspectos más estructurales y múltiples que impiden a la mujer alzarse contra su maltratador. Puede presentar carencias económicas, tener miedo por sus hijos, parecerle el futuro incierto fuera de su “cárcel”, sufrir, quizá, el temor al qué dirán que aún funciona, aunque cada vez menos, como fórmula de presión social, etcétera que compiten con los arrestos de valentía de la víctima que quiere dejar de serlo.
En ese laberinto que cruza caras, y llega el manotazo a doler muy dentro, la mujer tiene que dar un paso de gigante, cuando más pequeña se ve ante el espejo.
Poderes públicos
A todas ellas, a quienes los poderes públicos con el apoyo socioasistencial y organizativo han conseguido erguir sus cabezas, y a quienes aún están en ese proceso no puede faltarles nunca apoyo, solidaridad y nervio legislativo y judicial.
A propósito de esta seria cuestión, llevamos semanas, podríamos decir, intoxicados por el consumo de horas y la onda expansiva que ha tenido el caso concreto de denuncia por malos tratos psicológicos de la conocida R. C., hija de la cantante Rocío Jurado, por parte de su exmarido y, a la postre, el posterior sobreseimiento del caso. Se valoraba la autoría del maltrato psicológico por parte de su exmarido, A. F., muy popular también y asiduo en determinados programas de la cadena de televisión, Telecinco.
Redes sociales
Tal ha sido el potente altavoz que ha recibido este caso que, quién más quien menos se ha visto en la tesitura de hacer alguna manifestación, siquiera sea por Twitter y, en este caso, motivo de las letras que llegan ahora hasta ustedes.
En lo que se está haciendo con este caso, en cuyo fondo no voy a entrar, porque no puedo, ni querría, me parece ver un triple mortal mediático. Y me explico. La víctima, tal cual legítimamente se considera ésta, pero sobre cuya condición ya se ha manifestado la justicia, ha grabado más de una decena de episodios para una productora de Telecinco, en platós, según parece, en los solía trabajar el ya citado; y que ya no, por el cariz de las revelaciones de R.C., a saber, las mismas sobre las que se pronunciado la correspondiente sentencia. Ahora quien dice la verdad es otra persona, y otra diferente quien no la decía. ¿Y la justicia sin enterarse? Pura retórica la interrogación.
Cara amable
Durante muchos años, veinte se ha dicho, esta cadena de televisión ha mostrado la cara telegénicamente amable e incondicionalmente paternal de quién ha sido denunciado como un maltratador, mientras la denunciante no participaba en esos debates. Aunque tiene experiencia en los medios de comunicación, este asunto no fue por ella aventado, según nos informan.
Pese a estar sobreseída la causa, se empezó a hablar de un hombre inocente y de una mujer, a quien, por lo oído, la justicia le quitaba la razón. Parecía, entonces, un hecho probado, pero mediáticamente, que quien era culpable no lo era en realidad, sino más bien víctima, de forma que quien se sentía víctima habría, en realidad, victimizado a aquél. No sé si en un puzzle caben las piezas del revés sin forzar el encaje. Pero es que, de fondo, el dibujo es otro.
Esto en la tele. Pero en algunos extremos, los hechos juzgados y las responsabilidades no coinciden exactamente con lo dicho por la justicia.
Justicia “televisiva” vs. tribunales
Empero lo sentenciado en sede judicial, paradójicamente vale para decir algo que, de momento, no es posible enunciar estricto sensu. La tele es así. Por resumirlo, diremos que, ahora los roles de “buenos” y “malos” han cambiado de nombre y también de papel televisivo. Ahora calla alguien y alguien distinto habla: quien fuera víctima de un martirologio televisivo, como se nos ha explicado; si bien ahora las públicas revelaciones van en dirección contraria a las precedentes sobre el mismo asunto.
¿Se está haciendo justicia entre cámaras y focos? ¿Entonces sobran los Tribunales? Tampoco respondamos que vuelven a ser baladíes las preguntas. Si nos cabe la duda debemos despejarla. Las causas deben ser vistas en los juzgados, donde la publicidad, garantía de todo procedimiento, no invade la intimidad de las personas que es distinto a la exposición mediática del último detalle más morboso e indigerible que el anterior, cuando se expone fuera de la sede legalmente establecida. Aquí no hay tertulianos, sino jueces; no hay guion, sino pruebas, incluidas en la instrucción de la causa; no a lugar a opiniones, sino a sentencia justificada por la ley y; en definitiva, hay trámite de audiencia, no audiencias voraces.
