No se lo van a creer, pero tengo alumnos de escritura en la Universidad de Alicante, y desarrollamos desde hace años un Taller Literario de Novela Histórica con éxito de crítica y público. Hasta tal punto ha tenido éxito el Taller que me han llamado de la Universidad de Almería, Rosalía Rodríguez, Catedrática de Derecho Romano e inteligencia privilegiada, para impartir con ella allí un taller de microrrelatos sobre la Mujer en la Roma Clásica. A mis alumnos les digo siempre: un escritor tiene que llevar siempre un cuaderno a mano. Cuando surge una idea hay que escribirla. Si te esperas a hacerlo después, la idea es otra.
Haciendo caso a mis propios consejos llevo libreta mientras espero en la consulta del médico. Ya saben, la edad, la próstata, los gatillazos, la desmemoria, los terrores nocturnos y el entrar a un sitio y no saber a qué vas. Una ruina. Hay una señora gorda, más vieja que yo, lo cual es un atenuante, que habla continuamente por teléfono como si nos estuviera radiando un diccionario de patología: ¡Ayyyy hija! Me tienen que ver la tensión, el flato, los dolores de la “basílica balear” y las “almorroides”. Esta señora tiene de todo. Está peor que yo lo cual no deja de ser un consuelo en mi ancianidad.
La señora, que se sale del asiento por los dos lados, no para de dar su conferencia en voz alta sobre patologías médicas. En el colmo del desmadre recibe en ese momento crucial – cuando yo, menos anciano que ella, estoy a punto de análisis íntimos y con los nervios a flor de piel- un correo que disfruta la sala de espera al completo. Tras el chim pum, chim pum de discoteca barata suena una letra escatológica: “Si salgo sola soy la zorra. Si me divierto la más zorra. Si alargo y se me hace de día soy más zorra todavía”. Cuánta poesía encierra! Oigo como el público enardecido repite zorra, zorra, zorra como queriendo dejarse las cuerdas vocales en el empeño. En medio de esa pachanga, que parece que quieren convertir en un himno contra el maltrato, salen dos individuos con más pluma que una granja de pollos y se quedan de espaldas con el culo al aire. Tengo a la señora en los dos asientos de al lado y es imposible no presenciar en directo el espectáculo cutre.
Todo mi respeto al creador del engendro rijoso, a los cantantes y a los bailarines del culo al viento, que cada uno es libre de entender y expresar el arte de la manera que crea. Otra cosa es que los demás los entendamos como arte, como música, como poesía o como un basurero hortera e intragable. Será la edad. Será que sufrí a Franco y nos hacían cantar el Cara al Sol al entrar a la escuela. Sepa Sánchez que el Cara al sol no me gusta y la Zorra tampoco. ¡Qué nivel!
Inevitablemente me viene a la memoria una sentencia del juez Del Olmo, de la audiencia provincial de Murcia. Afirmó en un recurso contra una sentencia anterior de un Juzgado de Cartagena, que llamar zorra a la propia esposa no es un insulto si se utiliza como descripción de un animal astuto. La sentencia -continúa el medio que leo para refrescar la memoria- provocó el estupor y las críticas de partidos y organizaciones feministas. No veo ahora ninguna crítica encendida, de los movimientos en el poder, contra esas turbas enardecidas gritando Zorra y Zorra. Esos que están encantados – dice de verdad, no en la novela, una de las protagonistas de mi último libro 357 Magnum. Por ti me juego la salvación – los que están encantados con la canción Zorra, son los mismos que quieren meter gente en la cárcel por llamar guapa a una mujer porque eso sí es una agresión. Es una señora la que lo dice, equilibrada y seria, no yo, que en mi vida he dicho un piropo a una desconocida. A mis amigas sí y al amor de mi vida también. Guapa y más cosas.
Después de tomarme tres manzanillas con limón para paliar las ganas de vomitar, me relajo y sigo leyendo la prensa diaria – no debería hacerlo porque me dispara la tensión, pero a la vejez es imposible cambiar-.
Toda generalización es injusta. No se puede decir “todos los policías son”, “todos los jueces son”, “todos los funcionarios”, “todos los fiscales” o “todos los tanatoprácticos”. Generalizar es equivocarse.
Leo en un diario nacional que un fiscal del Supremo, veía terrorismo en los hechos protagonizados en Cataluña que capitaneó Puigdemont, el líder que manda ahora en el Gobierno y genera leyes a su medida. En el mismo diario leo que, tras conversación privada con el fiscal general, el del Supremo ha dado marcha atrás y donde dijo digo, ha dicho Diego.
