Un artículo de Silvina Rodríguez León, Analista Internacional en Ciberdelincuencia y Ciberdelito
En el vertiginoso universo digital donde crecen nuestros niños y adolescentes, existe una dimensión que permanece invisible para la mayoría de los adultos: la dark web. Este espacio oculto de internet, accesible únicamente mediante software especializado, se ha convertido en un escenario perfecto para actividades ilícitas donde los menores de edad son cada vez más víctimas.
Cuando se habla de ciberdelitos, muchas veces se piensa en estafas o robos de información. Sin embargo, los daños más profundos no siempre son los económicos, sino los emocionales. Y los más vulnerables frente a estos delitos son los que menos herramientas tienen para defenderse: los chicos y chicas.
Un daño que no se ve, pero se siente
El impacto psicológico de ser víctima de un ciberdelito relacionado con la dark web es comparable al de sufrir un delito físico o presencial. La diferencia es que, en el entorno digital, la víctima muchas veces no entiende qué le está ocurriendo ni cómo protegerse. La difusión de imágenes íntimas, el grooming, la extorsión emocional o incluso la comercialización de sus datos en mercados ilegales son prácticas cada vez más comunes. En un mundo donde la niñez y la adolescencia se desarrollan cada vez más en entornos digitales, existe un rincón de internet que pocos conocen, pero que representa uno de los mayores peligros para ellos: la dark web. Este espacio oculto, lejos de la superficie amigable de redes sociales y motores de búsqueda, es el escenario de algunos de los delitos más graves y perturbadores. Entre sus víctimas más frecuentes están los menores de edad.
Muchos de ellos se sienten responsables de lo que les pasa, sin comprender que han sido manipulados por adultos con intenciones criminales. El sentimiento de invasión y exposición es tan brutal como invisible para el entorno.
“No me animé a contar nada porque pensé que iban a enojarse conmigo. Tenía miedo de que me sacaran el celular o me dijeran que era mi culpa.” — Relato de una adolescente víctima de chantaje digital.
Efectos emocionales profundos y silenciosos
Las consecuencias emocionales en estas víctimas pueden ser devastadoras. Entre las más frecuentes encontramos:
- Episodios de ansiedad o pánico
- Depresión y retraimiento social
- Trastornos del sueño
- Cambios drásticos de conducta
- Pensamientos autolesivos o suicidas
Estas señales suelen aparecer de forma progresiva, y muchas veces los adultos las interpretan como parte de la adolescencia. Pero detrás de ellas puede haber una experiencia traumática que permanece oculta.
La justicia, lejos de la infancia
Desde mi experiencia como analista internacional, puedo afirmar que las investigaciones relacionadas con la dark web enfrentan enormes desafíos: anonimato, jurisdicciones cruzadas, limitaciones legales y escasa capacitación técnica en muchos organismos. Mientras tanto, la víctima —un menor— espera respuestas que rara vez llegan.
La revictimización es otra realidad. Cuando un niño o niña se anima a contar lo que vivió, muchas veces es cuestionado, minimizado o ignorado. La falta de protocolos claros y de equipos interdisciplinarios especializados agudiza aún más el trauma.
Educar, escuchar, acompañar
Frente a esta realidad, los adultos tenemos una responsabilidad urgente: crear entornos seguros, empáticos y bien informados. No se trata solo de controlar dispositivos o redes sociales, sino de generar un vínculo de confianza donde los menores sepan que pueden hablar sin ser juzgados.
Los docentes, psicólogos, padres y profesionales del ámbito judicial deben recibir formación constante en ciberprevención y contención emocional. Debemos estar preparados para detectar señales, intervenir a tiempo y proteger sin castigar.
La dark web puede parecer lejana, pero sus consecuencias llegan a nuestros hogares, escuelas y comunidades. Las infancias no deben pagar el precio de una tecnología que no entienden completamente y de un sistema que aún no está a la altura del delito digital.
Ver, escuchar y actuar no es opcional. Es el primer paso para transformar el miedo en confianza, y la vulnerabilidad en fortaleza.
En un mundo donde la niñez y la adolescencia se desarrollan cada vez más en entornos digitales, existe un rincón de internet que pocos conocen, pero que representa uno de los mayores peligros para ellos: la dark web. Este espacio oculto, lejos de la superficie amigable de redes sociales y motores de búsqueda, es el escenario de algunos de los delitos más graves y perturbadores. Entre sus víctimas más frecuentes están los menores de edad.