Estereotipos
Antes de ser sobreseida la causa contra A. F., los contertulios decían que R. C. era mala madre porque no actuaba como una buena madre. Así. He buscado el libro de ‘La mejor madre de todas’ y no lo he encontrado. ¿Por qué tenía que ser R. C. mala madre? ¿Porque lo decía, que no sé, su exmarido? ¿Porque no respondía a los estereotipos de la madre buena que ha pontificado no se quién? No pido cita para ese tribunal de buenas madres, no vaya a ser que me tope con una caza de pobres “brujas”, que nunca supieron que lo eran y terminaron en la hoguera… ¿Y si fueran inocentes? No pasa nada, se las “santifica” y recibe la culpa un chivo expiatorio que pasaba por allí. Esta distopía quiere parecerse en algo a lo que estamos viviendo con una causa en la que la tele parece estar juzgando algo juzgado ya. Qué miedo dan los cazadores de opinión sin información.
“Lo dijo la tele”
En esto estamos. R. C. fue, en su momento, mala madre, porque lo “dijo” la tele para entretenernos a la hora de comer, cenar, desayunar… ¿Cómo llamamos al postulado desde el que aseguramos que una mujer es mala madre? ¿Nos lo planteamos siquiera? ¿Caben versiones y opuestos? ¿A qué tertuliano le hago llegar un cotilleo o le paso furtivamente un papel legal o no para demostrar el qué? No contesto. Se responde sola cada cuestión. Si alguien quiere contestar a esto, a lo mejor tiene que responder cómo ha de ser un buen padre, un buen abuelo, una buena abuela, un buen hermano, una buena hermana, una buena madrastra, un buen padrastro, una buena persona… ¿Seguimos?
Dolor
Me creo el dolor y la impotencia de esta mujer, cuando día sí día no, según los anuncios de la tele, se decía de ella que era mala madre. No hay dolor en el plató. Trabajo hecho. Otra cosa son las pastillas que habría de tomar aquélla, si acaso, para pasar la noche de sentirse concernida por semejante veredicto; dicho, eso sí, siempre por gente bien maquillada.
Esta conclusión ha sido “dictada” por declaraciones mastodónticas a “grito pelado” a veces por quienes cobran por hablar; supongo que sin plus por, llegado el caso, “hacer sangre”, habiendo incluso personas vulnerables.
El triple mortal mediático ante el que nos hemos quedado impávidos es que, la mujer que ha callado mientras otros hablaban, cercanos y lejanos, todos a la vez, habla ahora en la misma cadena y por arte de birlibirloque todo cambia.
Hubo precipitación en el diagnóstico televisivo durante, según parece, veinte años. Y ahora toca invertir los papeles y la justicia parece no enterarse (?)
“Caza de culpables”
Esta “caza del culpable o la culpable” da para algo más que para sentir perplejidad. Cómo puede ser inocente o culpable una persona de no sé qué por su pública exposición en espacios de entretenimiento. Tampoco cabe confundir este ejercicio de share y récord con pedagogía que al televidente le pillan tomándose un café o haciendo la quiniela. No está apercibido de que, lo que va a escuchar, tiene semejante trascendencia, porque el formato ni le tiene avisado ni, concedamos esto, es el más indicado.
Qué la justicia no cierre, por favor. Y que termine pronto, por el bien de los directamente apelados este pseudojuicio con pseudoveredicto. Aunque en cualquier momento puede cambiar porque, en casos así, celebración de “vistas” en televisión, los testigos suelen proliferar de juzgados para afuera, y a la primera de cambio aparece el chivo expiatorio de turno y a otra cosa.
¿Entretenimiento?
Con permiso de los dividendos (o sin él, que se trata de ganar en dignidad y verdad), y que no son menores cuando se despacha casquería, que terminen pronto estos episodios y sus secuelas.
Por cierto, también es verdad que este caso televisado ha servido para conformar entre muchos profesionales del medio la clara idea de que, en los platós hay que informar, y que hablar con excesiva premura, mientras otros hacen su trabajo, causa estragos. Y luego, entretener es otra cosa.