Brigadas de Seguridad Ciudadana cuyas funciones son principalmente la prevención y mantenimiento del orden público y traslado de los detenidos.
Despierta el turno de noche, somos la esencia inmaterial siempre presentes allí dónde se nos necesita.
La ciudad es nuestra, sus calles por dónde pasamos a toda velocidad, indicativos envueltos en persecuciones siguiendo las pistas de un vehículo robado, las arterias principales se convierten en circuitos de carreras, no hay reglas, no hay semáforos, ciudadanos de a pie que se quedan perplejos grabando con su dispositivo móvil si les da tiempo las imágenes inéditas del hecho.
La improvisada carrera por el centro de Madrid como una película sin director, con los mejores efectos especiales. Ves pasar ante tus ojos el momento, la instantánea de que tú eres el protagonista, tú y tus compañeros jugándose el tipo como de costumbre…
Y otra vez en el noticiario de las tres, todas las cadenas haciendo eco de esa excelente persecución por Serrano. De esos policías nacionales que acabaron estrellando su ZETA para parar el avance del coche que no tenía pensamiento de hacerlo por sí solo.
Embestido con fuerza por un lateral, los airbags saltan por la colisión, los agentes salen por sus propios pies con su arma reglamentaria en la mano.
Al alto policía, la escena toma la fuerza con miles de curiosos mirando, las sirenas suenan por todos lados, aquí y allá llegan compañeros controlando, únicos agentes de la autoridad prestando su buen servicio, su perfecto trabajo, aunque el Zeta quede destrozado.
Y mientras todo esto sucede, tú en tu cabeza poniendo una verdadera banda sonora, la mejor para cada escena, dónde todo patrullero sabe cómo es vivir y sobrevivir en la calle, sus consecuencias, las experiencias…
Dime, cuando me pateaste, ¿Alguna vez pensaste que me levantaría?
¿Puedes oírme ahora tan fuerte?
Estoy gritando a todo pulmón.
¿Puedes verme ahora con tanto orgullo?
Mirando hacia arriba en lo que me he convertido.
¿Puedes escucharme ahora por encima de la multitud? ( The Score – Can You Hear Me )
Somos Policías al borde del precipicio con la adrenalina disparada siempre en nuestro cuerpo, a tope para llegar los primeros.
De nuevo y gracias sólo a vosotros yo puedo escribir una nueva y emocionante aventura de vuestros logros, metas y objetivos de todos los patrulleros que nos acompañáis cada día circulando por todas las ciudades. ¡Va por ustedes!, por la entrega y vocación, por la seguridad y el orgullo que yo siento por saber que siempre estáis ahí fuera, siempre en la tormenta.
¿Qué es para ti un zeta? ¿El sentimiento que te produce cuando vas primero a una llamada?
Un Radio Patrulla, más conocido como “Zetas”, es un puesto de trabajo en el que la esencia de la Policía predomina, es el trabajo policial de la calle, lo más próximo al ciudadano y como no al delincuente.
Quizás lo definiría como el primer eslabón de una larga cadena en la que muchas veces las grandes operaciones de investigación pueden partir de un servicio de un día cualquiera en el zeta.
Es la imagen de la Policía a la sociedad, si bien, esta imagen será el fiel reflejo de la propia sociedad a la que representa.
Es un lugar para los amantes de la adrenalina, un lugar donde hay veces que al miedo tienes que mirarlo a los ojos y desafiarlo, pues muchas veces no te queda otra alternativa.
¿Cómo son las intervenciones?, ¿Cuántas patrullas pueden coincidir en una llamada?
Tú y tu compañero sois los únicos que en intervenciones difíciles tendréis que pensar y solventar en cuestión de segundos una situación compleja, más tarde, a toro pasado, cualquier abogado tendrá todo el tiempo del mundo para leer, indagar y buscar cualquier mínimo error para así darte algún dolor de cabeza de cara al juicio.
