Para hacer el mal, antes el hombre debe concebir el bien. Es requisito forzoso. Podemos observar la maldad desde varias perspectivas, incluida la sociocriminal que es la manera más transgresora y la que mayor inquietud causa en las personas. Lo vemos a diario en las comisarías, en los juzgados o en las prisiones. Pero no toda la maldad está recogida en los códigos penales. No es necesario quebrantar leyes para causar daño. En el indecente panorama político lo saben bien… y lo practican a la carta.
Géneros de malvados
Los clásicos describieron la maldad como una condición negativa atribuida al ser humano que indica a menudo falta de moral, bondad o afecto natural. Es decir, el mal sería la característica de quien tiene una carencia o de quien sabiéndolo actúa precisamente fuera de un orden ético para lograr un fin.
Pero, ¿qué ética aplicaríamos para valorar el mal, con respecto al bien, sus maneras y sus “rendimientos”? Cada época tiene la suya.
Así, Clara Simó catalogó varios tipos de actitudes que, traídas a los valores de nuestra sociedad actual, podríamos dividir del siguiente modo:
- Los ingenuos, que proporcionan el bien sin sacar ningún beneficio a cambio.
- Los malvados, que proporcionan el mal y sacan a cambio beneficios.
- Los inteligentes, que proporcionan el bien y a cambio obtienen beneficios.
- Los estúpidos, que proporcionan el mal a los otros sin sacar nada nuevo.
¿Conoces a alguien así, amigo lector de h50? No importa la profesión ni el lugar. La vida misma.