Columna de Manuel Avilés*
Voy a hacer una declaración solemne, como cuando Sánchez se retiró cinco días para reflexionar, pero sin retirarme y sin reflexionar. Tengo la vida hecha y casi terminada y me doy mucha más cuenta aquí, en este balneario de vejestorios en el que todo son quejas y lamentos y batallas de abuelos cebolletas, que esto está plagado. ¡Ayyy señor, en mis buenos tiempos! ¡Ayyyy… conloqueyohesido! ¡Mecagoentoloquesemenea!
Aquí está mi solemne declaración: No crean que la rubia del Jaguar es un invento, un recurso falso como la falsa moneda, para sembrar la curiosidad y que lean los artículos. La rubia del Jaguar existe y es divina. Un solo gesto de su boca es capaz de provocar un incendio que necesitará de cuatro o cinco brigadas de bomberos para apagarlo. Una mirada suya, un parpadeo breve, te desarma y te deja a su merced sin escapatoria posible. La rubia del Jaguar, creo que es morena. Ayer le vi dos canas que la hacen todavía más esplendorosa. Hoy ha venido otra vez a este lugar mortuorio, antesala de tantas y tantas ceremonias fúnebres. Gori, goris que no sirven para nada pues los dioses no son sino un invento tontuno del que tantos espabiladillos han vivido como dioses un siglo detrás de otro. Siempre con la excusa de que ellos tenían la solución para la muerte y para después de ella.
Harry el Sucio – magnifico actor y director que ya está en la misma antesala que yo- dijo aquello de “Alégrame el día”. La rubia me lo ha alegrado con un gozo intenso, inexplicable e inextinguible. Me acuerdo – se lo he contado para que con su sonrisa ilumine este velatorio- de que unos hijos de puta, malos como la tiña, me llamaron con ánimo de ofender “Harry el sucio” en una época en que tuve que andar, siempre, con el revólver a cuestas. Yo me jugaba la vida con el terrorismo etarra día tras día, mientras ellos, que cobraban parasitariamente, lo más peligroso que hicieron en su trayectoria fue andar a gatas después de alguna cogorza y caerse de la cama por culpa del pedal. Al modo del obeso mórbido que confunde el culo con las témporas.
La rubia del Jaguar ha venido al balneario de los masajes inservibles, de los gatillazos perennes, de las tomas de medicación tan permanentes como inoperantes y de los podólogos y los “espás”, incapaces de acelerar la marcha lastrada por los años.
La he visto y ha obrado el milagro que solo existe con ella: he resucitado. Perdón, yo no, me ha resucitado ella. No es rubia total y auténtica porque hoy, con las prisas del viaje, se ha dejado tres canas al aire que la hacen aún más guapa. Hay algunos grupos que se llaman feministas que afirman que decirle guapa a una mujer es una ofensa, una agresión, una falta de respeto. Machismo del varón dominante. Está claro que yo – no quiero, por ahora, que me ingresen en ninguna unidad psiquiátrica de urgencias- no voy gritando “guapas” a las desconocidas por la calle, pero a la rubia se lo he dicho mil doscientas veces y otras mil más después del beso bien dado entre el saludo y la despedida. Guapa a reventar. Esta mujer sí que es un milagro y no aquellos que me contaban del padre Claret que era capaz de decir misa en dos sitios a la vez. Menuda gilipollez.
Anoche, antes de que viniera la rubia, porque si ella hubiera estado yo no habría ido, hubo baile de vejestorios. Tengo buen oído musical pero me resulta imposible trasladar la música al movimiento de los pies. Eso a mí, que tengo las articulaciones en perfecto estado por culpa de la moto. Aquello más que baile era un monumento a la artrosis y, mis pasos, intentando el ballet colectivo, “No rompas más mi pobre corazón”, parecían sacados del rodaje de Robocop.
Cuando el “disyokey” pasó al baile agarrado, “qué tiene la zarzamora que a todas horas llora que llora por los rincones”, una abuela, no sé si de Albacete o de Alcaudete, que iba un poco perjudicada con un par de tientos de orujo gallego, me sacó a bailar. Experiencia única en mi vida. En mi pueblo, en los guateque de aquellas épocas, yo era el que limpiaba el polvo a los “elepés” porque nunca, ninguna, quiso bailar conmigo. Hubo un tiempo de depresión en el que incluso pensé meterme a cura, ante mi falta de éxito en esos intentos de “mis manos en tu cintura, pero mírame con dulzor” con el que Adamo nos soltaba la testosterona. El interrogatorio de la abuela fue digno de la Gestapo: ¿Tienes casa? ¿Tienes paga? ¿Tienes coche? ¿Te han retirado ya el carnet de conducir o conduces aún? ¿Funcionas? Ante ese primer grado al que me sometía la señora, opté por la huida con un argumento infalible: Tengo que ir a la habitación, creo que se me ha soltado la hernia. Puso cara de terror y no insistió en que continuará intentado ejecutar los pasos de la zarzamora, ni de “a la lima y al limón” que empezaba a sonar.