Aquí, es dónde me he llevado la mejor de mis satisfacciones y no hablo de hacer una detención de las de película, que alguna siempre hay en estos puestos, hablo de un servicio reciente en el que tuve el placer de salvar una vida. Una persona, además muy joven, que quería poner fin a su vida desde una ventana y lanzarse al vacío. Yo y mi compañero o mi compañero y yo, llegamos a tiempo ese día, es una sensación que podría estar horas describiéndola, pero no encontraría el adjetivo adecuado. Sensación que cuando llegas a casa piensas que esa persona seguirá viviendo y que cuando supere ese bache en su vida quizás se acuerde y de gracias que dos policías llegaron a tiempo y la consiguieron agarrar.
Lugar donde hay mucha mezcla de emociones porque seamos sinceros, pasas momentos muy bonitos y confortables, pero en este sitio ves la otra cara de la sociedad, la peor, la que casi nadie sabe que existe o no quiere saberlo (el mal).
Las intervenciones en general no tienen por qué suponer un peligro en sí, con el paso del tiempo uno desarrolla lo que viene a ser el olfato policial, un olfato que te puede sacar de alguna “movida” o anticiparse a ella, siendo en este último caso cuando es preferible pedir el apoyo de más patrullas. En este trabajo, precaución y sentido común serían dos conceptos a tener en cuenta siempre.
En una intervención pueden acudir todas las patrullas que sean necesarias siempre que el hecho en sí lo motive o el primero en llegar así lo requiera por motivos de seguridad.
¿Cómo rinden los coches patrulla día a día en persecuciones? ¿Están a la altura de las exigencias de los policías para poder detener a los delincuentes? ¿Qué vehículo sería el ideal a tu opinión para darles caza?
Los vehículos uniformados de seguridad ciudadana. Ya ha pasado mucho desde aquellos Citroën BX que le “chirriaban” los frenos y todo el mundo nos oía llegar a los sitios, sobre todo en el silencio de la noche. Hoy en día en casi todas las dependencias tenemos modelos actuales, acoplados a la normativa vigente de contaminación, con innumerables extras, automáticos, con motores híbridos y con un alto caballaje que te permite si las circunstancias del tráfico lo permiten tener una respuesta eficaz a los requerimientos del ciudadano.
Por ahora me quedo con un modelo que, a mí personalmente, me ha sorprendido bastante que es el Peugeot 3008. Fíjate si me ha sorprendido que hasta me compraba ese modelo para mí mismo.
Un modelo que cumple bastante con las expectativas tanto en comodidad, menor fatiga en la conducción y combinación de agilidad y fuerza que permite desenvolverse con soltura en cualquier requerimiento de urgencia y como no en posibles persecuciones.
¿Cambiarias algún día de estar en Seguridad Ciudadana? ¿O serás fiel aquí en primera línea?
Uno lleva ya bastantes trienios en Seguridad Ciudadana y si te digo la verdad ¡crea dependencia! sí que es verdad, que hay veces que se piensa en cambiar a algo más tranquilo, pero pasa el tiempo y ves que no has pedido cambio y todo sigue igual.
Quizás te conformas con lo que ya conoces, quizás te dejas llevar y van pasando los años, quizás no quieres reconocer que estás hecho para esto y no concibes que un día ya no te pongas las botas o no te subas a ese zeta con tu compañero de batallas y decir por el equipo de trasmisiones Z… en servicio! ¡Buenos días a todos!
¿Cuáles son las competencias de los patrulleros?
Las competencias de un “patrullero” son todas, ¿por qué digo que son todas? porque cualquier delito o infracción administrativa se le puede dar inicio a través de una patrulla.
También se puede intervenir como ya dije en cualquier delito sea, por drogas, extranjería, robos, contra las personas etc… Eso sí, siempre que no requiera una autorización judicial previa, hablo de delitos que se pueden presentar cualquier día a cualquier hora en la vía pública, establecimientos abiertos al público inclusive en domicilios familiares siempre en este caso que haya delito flagrante de especial relevancia.
