Imputado de infidelidad y no hay manera

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Siguiendo la ola de inestabilidad y de tormenta política que nos invade con planes de amnistías a medida del consumidor, viajes con bocadillos en los autobuses como cuando Franco y conspiraciones buscando tránsfugas, el amor de mi vida ha pasado a mejor vida. Me ha dejado sin posibilidad de vuelta atrás para iniciar un nuevo camino lo mismo que Puigdemont. Ya saben el peligro de las redes sociales que en estos artículos quedó de manifiesto con los timos a los abuelos.

Revisando mi teléfono, como hacen todas las mujeres que he conocido  – no se me tiren al cuello las feministas que he hecho una encuesta entre dieciocho amigos casados y todos afirman los mismo- ha encontrado una conversación. Ya saben que la memoria femenina es hipertrófica y puede recordarte hechos de hace quince años, especificando día, hora, la camisa que llevabas, el tono de tu voz y el postre que tomaste ese día:

“Cariño, llevamos tiempo hablando solo por guasap, quiero conocerte porque me estoy ilusionando mucho contigo.  Yo también -contesta siguiendo la corriente y yo pego la hebra a ver qué pasa-. ¿Cuánto tiempo llevas soltera o sin pareja? – pregunto correcto porque no quiero meterme en líos. Si quieres que te diga la verdad, llevo diez años porque mi marido murió y no volví a salir nunca más a la calle  – responde contundente y dejándome impresionado-. Entiendo – respondo conciliador y asertivo, más como obra de caridad- que ya has  pasado un largo periodo de luto y has superado ese trago difícil.   No – afirma ella al segundo- lo superé inmediatamente. No tuve luto.  Mi marido murió en un  tiroteo durante un atraco y  a mí me metieron doce años de cárcel que ahora voy a terminar de cumplir. Por eso no he pisado la calle en este tiempo.

¿Eso es una infidelidad como para dejarme plantado como a un cebollino? Si no la conozco ni la he visto ni le he cogido siquiera la mano…. No hay quien entienda a las mujeres ni a los políticos.

Andan revueltos los socialistas y los populares. Otra vez las dos Españas.

Dice Pedro Sánchez la mayor gilipollez que he oído en los últimos años: “La crisis política nunca tuvo que derivar en la Justicia. Tratamos de devolver a la política lo que nunca tuvo que salir de la política”.

¡La madre que me parió! Me alineo de inmediato con Felipe, con Page y con Alfonso Guerra. Sánchez – listo como un rayo-  evita pronunciar la palabra amnistía. Ni una sola vez la ha dicho, pero en el fondo de este movimiento está esa realidad: amnistiar a los golpistas, aunque se empeñan en repetir que lo volverán a hacer. Es el desmantelamiento del Estado.

Lo de octubre del 17 fue un golpe con todas las de la Ley y hubo juicio y condenas y gente huida lo mismo que huyó Machado cuya tumba visité el otro día en Colliure, solo que Machado estaba de parte de la legalidad y Puigdemont de parte del golpe de estado como gran urdidor. La ministro portavoz ha dejado bien claro, o yo así lo he oído, que es la hora de la política y no de la Justicia. ¿He escuchado mal? Corríjanme por favor.

En 1934 –  habían echado a patadas al golfo Alfonzo XIII y gobernaba la república- Luis Companys hizo algo parecido y el general Batet, pariente de la anterior presidenta del congreso Meritxell Batet, siguiendo las órdenes del gobierno legítimo que mandaba Lerroux, acabó con el problema en cinco horas. ¡Ojo que no estoy pidiendo una acción militar, ¡líbreme el señor!, que acabé la mili sordo y no quiero que me llamen a filas porque hasta la cartilla blanca la he perdido y no tengo documentación que avale que me pegué dieciséis meses con el cetme como pareja indisoluble. Cuento esto porque es historia y porque Franco, siguiendo la máxima de que la venganza se sirve fría, fusiló al General Batet en Burgos, por ser fiel a los juramentos que había hecho. Un hombre rico, de una familia maderera de Tarragona, militar por vocación nunca se casó con nadie salvo con la ley. Lean “Después del amor” de mi amiga Sonsoles Ónega, que cuenta perfectamente esos acontecimientos históricos.

Aquí y ahora se pelea fieramente por el sillón monclovita. A Feijoo le faltan cuatro votos para ser investido y, en el colmo del morro, alude al patriotismo de las izquierdas. Por boca de Gamarra  – ¡cómo necesita esta mujer un asesor de imagen para no aparecer como un dóberman enseñando los dientes mientras pide reflexión!-, ruega a las izquierdas que se lo piensen antes de consentir la amnistía y que den el voto a los populares. Algo parecido a lo que pasó con el pobre Simancas – ahí sigue sobreviviendo y cobrando veinticinco años después- cuando le hicieron la cama dos tránsfugas y posibilitaron el gobierno de Esperanza Aguirre. Los populares suplican en voz alta un Tamayazo.

Sánchez, por su parte, que puede defender una cosa y su contraria sin despeinarse, saca toda la artillería a la calle. El solo lucha por restablecer la convivencia en Cataluña. Le recuerdo la famosísima frase de Maquiavelo: El que tolera el desorden para evitar la guerra, tendrá primero el desorden y después la guerra.

No hablemos de guerras, que no es tiempo de ellas en la Europa civilizada – sacando de ella a Putin-, pero ceder y ceder para restablecer la convivencia es un error de libro. Puigdemont lo ha dejado claro hoy: “La única respuesta que espera el independentismo  – para dar su voto a Sánchez se entiende-  es el fin de la represión y la amnistía total por parte del Estado”.  O sea, que los dejen tranquilos hacer lo que les de la gana. Es el fin del derecho que es la única herramienta de que dispone el Estado para meter en vereda a quienes se empeñan en dañar a la colectividad: atracadores, violadores, estafadores, asesinos, pederastas, desfalcadores, prevaricadores… y golpistas.

Ya conocen mis prevenciones en relación con el Derecho pero… si se trata de que cada uno haga lo que quiera o lo que pueda, siempre que tenga fuerza para hacerlo – por ejemplo la fuerza que dan unos votos para investir a alguien- avísenme que voy a buscarme una recortada para defenderme y ejercer mi santa voluntad en aquello que considere que me pertenece. La ley del más fuerte.

Me alineo con Felipe y con Guerra. Sí, ese que ha sido tachado de machista por antiguos pelotas suyos por decir otra gran verdad: entre una peluquería y otra. ¡Cómo cambian de loock las comunistas cuando pillan sillón, coche oficial, sueldazo y escolta! ¿Cómo defienden el ministerio las comunistas Monteros exigiendo seguir en su igualdad para continuar  sosteniendo con su voto!

El hombre es lo que come. Ya lo dijo el grandísimo Ludwig Feuerbach hace casi dos siglos tan lúcido para eso como para atacar a todas las religiones con argumentos que aún no han sabido contestar: no es Dios es que ha hecho al hombre sino el hombre quien ha hecho a Dios proyectando su imagen idealizada. ¡Señor… llévame pronto!

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