¿Qué es la dark web?
La dark web es una parte de internet a la que no se accede con buscadores comunes como Google. Se necesita software especial como Tor, que permite navegar de forma anónima. Si bien tiene usos legítimos (como proteger la privacidad en regímenes autoritarios), también se ha convertido en un entorno donde operan redes criminales dedicadas a la pornografía infantil, tráfico de datos, extorsión sexual (sextorsión), venta de imágenes robadas y otros delitos gravísimos.
Casos reales que exponen la cruda realidad
Caso 1: Sextorsión a una niña de 13 años – Argentina, 2022
Lucía, una adolescente del conurbano bonaerense, conoció a un supuesto chico de 15 años por Instagram. Después de ganar su confianza, él le pidió imágenes íntimas. Luego comenzaron las amenazas: “Si no me mandás más, las publico y se las mando a tus amigos”. En realidad, era un adulto de 38 años que vendía esas imágenes en un foro de la dark web. El caso fue denunciado por la familia y generó una causa judicial con ayuda de Interpol. Lucía, hoy en tratamiento psicológico, aún teme volver a usar su telefóno.
Caso 2: Suicidio tras sextorsión – Estados Unidos, 2022
Jordan DeMay, un adolescente de 17 años en Michigan, fue víctima de un grupo de estafadores de Nigeria que lo contactaron por redes sociales. Tras obtener fotos íntimas, lo amenazaron para que enviara dinero. La presión fue tal que Jordan terminó quitándose la vida. Su familia inició una campaña mundial para concientizar sobre la sextorsión y la responsabilidad de las plataformas digitales.
Caso 3: Hackeo escolar – España, 2023
Un colegio en Sevilla sufrió un ataque cibernético: fotos escolares, documentos de alumnos y correos de docentes fueron robados. Parte del contenido apareció editado y sexualizado en la dark web, provocando un escándalo nacional. Aunque no había imágenes explícitas, el hecho causó trauma psicológico en estudiantes y familias. La policía detectó que el ataque provenía de un foro internacional donde se intercambian datos escolares como “colecciones” para pedófilos
Reflexión Final: Protejamos a los Menores en el Mundo Digital
La tecnología y la conectividad nos ofrecen innumerables oportunidades, pero también nos enfrentan a riesgos reales, especialmente para los más jóvenes. La dark web, un lugar oculto y de difícil acceso en Internet, se ha convertido en un refugio para actividades delictivas donde los menores son algunas de las principales víctimas.
Lo más alarmante es que estos delitos no siempre son evidentes. El daño emocional, psicológico y físico que sufren los menores afectados no siempre es visible, pero puede perdurar toda la vida. En muchos casos, estos jóvenes no saben cómo manejar la situación, sienten miedo de contarle a los adultos o no entienden la magnitud del peligro al que se exponen.
Como sociedad, es nuestra responsabilidad crear un entorno digital seguro para los niños y adolescentes, proteger su privacidad y educarlos sobre los riesgos de las redes sociales y la web profunda. Más allá de las herramientas tecnológicas, lo fundamental es la comunicación abierta y la confianza. Los menores deben saber que pueden hablar sin miedo cuando algo no está bien, y que los adultos están para guiarlos, protegerlos y actuar en su defensa si es necesario.
El diálogo constante, junto con una educación digital sólida, es esencial. Los padres, docentes y cuidadores deben ser los primeros en estar informados sobre los riesgos cibernéticos, no solo para enseñar a los jóvenes a navegar de forma segura, sino también para reconocer las señales de alerta y actuar a tiempo.
Hoy, más que nunca, debemos entender que el mundo digital es tan real como el físico. Los delitos digitales no deben ser un tema tabú. Es vital que todos, desde los más pequeños hasta los más grandes, comprendan los riesgos que acechan en línea, que se enseñen valores de respeto y privacidad, y que las víctimas reciban apoyo inmediato.
Solo trabajando juntos, con educación, prevención y acción, podremos garantizar un futuro más seguro y saludable para nuestros menores en el mundo digital.
Este es un tema que requiere de conciencia colectiva, porque la seguridad de nuestros niños y adolescentes depende de todos nosotros. No basta con ser espectadores, debemos ser parte activa de la solución. La protección digital comienza con la educación y la empatía.