¿Qué piensas sobre la moto que te gusta para el trabajo? ¿A tu opinión elegirías otra? ¿De cuántos miembros se compone la Unidad?
Las Unidades de Motos, normalmente están integradas en las estructuras de las UPR,s. Son unidades hechas para trabajos de prevención de la seguridad ciudadana en las ciudades, su gran ventaja es que pueden acceder en su prestación de servicio a lugares donde en vehículo tipo zeta sería imposible, como puede ser los cascos antiguos de las ciudades, zonas peatonales o jardines públicos.
También realizan labores de orden público sobre todo en lo que respecta a la observación, al menos en la ciudad donde he participado yo, al ser unidades versátiles. Puede que en otras dependencias le den algún otro cometido.
En lo que refiere a sus requerimientos, las motos puede que vayan algo más por libre, aunque siempre la Sala del 091 es la que decide si tiene que “tirar” de ellas para cualquier cometido.
La moto con la que me quedaría sería con mi querida y compañera de batallas Honda Deuville, una moto rápida, asentada en trayectos largos, cómoda y ligera a la vez, tal vez le pondría un pero y sería el tremendo calor que despide el motor y sube hacia la parte del conductor. Calor que en las ciudades del sur en verano es a veces insoportable con las altas temperaturas que en estas ciudades se dan.
Los miembros de estas unidades van en función de la dependencia. En mi caso y en mi plantilla existe un equipo de seis funcionarios motoristas en cada grupo de trabajo de UPR.
Estos motoristas tienen que tener un alto dominio de las técnicas de conducción de motos de gran cilindrada. La DGP ofrece cursos de especialización para estos puestos, eso sí, de cara al curso debes de poseer cualidades en la conducción ya que el curso no es de iniciación, parte desde una perspectiva avanzada.
¿La letra K que significa en los automóviles de la Policía Nacional?
Los indicativos “K” son indicativos no uniformados, esto quiere decir, que son vehículos sin distintivos y lógicamente el personal que los utiliza no usarán uniforme tampoco. Lo que viene a ser como gran parte de la sociedad los conoce “la secreta”, que perteneciendo a unidades de seguridad ciudadana son un complemento muy eficaz a la hora de realizar servicios donde se requiera un uso represivo del delito, esto es, cuando ya se ha producido o se tenga constancia que se vaya a producir en un tiempo reducido, también sirven de apoyo a los uniformados en cualquier tipo de servicio.
Cuéntame una intervención… Emocionante
Muchas intervenciones suelen ser emocionantes de por sí, aunque sí que es verdad que hay algunas que se salen de lo normal. La que voy a resumir es una intervención que no es quizás lo emocionante que esperas, pero si rocambolesca y simpática.
Era una noche de agosto de altas temperaturas, de esas que llevas las dos ventanillas bajadas y estás a punto de subirlas y poner el aire acondicionado, pero no lo haces porque pierdes eficacia policial. “Entra” una llamada al 091 dónde al parecer según alarma, se está cometiendo un robo en un piso muy céntrico de una capital de este país.
Al llegar el que suscribe, aún con pocos “tiros” pegados por no decir ninguno, aún en periodo de prácticas y su binomio, un policía de los de antes, con una diferencia de treinta y cinco años en el DNI, de los que saben sufrir, con muchos tiros pegados, con años en las unidades de reserva, de esos que aún llevan bigote, que se fuman dos o tres ducados en un punto fijo de pie y al sol de verano y no se quejan. De esos que no dan un paso atrás y que te cuentan anécdotas que nunca creerías que hubieran pasado, pero que sabes que vas con un compañero que nunca te va a dejar tirado, que cuando llega a una llamada y pone el pie en el suelo ya sabe de qué va el asunto, en fin, a lo que voy, llegamos al portal, nos abre un vecino, subimos a la puerta del piso en cuestión, cuando ya estamos en la puerta de entrada observamos que ésta está semicerrada y en el interior hay luz.