He estado escondido, vigilando como “laviejalvisillo” o como los pieles rojas que pegaban la oreja al suelo para oir los cascos de los caballos yankis. Escondido hasta que ha sonado el móvil con música celestial: la rubia del Jaguar aparcaba en entrada a este sitio, festivo, alegre e iluminado cuando ella está.
Dos besos bien dados y medio pico, como aviso de lo que vendría, y empezó con sus preguntas brillantes que nada tienen que ver con las de la abuela bailonga.
Cariño ¿Has visto la que hay liada otra vez con los puigdemones y los inmigrantes? Puigdemont es ultraderecha ¿ Hay gente que se niega a acoger en su autonomía a menores inmigrantes sin familia? ¿Qué hacemos con ellos, los fusilamos, ponemos en marcha los hornos crematorios de los nazis? ¿Has visto la espantada de Vox, que se ha lanzado solo a la marginación abandonando los gobiernos con los populares y empezando a ser abandonado por sus huestes? Estoy hecha un lío con esta situación.
Ante sus ojos tristes me metí en el asunto con ganas. Cariño – intenté poner la voz radiofónica – la inmigración, el moverse el hombre de uno a otro sitio buscando mejores condiciones de vida, ha existido siempre.
Hoy con los controles administrativos, las diversificaciones delictivas, la superpoblación, las guerras que se multiplican por doquier para dar salida a lo que producen las fábricas de armamento, los mil conflictos tribales de poder y las apariencias de paraíso que vende el primer mundo a través de los medios, esa migración en masa aumenta día a día.
El “homo sapiens” nació en el este de África y rápidamente, aquellas hordas de cazadores recolectores, para comer cuando se les acababa lo que había en el lugar, emigraban hacia arriba y llegaron a Europa y Asia. ¿Crees que si esos niños que vemos en nuestras ciudades, en grupos de diez o doce, tuvieran buenas condiciones de vida en su tierra se vendrían?
La tierra es como la sangre: tira mucho. Yo, hijo de emigrante, solo oía la añoranza, en Alemania, por volver a España rápido. Como los judíos cantaban quinientos años antes de Cristo: “Junto a los canales de Babilonia, nos sentamos a llorar, con nostalgia de Sión”, exactamente igual.
Ahora el problema se complica mucho más: el primer mundo ha esquilmado a África – ¿has oído hablar, por ejemplo, de los diamantes de sangre?-, las guerras tribales y los golpes de estado fomentan matanzas más que primitivas. El ansia de dinero y poder del hombre – nunca ha tenido el ser humano un enemigo más mortífero que él mismo- hace crecer las mafias que se forran a costa del sufrimiento y la muerte de otros semejantes.
No me voy a poner predicador, rubia, amor, porque tu me desatas mis peores instintos y también los mejores. Un solo gobierno no puede hacer frente a ese fenómeno de masas. Es un problema europeo, del mundo en teoría rico. Tú le das dinero a un gobierno bananero para que trabaje contra la inmigración ilegal y los bananeros se quedan la pasta porque en esos sitios – en teoría con un estado de derecho débil- la razón siempre es del que empuña la pistola.
Funciona aquí la vieja teoría criminológica de la “Anomia” – estoy hasta los cojones de criminólogos de salón que jamás se han sentado ante un criminal-. Esta teoría me la dejó clara un “delincuente juvenil” en una cárcel medio desguazada y maloliente: Si un rico lleva a su pibón en una moto y la saca a tomar cervezas de noche… ¿ por qué no lo voy a hacer yo? Si hay que robar se roba.
Vete a Senegal o a Gambia, a Togo o a Mali. Hay antenas parabólicas en las chabolas de hojalata. Les hacen creer que los Mercedes aquí caen del cielo. Ya lo decía Aristóteles: la voluntad tiende al bien, ellos piensan que el bien está aquí y vienen. Aunque haya quien lucha por sacar los barcos de guerra a las aguas atlánticas. Seguirán viniendo.
Lo de la invasión cultural-religioso-islámica, imparable, ya es objeto de otra reflexión. Rubia, amor, sácame de este asilo acuático que tienes que ayudarme a preparar el QUIJOTE NEGRO E HISTORICO, aunque sea lo último que haga, después de otra cosa que no se puede decir aquí.
Ayyy! Sr. Avilés que hartos estamos ya de quejarnos, solo dan ganas de ponerse a bailar el twist o la bachata acompañados de un buen mojito sin alcohol y mirando al mar para refrescarnos con su brisa. Ni que decir tiene también para celebrar con nuestro Presi el divorcio de Abascal con Frijolito, aunque nunca estuvieron casados.
Feliz verano!