Este periódico nacional afirma en primera página que “ha accedido a dos informes opuestos”, o sea que sobre el mismo asunto dicen una cosa y su contraria. Como Sánchez. El fiscal – dice este periódico prestigioso y yo, anciano voraz lo leo entero- “pasó de ver para Puigdemont, delitos graves por el Tsunami, a no ver ninguno” y a afirmar que lo que han pillado los periodistas era solo un borrador interno. Mecagoentoloquesemenea, porque ese cambio parece que tuvo lugar tras una entrevista en las alturas de esa Fiscalía, que a la periodista Martialay la creo una profesional solvente y no sé que nadie se haya rebelado ni ejercido acciones por una información falsa.
Un amigo me llama facha – como a la de la copla del engendro la llaman zorra- y me dice que, si entiendo así las cosas, también es terrorismo lo que están haciendo los tractores cortando carreteras. Amigo mío, abuelo decrépito como yo: después de estudiar cientos de definiciones de terrorismo he visto dos notas en las que coinciden todos los autores – que no dependen ni de Sánchez ni de Feijoo, ni de Ayuso ni de Abascal ni de Puigdemont-. El ejercicio de la violencia y el fin de cambiar por la fuerza las estructuras del Estado. Los tractoristas que cortan carreteras solo buscan no malvender sus productos por debajo del precio que cuesta producirlos. Cuando Puigdemont planificó el Tsunami, buscaba el golpe de estado y la secesión de Cataluña. Por favor si estoy equivocado que alguien me lo haga ver.
Líbreme el señor, que pronto ha de acogerme – si Munilla, el dean, los canónigos, el párroco y el sacristán de la concatedral lo permiten- líbreme el señor de pensar ni por un segundo mal de los fiscales, que tengo un mogollón de amigos que los son y además son honestos, trabajadores y probos hasta dejarlo de sobra. Solo hay un problema: el juez Castellón, Llarena, Aguirre o cualquier otro, son independientes y en la Fiscalía prima la jerarquización. No me hagan hablar. ¿Han iniciado acciones a estas alturas contra Angela Martialay? Pues eso.
A las puertas del crematorio, ir a la cárcel supondría un descanso para mi prole y un respiro porque viviría gratis mis últimos días y no dilapidaría mis pocos ahorros en pagar el asilo para que me cuidaran Sor Copón, Sor Gestapo y la Madre Torquemada. A estas alturas me toca los cojones esta oscuridad. ¡Joder! ¡Que no somos imbéciles! Decid claramente: Necesitamos los votos de Puigdemont para estar cuatro años en los sillones y tenemos que comulgar con las ruedas de molino que nos ofrezca para no irnos a la mierda. Nos damos por enterados y nos callamos la boca que ya decía Pujol que la política hace extraños compañeros de cama. ¡Hostias!
Ya me he cabreado con esta oscuridad y este tomarnos por gilipollas. Voy a relajarme con la literatura. No solo mi novela “357 Magnum. Por ti me juego la salvación”, que presento el 19 de abril en el Real Casino Liceo de Alicante con cena en Teselas, a la que hay que acudir con camisa de cuello duro y corbata. No solo esas galeradas que estoy corrigiendo. Me han llegado a la mano dos obras literarias sobresalientes, dos novelas históricas, de dos autoras magníficas que no puedo dejar de citar. Ambas amigas mías. Vamos por orden de antigüedad.
“Un testigo llamado Cervantes” de la escritora y médico alicantina Begoña Valero. Excepcional novela en la que se mezclan la intriga, los procedimientos judiciales y la historia con cervantes como testigo clave. Desaparece un pescador en Valencia en el siglo XVI y es dado por muerto. En la investigación, un mercader de Mallorca – el paraíso en la tierra- trabaja para averiguar la verdad y salvar a unos amigos inocentes de ser ahorcados. El soldado Cervantes, liberado del cautiverio de Argel, es esencial para averiguar qué ha pasado.
“La niña del sombrero azul” de la inmensa escritora asturiana Ana Lena Rivera. No sé por qué esta novela me trae inevitablemente los ecos del gran éxito reciente de Ana “Las herederas de la Singer”. Las dos novelas retratan como si de un pintor realista de tratase la España del siglo XX. Aquí, de la mano maestra de Ana Lena, y a través de Manuela, el personaje principal, vamos de la miseria de vivir en una tierra pobre a la opulencia de una casa lujosa en la que sirve como criada. En una España destrozada e hirviente, Manuela pierde a su hija que es mandada a Rusia como tantos otros niños de la República.
¡Cuánta belleza, cuánta luminosidad en estos libros! En contraposición a la horterez y la oscuridad de que ya he hablado. Disfruten con Ana Lena y Begoña. Del 357 ya hablaremos un poco más adelante.