Cuando una persona se mete en nuestro trabajo, se da por hecho que sabe que en algún momento de su vida, va a tener que arriesgar su vida por salvar la de los demás.
Todas las personas que hablaban y hablan de Alberto lo describían por una persona maravillosa, solidaria y que siempre estaba para los demás.
Por desgracia un desalmado le quitó la vida atropellándole y dándose a la fuga, un desalmado que, si hubieran estado en algún incendio, seguro que Alberto y sus compañeros le hubieran salvado la suya sin dudarlo. Fue detenido.
Eso en muchas ocasiones es lo que nos diferencia a los policías, bomberos y demás cuerpos de emergencias del resto de personas, nosotros estamos es nuestro trabajo por vocación sin importarnos si ese día volveremos a casa con los nuestros.
A parte de todo lo que hacía en su trabajo Alberto era un grandísimo rescatador de una asociación de gatos en Madrid (los cuatro de la empanadilla).
Hace apenas dos días, como en miles de ocasiones cogió una bici del Ayuntamiento de Madrid para ir rápidamente a hacer otro rescate, el último que iba a poder hacer, y el último que le iba a costar la vida.
Como animalista y rescatador, se lo difícil que es este mundo y se perfectamente el angel que se ha llevado el cielo desgraciadamente.
Solo le puedo pedir una cosa, que allá donde este siga cuidado de nosotros, de sus compañeros y de todos los animales que faltan por rescatar, porque gente como Alberto son ángeles en la tierra.
Siento no haberte conocido personalmente pero ya te echo de menos COMPAÑERO. Pocas veces suelo firmar mis artículos, pero espero que este sirva de homenaje.