Incondicional y desde el corazón

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Siempre saco hueco para escribir sobre temas que creo que pueden ser de interés para los lectores, invierto tiempo en leer, documentarme, y lo hago porque me satisface enormemente poder compartir mi opinión e impresiones con vosotros.

Hoy toca algo muy, pero que muy diferente.

Os hablaré de una cuestión que tiene mucho que ver conmigo, y en general con nuestra profesión, pero esta vez lo haré desde un enfoque totalmente diferente, y queriendo dedicar mis palabras a quien merece todo mi cariño y admiración, a mi esposa.

Ella, sin duda lo merece con creces.
Tú eres extremadamente detallista, y sé que nunca llegaré a tu nivel, pero hoy tiraré de “contactos” y originalidad para al menos, acercarme. Necesito compensarte de una manera especial, y ya que lo material caduca, o se estropea, te dejo aquí este artículo, que quedará grabado para siempre. A buena entendedora, pocas palabras bastan, así que, con tu buen criterio, tómalo como un particular regalo envuelto de buenos sentimientos.

Al lío con ello.
Hay una lista innumerable de cosas para agradecer, pero entre tantas quiero resaltar una que para mí es muy importante y a tener en cuenta. El tiempo, el tiempo vale más que todo el oro del mundo, y tú generosamente, cada día me cedes tu valioso tiempo para que yo pueda emplearlo en los demás. De hecho, si hoy por hoy mis palabras no quedan guardadas y olvidadas dentro de un cajón, es gracias a que siempre me permites sacarlas fuera, apoyándome en proyectos tan motivadores e ilusionantes como “Desde el Rompeolas”.

Por muchas que sean las conversaciones mantenidas, siempre hay cosas que apetece volver a repetir, e incluso considero obligatorio enfatizar en ellas. Hoy es un día para ello, y con permiso de h50 y sus lectores te diré…

Es muy necesario escribirte este artículo, por justicia, por reconocimiento, y por estar siempre al pie del cañón.

La valía personal.
Ya que siempre hablamos de las óptimas cualidades y aptitudes que se le presuponen a un policía para ser ejemplar y competente de cara al desarrollo de su servicio, también hemos de mencionar esas importantes y reconocibles cualidades que tienen aquellas personas que sirven de apoyo y sostén de estos policías. Aquí no hay distinciones entre sexos o rangos familiares, aquí todos suman por igual, y lo que es mejor y primordial, estas personas, saben de sobra a quién y porqué tienden mano y ofrecen su hombro.

Para esto tampoco vale cualquiera, y en tu caso particularmente, eres consciente de lo que implica formar una familia con una persona con una profesión como la mía. No sólo la respetas, sino que la valoras y por intensidad y cercanía también la sufres conmigo.

Has sabido ser tremendamente paciente y empática, has asumido que mi trabajo implica una excelsa responsabilidad, que lleva aparejado el riesgo, y que en mayor o menor medida es habitual afrontar situaciones de difícil solución, pero el hecho de saber que estás ahí, hace todo eso se torne mucho más fácil y llevadero.

El sentimiento de que todo esfuerzo realizado por el bien de los demás, siempre merece la pena, es motivo suficiente para amar lo que hacemos, y muy pocas personas logran comprender eso como tú.

Consecuencias…
En muchas ocasiones, lo pasas mal porque no entiendes que haya gente que pueda sentir odio hacia mí por lo que represento, no concibes que existan personas dispuestas a insultarme o incluso a agredirme solamente por vestir el uniforme que visto y por defender los valores que defiendo. Te enervas cuando nos faltan el respeto, y si tienes que sacar la cara, lo haces como a la que le va la vida en ello.

Y más consecuencias.
Han sido muchas noches las que has pasado en vela pendiente de como estaría, has mirado mil veces el reloj deseando que las horas pasasen muy rápido y volver a casa bien. Has aceptado y asumido con cierta resignación, que por deberme a mí trabajo, es muy probable que no celebremos juntos momentos tan especiales como la navidad, aniversarios u otras fiestas especialmente señaladas. Ya has comprobado de primera mano lo que se siente un 31 de diciembre, pues mientras los demás celebraban con brindis y alegría un nuevo año, tú, en la soledad, aguardabas pacientemente mi llegada del trabajo. Como dije anteriormente, para eso no vale cualquiera.

Una tabla salvavidas.
Si todo lo anterior me parecía digno de alabanza, esto que viene a continuación es sin duda fundamental. Escucha y comprensión.

Cuando afirmé que eres la mano donde agarrarme cuando la fuerza flaquea, y el hombro en quien apoyarme cuando la debilidad golpea, me quedaba corto. Nunca me cansaré de agradecerte lo mucho y bien que has sabido escucharme cuando he sentido la necesidad imperiosa del desahogo.

No somos robots, y después de una jornada de trabajo para olvidar, uno se impregna de sensaciones y sentimientos de todo tipo, llegando incluso a afectar en lo personal, por eso repito, “Es primordial la escucha y la comprensión”.

Unas palabras para compartir.

La gran mayoría de los que formáis esta gran familia azul, seguro que entendéis mis palabras, y ahora que quedan reflejadas en este artículo, ya no son solo mías, sino que son también vuestras y de alguna manera también van dirigidas a esas personas que tenéis a vuestro lado, bien sean parejas, padres, hermanos y amigos.

Por motivos evidentes no voy a revelar tu nombre completo aquí, pero los que me conocen, te conocen y saben perfectamente a quien va dirigido este escrito.

Ella lo sabe, y no hace falta decir más.

Nunca es tarde para agradecer esta forma de incondicionalidad.

Por esa inigualable incondicionalidad, gracias infinitas a María P. B.

DESDE EL ROMPEOLAS
BRAU LÓPEZ MATAMOROS
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