El veterano me mira, yo espero gestos, quitamos el volumen al equipo, soy nuevo, el pulso se me acelera, el veterano me guiña el ojo y me gesticula expresando que entramos, me señala que yo para la derecha y él por la izquierda, pero sin separarnos y con contacto visual.
Saco el arma, quito seguro, dedo fuera del disparador me acuerdo de todo lo asimilado en mi periodo en la academia, el veterano lo hace como quien se ata las cordoneras.
Estamos en el recibidor, nunca había visto un piso tan grande tenía numerosas entradas al interior, seguimos avanzando, se oye de fondo algo, como alguien que mueve un mueble, nos volvemos a mirar, me insinúa que están dentro y que seguimos avanzando por el pasillo, ya habíamos visto una sala de estar, una habitación y un baño, todo visto en sigilo.
A mitad de pasillo, los ruidos aumentan ya casi en la entrada a un salón grande justo en la puerta, oímos a una mujer “jadear” si, jadear, el veterano y yo no aguantamos más, abrimos la puerta del salón de un empujón al grito de ¡Policía!
No damos crédito a lo que estamos viendo, los minutos previos a esto que llevamos de tensión mezclado con un sentimiento interior de, ¡los tenemos!, ¡nos coronamos! No podía imaginar que todo se disolvía como un azucarillo en un café.
Vimos a un hombre y una mujer en pleno acto sexual, en el sofá principal y delante de un ventilador de los de pie, el hombre al vernos se puso en pie y se le fue el ánimo hacia abajo, la mujer aún no nos explicamos de dónde sacó una sábana que se lio en unas milésimas de segundo, creando así la ansiada intimidad que en esas décimas de segundo deseaba con locura.
El veterano baja el arma y me mira, yo enfundo y no sé qué decir, el hombre dice con voz entrecortada y algo mareado que por que estamos en su casa.
El veterano le explica el motivo y no entiende cómo puede ser el propietario de la vivienda.
Comunicamos a la Sala del 091 lo acontecido, al rato nos llama y nos dice que tiene al teléfono a una mujer que asegura ser la propietaria y que es la que ha llamado a la Policía. Me entrevisto a solas con mi compañero, él empieza a pensar, su olfato de años en toda clase de servicios empieza a dar sus frutos y ya me está advirtiendo que esta intervención no iba a ser buena para el supuesto propietario que estaba gozando de una velada apoteósica.
Seguimos indagando, efectivamente no se equivoca ese viejo que está a dos años de jubilarse, ese viejo que no le tembló el pulso en ningún momento y que controlaba la situación desde el principio a la vez que me guardaba las espaldas, que ¿qué sucedía? sencillamente ocurrió que la central de alarmas detectó activado el sensor de movimiento en esa vivienda, era una alarma silenciosa, posteriormente, ésta central llamó primeramente a la propietaria para poner la clave si estuviera en casa y hubiera habido alguna negligencia, no siendo el caso, la propietaria estaba en su segunda vivienda en la playa y por tanto llamó a la Policía.
¿Quiénes eran por tanto los nuevos huéspedes? el señor “propietario”. Era el marido de esa mujer que asustada y preocupada llamó a la Policía cuando creía le estaban robando todas sus pertenencias, sobre todo las joyas que en su momento heredó. El marido hasta arriba de trabajo en su empresa tenía un evento en otro punto del país que con todo su equipo de trabajo deberían estar en un conocido hotel con el fin de estar frescos al día siguiente para afrontar la reunión y así progresar en el futuro de la empresa, pero esta vez, la reunión no era en un hotel, era en la casa que su mujer heredó a la que tenían pensado mudarse en breve y que después de una velada de cena, vino y copas con una mujer probablemente bastantes años más joven que la suya, no se acordó de desactivar la alarma y mucho menos de cerrar la puerta de la entrada. Y ahí acabó, el hombre claramente abatido nos contó en privado su verdad, nunca diremos si la señora propietaria supo el real desenlace de lo ocurrido, pues nuestro cometido son los delitos no los actos “impuros”.